Autora: Ana Muñoz


La vinculación afectiva es una relación recíproca, afectuosa y fuerte entre dos personas, y es lo que normalmente se llama amor.

Los psicólogos Mary Ainsworth y John Bowlby fueron los primeros en estudiar la vinculación afectiva en la infancia. Bowlby (1951) reconoció el papel que juega el bebé en el fortalecimiento del vínculo afectivo y advirtió en contra de la separación entre madre e hijo.

Existen cuatro etapas superpuestas en el desarrollo del vínculo afectivo de los bebés durante el primer año:

1. Antes de los dos meses, los bebés responden sin discriminación ante cualquier persona.

2. Hacia las 8 a 12 semanas, los bebés lloran, sonríen y balbucean más ante la madre que ante cualquier otra persona, pero todavía responden antes los demás.

3. A los seis o siete meses, los bebés muestran un vínculo afectivo claro con la madre, y disminuyen su expresión de amistad hacia los demás.

4. Sobrepuesto con lo anterior, los bebés desarrollan un vínculo afectivo con otras personas familiares, como el padre o los hermanos. El miedo a los extraños puede aparecer entre los seis y ocho meses.

En la página siguiente veremos los cuatro tipos de vinculación afectiva existentes.

Tipos de vinculación afectiva

Para estudiar los patrones de vinculación afectiva en los bebés, Ainsworth creó la llamada situación extraña, compuesta por ocho etapas: 1) la madre y el bebé entran en un cuarto desconocido, 2) la madre se sienta y el bebé queda en libertad para explorar la habitación, 3) un adulto desconocido entra, 4) la madre sale y deja al bebé solo con el extraño, 5) la madre regresa y el extraño sale del cuarto, 6) la madre sale y deja al bebé solo, 7) el extraño regresa en lugar de la madre, 8) la madre regresa y el extraño se marcha.

Existen cuatro tipos de vinculación afectiva:

1. Vínculo afectivo de seguridad

Los bebés con una vinculación segura lloran o protestan cuando se va la madre y expresan felicidad cuando regresa. Utilizan a la madre como base segura; es decir, se alejan de ella para explorar, regresando ocasionalmente para asegurarse. Son bebés que cooperan y no suelen sentir ira. A los 18 meses se desplazan mejor que los bebés con vínculo afectivo de ansiedad.

2. Vínculo afectivo de evitación

Estos bebés rara vez lloran cuando se va la madre y la evitan cuando regresa. Se mantienen apartados de ella incluso cuando la necesitan y tienden a disgustarse con facilidad. Les molesta que los alcen en brazos pero aún más que los bajen.

3. Vínculo afectivo ambivalente o resistente

Estos bebés se vuelven ansiosos incluso antes de que la madre se vaya, y se ponen muy alterados cuando se marcha. Cuando ella vuelve demuestran su ambivalencia porque buscan el contacto con ella pero al mismo tiempo patean y chillan. No exploran mucho y son difíciles de calmar.

4. Vínculo afectivo desorganizado-desorientado

Los bebés con este tipo de vínculo muestran comportamientos contradictorios e inconsistentes. Saludan a la madre cuando regresa pero luego se alejan o se acercan sin mirarla. Parecen confundidos o temerosos.

Cómo se forma en vínculo afectivo

Según el tipo de interacción que se establezca entre el bebé y la madre, el niño establece un esquema mental de lo que puede esperar de ella. Mientras la madre se siga comportando del mismo modo, el niño mantendrá dicho esquema. Por el contrario, si ella cambia su comportamiento de manera consistente (no solo una vez o dos), el bebé puede modificar su esquema y el vínculo afectivo puede cambiar (por ejemplo, puede volverse más inseguro).

El vínculo afectivo seguro se establece a partir de la confianza. El bebé confía en que la madre estará ahí para cubrir sus necesidades y la considerará como una base segura a la que volver siempre que lo necesite. Cuando el niño sabe que cuenta con esa base segura, es más capaz de alejarse de ella a explorar el mundo que le rodea.

1. El comportamiento de la madre

Las mares que han establecido con sus hijos un vínculo de seguridad son sensibles a ellos durante el primer año de vida. Son capaces de captar y entender las señales de sus hijos acerca de cuándo alimentarlos y cuándo detenerse, disminuir o acelerar la alimentación. Las madres que se relaciona con sus hijos de un modo afectuoso, atento y oportuno suelen contar con personalidades más positivas, niveles altos de educación y esposos que las respaldan.

Cuando la relación de la madre con sus propios padres fue buena, aumentan las posibilidades de que tenga con sus propios hijos un vínculo de seguridad.

El nivel de ansiedad de la madre durante el embarazo también paree ejercer una influencia. Cuanto más alto sea dicho nivel de ansiedad es más probable que el vínculo con su hijo sea más inseguro.

Cuando una madre trabajadora tiene altos niveles de ansiedad, es más probable que se establezca un vínculo de evitación. Esto es debido a que algunas mujeres ejercen demasiado control sobre sus hijos como un modo de compensar su ausencia durante el trabajo y se sienten ansiosas ante la separación de su hijo. Por ejemplo, estas mujeres estimulan demasiado al bebé al jugar con él y no le permiten establecer su propio ritmo ni enfocarse en el juego. Cuando una madre trabajadora se relaciona con su hijo de un modo adecuado, la vinculación puede ser totalmente segura. Es decir, no depende de la cantidad de tiempo que dedique a su hijo, sino de la calidad de ese tiempo y su comportamiento con el niño.

Las madres de bebés con vínculos afectivos de seguridad son más sociables, manifiestan más empatía y muestran una emoción más positiva, pero también manifiestan abiertamente más emociones de enojo y tristeza alrededor de sus hijos.

Las madres de bebés con vínculo afectivo de inseguridad se sienten más inseguras y desamparadas, experimentan más ira y tristeza pero manifiestan estos sentimientos con menos franqueza alrededor de sus hijos.

2. El comportamiento del hijo

Los niños también influyen en las personas que los cuidan y, por tanto, contribuyen a la formación del tipo de vínculo afectivo.

Los bebés con vínculo afectivo de inseguridad lloran más, exigen más atención y demuestran más tristeza e ira. Este comportamiento puede hacer que sus madres sientan tristeza, ira y desamparo, y este comportamiento, a su vez afectaría al bebé.

La irritabilidad también puede relacionarse con el tipo de vinculación afectiva. Una investigación halló que los bebés de dos días que se muestran irritables cuando se les quita el chupete de la boca manifestaron un vínculo afectivo inseguro a los catorce meses.

Prácticamente cualquier cosa que haga un bebé (succionar, sonreír, llorar, abrazar...) que produzca una respuesta de un adulto puede formar parte del establecimiento del vínculo afectivo. Hacia la octava semana de vida, los bebés dirigen estos comportamientos hacia la madre más que a cualquier otra persona. Cuando la madre responde con calidez y alegría y brinda al bebé la oportunidad de contacto físico frecuente y libertad para explorar, los niños se dan cuenta de que sus acciones ejercen una influencia en los demás, lo cual les proporciona un sentimiento de poder y confianza en su capacidad para obtener lo que desean. Los bebés que lloran y sea agitan mucho, pero cuya madre responde calmándolos tienden a desarrollar un vínculo afectivo de seguridad.

Cambios y estabilidad del vínculo afectivo

Por lo general, los patrones del vinculo afectivo persisten a lo largo del tiempo, pero a menudo también pueden cambiar. En un estudio se vio que casi la mitad de los niños cambiaron su tipo de vínculo entre los 12 y los 19 meses. Estos cambios estuvieron relacionados con modificaciones en su vida diaria, como el trabajo de la madre fuera de casa o los cambios en el cuidado del niño. Tras estos cambios algunos bebés se volvieron más inseguros, pero en la mayoría de los casos el vínculo se fortaleció.

Algunos hijos de madres jóvenes e inmaduras, que habían mostrado en un principio un vínculo ambivalente, se volvieron más seguros cuando sus madres adquirieron experiencia, habilidades para el cuidado de sus hijos y actitudes más positivas.

Además, aunque los estudios se han centrado principalmente en la relación del bebé con la madre, otras personas, como el padre, o los abuelos, también pueden ejercer una influencia y un cambio en el tipo de vínculo del niño.

¿Cómo influye en las personas el tipo de vínculo formado en al infancia?

Los niños que han establecido un vínculo de seguridad y que, por tanto, cuentan con una base segura, no necesitan estar abrazados a sus madres continuamente. Se sienten seguros para alejarse de ella y explorar el ambiente, porque saben que ella seguirá ahí cuando vuelvan. Esta libertad les permite intentar y aprender cosas nuevas, afrontar problemas y sentirse más tranquilos ante las situaciones nuevas o desconocidas.

Entre lo tres y cinco años, los niños con vínculos afectivos de seguridad son más curiosos y competentes, se llevan mejor con otros niños y tienen mayor probabilidad de establecer amistades íntimas. También tienen una mayor probabilidad de ser independientes en el preescolar y consultar a los profesores sólo cuándo los necesitan.

A los diez y once años, los niños que han tenido un vínculo de seguridad en la infancia son más capaces de hacer y mantener amigos y de actuar en grupo.

A los catorce o quince años, obtienen puntuaciones más altas en salud emocional, autoestima y competencia. Además, tienen más apertura de sentimientos.