Autora: Sonia Macías, psicóloga.
Luisa acaba de darse cuenta de que en sus relaciones siempre acaba sucediendo lo mismo. "¿Por qué todas tus parejas se parecen, ya sea físicamente o en su personalidad?", le había preguntado su mejor amiga unos meses antes. "Si, es cierto", respondió Luisa, "y además… ¿por qué con todas mis parejas acabo sintiéndome igual, tan insegura, con ese miedo a perderles?"
Lo que le sucede a Luisa con sus relaciones, nos puede suceder también en otros ámbitos como en el trabajo o en las relaciones familiares o de amistad. Parece que a veces repetimos una y otra vez un mismo patrón o guión, incluso los sucesos referidos a un mismo tema, si los analizamos conjuntamente tienen algo en común o a veces obtenemos los mismos resultados, la historia acaba terminando igual que la anterior, como si no pidiéramos dejar de tropezar con la misma piedra una y otra vez.
Adoptamos un papel que interpretamos una y otra vez. Este papel incluye sentimientos, emociones, percepciones y formas de relacionarnos.
Luisa llevaba saliendo con Miguel casi ya seis meses, al principio de su relación pensó que definitivamente había encontrado al hombre de su vida, todo parecía fluir estupendamente, se divertían juntos, podían hablar juntos de cualquier tema, sexualmente se atraían, disfrutaban plenamente y lo más importante de todo ¡¡ se amaban!! Así se lo comunicaba Miguel, que parecía tan emocionado como ella de haberse descubierto mutuamente, por eso ahora, después de estos meses de aparente felicidad, Luisa no entendía por qué Miguel le estaba diciendo que ya no sentía lo mismo, ya no estaba enamorado desde hacía un tiempo y no quería seguir con ella.
Todos los planes de Luisa se vinieron abajo de un plumazo, había pensado incluso en proponerle a Miguel el ir a vivir juntos, se imaginaba la casa donde se criarían sus hijos y serían felices… pero ahora Miguel parecía no estar muy de acuerdo con sus planes. Como Luisa era consciente, no era la primera vez que le sucedía esto, también su anterior relación le había dejado alegando sentirse agobiado por ella sin casi esperárselo.
Eduardo, su primer novio y con el que aun conservaba la amistad, le decía que no podía entregarse tanto en las relaciones, dar tanto incondicionalmente, porque lo que provocaba en el otro era “salir corriendo” cosa que le había sucedido también a él. Luisa no entendía nada… ¿Pero no se supone que en el amor hay que amar incondicionalmente y entregarse al cien por cien?
Tras esta última ruptura, Luisa empezó a deprimirse, no quería volver a salir con nadie, ya no sabía que era lo que hacía que se estropeara todo, ¿tendría razón Eduardo
Este estado fue lo que le hizo decidirse a acudir a terapia. En otras ocasiones ya había tenido la intención de buscar ayuda, se sabía muy susceptible, con tendencia a sufrir demasiado por cualquier roce que tuviera con cualquier amigo y más cuando el roce era con su pareja, siempre tenía la tendencia a sentirse culpable del incidente y con miedo a perder la amistad o a la otra persona.
Con su psicólogo, Luisa descubrió cual era su guión de vida, cómo se había sentido abandonada ya desde muy pequeña por su padre, se dio cuenta también de que las parejas que elegía realmente eran personas que por sus circunstancias personales o por su personalidad era muy posible que le acabaran abandonando…Se dio cuenta de que trataba una y otra vez de resolver su conflicto hasta ahora inconsciente que nació en su infancia, demostrándose a si misma que esta nueva pareja sería la definitiva, y que éste si que no le abandonaría, con éste no sentiría lo mismo que sintió de pequeña. Por ello el abandono le atemorizaba tanto. Hacía “lo imposible” para que éste no se diera, intentando amarrar a sus parejas o siendo demasiado complaciente. Al final autocumplía su profecía y todos le acababan abandonando.
Solo con darse cuenta de esto, algo cambió dentro de ella, al menos ya entendía que estaba sucediendo… en sesiones posteriores también pudo trabajar su miedo al abandono, enfrentarse a él aceptándolo (paradójicamente) y sentirse segura en su soledad, imprescindible para Luisa.