Autora: Ana Muñoz
El temperamento es el modo que tiene casa persona de aproximarse y reaccionar antes las situaciones y las personas. El temperamento básico es innato, y es frecuente que las respuestas emocionales de los bebés persistan durante años. Sin embargo, el temperamento también puede verse afectado por el ambiente. Los hijos de madres deprimidas se vuelven tristes, ignoran a la gente o muestran poco interés por explorar. Los bebés cuyas madres los rechazan, maltratan o descuidan, suelen tener perturbaciones emocionales. Hechos poco usuales o el comportamiento de los padres pueden cambiar el temperamento de un niño.
Según su temperamento, los niños se han clasificado en tres patrones:
Niños fáciles. Constituyen el 40 % de los bebés. Se trata de niños que por lo general están felices, mantienen un ritmo regular en su funcionamiento biológico (por ejemplo, en el ritmo de sueño) y aceptan nuevas experiencias de forma natural. Sonríen ante los extraños, se adaptan con facilidad a las nuevas situaciones, y aceptan las frustraciones con poco fastidio.
Niños difíciles. Son el 10 %. Se trata de niños irritables y difíciles de complacer, irregulares en sus ritmos biológicos. Sus emociones son intensas. Aceptan nuevos alimentos con lentitud y se adaptan con lentitud a nuevas situaciones. Son desconfiados ante los extraños. Reaccionan ante la frustración con pataletas
Niños difíciles de entusiasmar. Constituyen el 15 %. Son niños que reaccionan en un punto medio y se adaptan con lentitud. Sus reacciones emocionales, tanto positivas, como negativas, son moderadas. Su respuesta ante nuevas situaciones es moderadamente negativa y se adaptan poco a poco.
El resto, un 35 % de los niños, no se ajustan a ninguno de estos patrones sino que muestran características de uno u otro. Por ejemplo, un niño puede ser regular en sus ritmos biológicos, pero mostrar temor antes personas y situaciones nuevas. Otro puede reaccionar con pataletas antes las frustraciones, pero adaptarse con rapidez a las nuevas situaciones o personas.
La influencia de los padres y madres en el temperamento de sus hijos
Los niños responden a la manera como los tratan sus padres. Las madres que se sienten infelices por estar desempleadas o por estar todo el tiempo en casa o por cualquier otro motivo tienen más probabilidades de mostrarse intolerantes y de desaprobar o rechazar el comportamiento de sus hijos; y a su vez, los niños rechazados tienen más posibilidades de convertirse en niños difíciles.
Los padres también pueden influir en sus hijos para bien. En un estudio se vio cómo los bebés que a los tres meses habían llorado mucho y se habían relacionado con sus madres de forma negativa, sonreían y estaban bien ajustados a los nueve meses. Este cambio fue debido a que ambos padres eran psicológicamente equilibrados, tenían un buen matrimonio, un alto nivel de autoestima y relaciones armoniosas con sus bebés (Belsky, Fish e Isabella, 1991).
Cerca de un tercio de los niños puede presentar problemas de comportamiento en algún momento. La mayoría son leves y se manifiestan entre los 3 y los 5 años, habiéndose superado en la adolescencia. Aunque en algunos casos, estas perturbaciones persistieron y se complicaron en la edad adulta.
Los tres tipos de temperamento pueden presentar problemas, e incluso los niños fáciles pueden tener problemas emocionales en situaciones de mucho estrés. Los problemas suelen aparecer cuando el ambiente actúa en dirección contraria al temperamento básico del niño. Por ejemplo, cuando se espera que un niño muy activo permanezca sentado mucho tiempo, o cuando a un niño difícil de entusiasmar se le presiona para que se ajuste a muchas situaciones y personas nuevas.
Por este motivo, es importante que los padres conozcan el temperamento de sus hijos y se adapten a él. Si los padres aceptan el temperamento básico de sus hijos en vez de intentar hacerlos cambiar para que sean como ellos desean, tendrán una relación más sana con sus hijos y los ayudarán a desarrollarse de un modo más equilibrado y con menos problemas.
Por ejemplo, los padres de un bebe que funciona en ritmos determinados, pueden utilizar un horario para la alimentación permitiendo que el bebé establezca su propio ritmo. Los padres de un bebé irregular, pueden permitirle tener un horario más flexible. Si tienen un bebé difícil de entusiasmar pueden darle tiempo para adaptarse a nuevas situaciones poco a poco y pedirle a los profesores que hagan lo mismo.
Un niño activo necesitará límites claros, firmes y estables. Un niño que no se adapta a los cambios con facilidad, puede necesitar ser preparado con antelación para dicho cambio. Y un niño dócil y fácil de de manejar puede necesitar ser estimulado.
Cuando los padres reconocen y aceptan que su hijo actúa de un modo determinado no por perezoso o torpe sino debido a su temperamento innato, tendrán menos probabilidades de sentirse ansiosos, frustrados o culpables o de mostrarse enfadados o impacientes y podrán centrarse en ayudar a sacar el mejor partido del temperamento de su hijo, comportándose de acuerdo con dicho temperamento.