Autora: Ana Muñoz


Un gran porcentaje de niños menores de un año reciben cuidados fuera de casa por parte de alguien diferente de los padres.

Muchas personas se preguntan cómo afecta esto a los niños y a qué edad es aconsejable llevar a los niños a dichos centros.

Los estudios realizados indican que los niños pueden enriquecerse intelectual, física y emocionalmente si se encuentran en centros con grupos pequeños, una buena relación con los cuidadores y el personal es estable, competente y altamente comprometido con su trabajo. Los cuidadores deben contar con información sobre el desarrollo de los niños, ser sensibles a sus necesidades, ser autoritarios pero sin ser demasiado restrictivos, estimular a los niños y ser afectuosos.

Los niños se ven favorecidos cuando tienen acceso a juguetes y elementos didácticos, cuando los adultos que los cuidan los aceptan y los enseñan (sin controlarlos demasiado pero sin limitarse a vigilarlos simplemente) y cuando existe un equilibrio entre actividades estructuradas y libertad para explorar por sus propios medios.

Un cuidado diario de alta calidad parece ampliar el desarrollo emocional de los niños y puede mejorar las relaciones con los padres, pues éstos se sienten más relajados al saber que el niño está bien atendido mientras ellos trabajan.

Desarrollo social

Los niños que pasan la mayor parte de su primer año de vida en centros de cuidado tienden a ser tanto o más sociables que los niños que están en casa, confían en sí mismos, tienen mejores logros y resuelven mejor los problemas. Estos niños se sienten mejor en situaciones nuevas, son menos tímidos y menos miedosos, tienen una mayor expresividad verbal y son más colaboradores.

Un estudio realizado con niños que ingresaron en centros de cuidado a una edad promedio de siete meses, encontró que entre los cinco y los ocho años de edad estos niños tenían más amigos y eran más afectuosos con ellos, tomaban parte en más actividades extraescolares y eran más asertivos.

Estos niños suelen ser también más desobedientes y menos amables con los adultos y a ser más autoritarios y agresivos con otros niños, hablar más fuerte y ser más bulliciosos. Esto puede ser debido a que estos niños son más independientes y desean seguir su propio camino, pero aún no tienen las habilidades para hacerlo adecuadamente.

La persona que está al cuidado de los niños juega un papel muy importante. Cuando los niños en su etapa de los primeros pasos se sienten seguros con los maestros, más adelante son más sociables y menos agresivos, y cuando se llevan bien con sus maestros tienden a llevarse bien también con otros niños. En cambio, quienes a la edad de preescolar son más dependientes de sus maestros, son después más retraídos y agresivos. Por tanto, la relación entre maestro y niño es importante.

Desarrollo intelectual

Los niños entre dos y cuatro años de edad que asisten a centros de cuidado tienden a lograr puntuaciones más altas en test de inteligencia que los niños criados en casa. Sin embargo, esta ventaja es solo temporal debido a que han aprendido más rápido.

Los niños cuyas madres volvieron al trabajo cuando tenían entre tres y seis meses de edad, obtuvieron resultados inferiores con respecto a los niños cuyas madres los habían dejado más tarde en los centros.

Cuando las personas que cuidan a los niños les hablan con frecuencia para pedirles o darles información antes que para controlar su comportamiento y animan a los niños para que hablen entre ellos, los niños obtienen puntuaciones más altas en pruebas de desarrollo del lenguaje.

Desarrollo emocional

Algunas madres temen que si sus hijos permanecen mucho tiempo al cuidado de otras personas, el vínculo afectivo entre ella y su hijo se vea perjudicado. Sin embargo, el cuidado temprano de un niño no implica un riesgo por sí mismo, sino que sólo puede resultar perjudicial cuando dicho cuidado es de mala calidad y el ambiente familiar es deficiente.

En familias estables, cuando los niños reciben un cuidado de alta calidad en los centros, los resultados son buenos. En cambio, cuando la atención que reciben es inestable (por ejemplo, la persona que lo cuida cambia con frecuencia) o deficiente, existe mayor probabilidad de que estos niños eviten a sus madres y tengan problemas emocionales y sociales más tarde.

Las madres trabajadoras que son cálidas con sus hijos, los aceptan y son atentas con sus necesidades cuando se encuentran en casa, establecen vínculos afectivos seguros con sus hijos. Es decir, no importa que ella tenga que salir de casa para trabajar, sino que cuando esté en casa con su hijo esté realmente para él o ella, en vez de ignorarlo. Los estudios demuestran que la mayor parte de los niños cuyas madres salen a trabajar a tiempo completo, tienen un vínculo afectivo seguro con ella. No obstante, es posible que el trabajo y la separación de su hijo que conlleva, le genere un estrés que pueda interferir con el vínculo afectivo. Pero el trabajo en sí mismo no ejerce influencia alguna.

En general, los estudios sugieren que las mujeres que deseen volver a trabajar después de haber estado un tiempo de baja laboral para cuidar de sus hijos, deberán volver al trabajo antes de que el niño tenga entre 4 y 6 meses de edad, o bien esperar hasta después del primer año.