Autora: Ana Muñoz
1. El desarrollo del bebé
Al inicio del cuarto mes, en la semana 13 de embarazo, todos los órganos, músculos y nervios del bebé están formados y empiezan a funcionar normalmente.
Tanto las orejas como los ojos están ya formados, aunque no puede abrir los ojos puesto que los párpados están unidos para permanecer protegidos. Los huesos empiezan a formarse en el interior de sus brazos y piernas y el resto de su cuerpo, así como el cráneo.
Ya es capaz de moverse, estirarse y dar patadas aunque todavía es demasiado pequeño para que lo notes.
Durante la semana 14, los ovarios empiezan a bajar hacia la pelvis si es una niña y a formarse la próstata si es un niño. La glándula tiroides comienza a funcionar y a producir las hormonas tiroideas. El paladar terminará de formarse al final de esta semana.
Durante la semana 15, los ojos y las orejas adquieren ya un aspecto normal, aunque las orejas están aún un poco bajas. Comienzan a aparecer las cejas y el cabello. Al final de esta semana, sus músculos se habrán desarrollado lo suficiente como para que pueda cerrar el puño.
En la semana 16, los músculos faciales se han desarrollado ya lo suficiente como para que pueda hacer expresiones faciales. Si pudieras verle la cara, observarías que muestra diversas expresiones diferentes, como fruncir el ceño, aunque estas expresiones no son respuestas a emociones sino tan solo movimientos de su cara. Los ojos son ya sensibles a la luz. Si es una niña, en esta semana empiezan a formarse millones de óvulos en sus ovarios.
Es frecuente que en la última semana de este mes, el bebé tenga accesos de hipo frecuentes, aunque la madre no lo note. Dado que su tráquea está llena de líquido en vez de aire, el hipo no produce ningún sonido. Mide unos 12 centímetros.
Feto de 16 semanas. © Nilsson
2. Los cambios en el cuerpo de la mujer
El inicio del segundo trimestre de embarazo proporciona un cierto alivio, ya que las molestias típicas del primer trimestre empiezan a desaparecer. El riesgo de aborto es ahora muy bajo.
Circulación. Tu cuerpo continua produciendo más sangre y tu presión arterial disminuye (la presión sistólica cae entre 5 y 10 puntos y la diastólica cae entre 10 y 15 puntos). Por este motivo, puedes sentir mareos, especialmente con el calor, que dilata aún más tus vasos sanguíneos. El aumento del flujo sanguíneo en tu cuerpo puede causar congestión nasal y un leve sangrado nasal o de las encías.
Durante las 20 primeras semanas de embarazo, el cuerpo produce plasma sanguíneo con más rapidez que glóbulos rojos, lo que puede hacer que haya una menor concentración de glóbulos rojos, causando anemia. Por este motivo, es importante tomar suficiente hierro, que tu cuerpo utilizará para fabricar los glóbulos rojos, que son los encargados de llevar oxígeno a tu cuerpo y al de tu bebé. La anemia puede hacer que estés cansada y que seas más propensa a enfermar.
Pulmones. Durante este mes, tu capacidad pulmonar aumenta y tus pulmones inhalan entre un 30 y un 40 % más de aire que antes. Esto ayuda que tu sangre lleve más cantidad de oxígeno a la placenta y el bebé. Por tanto, puedes notar que respiras más rápido de lo normal e incluso que a veces parece faltarte aire. Tu caja torácica también se expandirá para permitir esta mayor expansión de tus pulmones.
Aparato digestivo. El aumento de estrógenos y progesterona hace que los músculos lisos se relajen, lo que afecta a tu aparato digestivo, que se vuelve más lento para permitir que una mayor cantidad de nutrientes sean absorbidos. No obstante, este enlentecimiento, junto con un útero expandido, puede hacer que tengas reflujo gastroesofágico y estreñimiento. Aproximadamente el 50 % de las mujeres embarazadas presentan estos síntomas.
Útero y vagina. El útero, ya de mayor tamaño, comienza a hacer que tu centro de gravedad cambie y a veces puedes tener la sensación de que fueras a caerte. El crecimiento del útero aumenta la tensión en los ligamentos y músculos que lo sostienen, lo que puede producir dolor en la parte baja del abdomen. El flujo vaginal, de color blanco, suele aumentar debido a la acción de las hormonas.
Debido a la presión que ejerce el útero sobre las venas de tus piernas, puedes sentir calambres en ellas, sobre todo de noche.
Infecciones urinarias y vaginales
Debido a la acción relajante de la progesterona sobre la musculatura lisa, el flujo de orina puede ser más lento. Además, el útero de mayor tamaño puede también dificultar le flujo de orina. Eso puede hacer que seas más propensa a las infecciones urinarias. Por tanto, si notas alguna molestia al orinar acude a tu médico. Si no se tratan, estas infecciones pueden producir un parto prematuro.
Las infecciones vaginales son también frecuentes durante el embarazo debido a que los cambios hormonales pueden alterar el equilibro de organismos vaginales, haciendo que un tipo de organismos crezca más deprisa que otros. Si tienes una descarga vaginal verdosa o amarillenta o con mal olor, picor o irritaciones vaginales acude a tu médico.