Autora: Ana Muñoz


¿Qué es el cáncer?

El cáncer consiste en un crecimiento descontrolado de células anormales. Cuando el crecimiento celular está fuera de control, las células se dividen demasiado rápido.

En los tejidos normales, las tasas de crecimiento de nuevas células y la muerte de células viejas se mantienen en equilibrio. En el caso del cáncer, este equilibrio se altera. Esta alteración puede ocurrir como resultado de un crecimiento celular descontrolado o de la pérdida de una habilidad de la célula de someterse a suicidio celular mediante un proceso conocido como "apoptosis". La apoptosis o "suicidio celular", es el mecanismo mediante el cual las células viejas o dañadas normalmente se autodestruyen.

Al alterarse el control del crecimiento, las células se dividen más rápido de lo normal, dando lugar a un crecimiento de una masa de tejido conocido como tumor o neoplasia. La rapidez con la que crezca el tumor dependerá de lo rápida que sea la división celular.

Los cánceres son capaces de diseminarse a través de todo el cuerpo mediante dos mecanismos: invasión y metástasis. La invasión consiste en la migración y penetración directa de las células cancerosas en los tejidos vecinos. La metástasis se refiere a la habilidad de las células cancerosas para penetrar dentro de los vasos linfáticos y sanguíneos, circular a través del torrente sanguíneo y después invadir los tejidos normales en otras partes del cuerpo.

Los tumores pueden ser benignos o malignos, dependiendo de su capacidad para diseminarse por invasión y metástasis. Los tumores benignos no se pueden diseminar por invasión o por metástasis, mientras que los tumores malignos son capaces de diseminarse por invasión y por metástasis. El término "cáncer" se aplica sólo a los tumores malignos.

Un tumor maligno, o cáncer, es un problema más grave que un tumor benigno debido a que las células cancerosas se pueden diseminar a partes distantes del cuerpo. Por ejemplo, un melanoma (un cáncer de células pigmentadas) que se origina en la piel puede tener células que entran al torrente sanguíneo y se diseminan a órganos distantes, como por ejemplo, el hígado o el cerebro. Las células del melanoma que crecen en el cerebro o en el hígado pueden alterar las funciones de estos órganos vitales y por lo tanto poner en peligro la vida del paciente.

¿Por qué se produce el cáncer?

El cáncer es el resultado de una serie de mutaciones que alteran el ADN de una célula y ocasionan una alteración de dos tipos de genes relacionados con el cáncer:

1. Los primeros se encargan de impedir la formación de tumores. Lo que hacen es controlar la capacidad de la célula para dividirse y crecer. Si estos genes se ven alterados, la célula puede crecer sin control, formándose el tumor.

2. La segunda variedad recibe el nombre de oncogenes, que estimulan el crecimiento (es decir, al división celular). Las mutaciones activan estos oncogenes. Muchos autores consideran que esta activación de los oncogenes es el acontecimiento inicial que desencadena el cáncer.

Cáncer e inmunoterapia

En la actualidad, son muchas las investigaciones que indican que el sistema inmunitario puede combatir el cáncer. Y en el siglo XIX, los médicos notaron que los tumores disminuían en pacientes que contraían infecciones bacterianas. William B. Coley, un cirujano del Memorial Hospital de Nueva York desde 1892 hasta 1936 estudió el uso de terapias basadas en esta observación. Desarrolló una vacuna elaborada con bacterias muertas para desencadenar una respuesta que acabara con el tumor. Este tratamiento, que en la actualidad se consideraría inmunoterapia (porque pretende combatir la enfermedad usando las propias defensas del cuerpo del enfermo) consiguió curar por completo a algunas personas. Pero no se aceptó ampliamente debido a que los resultados eran imprevisibles.

Durante los años 60 y 70, hubo una amplia aceptación del modelo de la inmunovigilancia. Esta teoría mantiene que el sistema inmunitario busca constantemente y destruye las células cancerígenas formadas. Se supone que el tumor aparece cundo este mecanismo falla. No obstante, investigaciones posteriores sugirieron que el sistema inmunitario atraca sólo tumores causados por infecciones virales, que constituyen una minoría.

Más recientemente, se ha vuelto a despertar el interés en la inmunoterapia para el cáncer. Los investigadores han descubierto y aislado las células y otros componentes que permiten al sistema inmunitario defender al organismo de los ataques y el daño en los tejidos. Al estudiar estos componentes, los inmunólogos han alcanzado una comprensión más amplia del funcionamiento del sistema inmunitario, así como de los mecanismos mediante los cuales pueden llegar a controlar el cáncer en el futuro.

Por ejemplo, el cáncer superficial de la vejiga responde bien a una vacuna llamada BCG (Bacillus Calmette-Guérin), usada para combatir la tuberculosis. Estos microbios no producen enfermedad porque inducen una intensa respuesta inmunitaria. Este tipo de cáncer de vejiga suele recurrir después de la intervención quirúrgica y en fases posteriores va invadiendo zonas cada vez más profundas. Sin embargo, al introducir el BCG en la vejiga mediante un catéter se produce una respuesta inflamatoria crónica (es decir, una activación prolongada del sistema inmunitario que combate a los invasores). Esta respuesta inmunitaria acaba destruyendo las células cancerosas. Estos paciente tienen un riesgo mucho más bajo de recurrencia.

No obstante, el peligro principal del cáncer está en su capacidad de metástasis e invasión. Para eliminar este peligro, las inmunoterapias han de ser capaces de encontrar tumores incipientes en cualquier parte del cuerpo. Para lograr esto, los científicos has investigado las citoquinas, moléculas que ayudan a dirigir la respuesta inmune. Entre las citoquinas se encuentran proteínas como el interferón, las interleuquinas y el factor de necrosis tumoral.

Por otra parte, para que la inmunoterapia sea efectiva, ha de poder distinguir las células cancerosas de las normales. Un modo de que el sistema inmunitario logre reconocer las células malignas es mediante unas moléculas llamadas antígenos, que se encuentran en la superficie de la célula. Los científicos han especulado que las células cancerosas deben mostrar moléculas que señalen que son anormales. Si dichos antígenos se encuentran, los investigadores podrían desarrollar métodos para hacer estas células más visibles para el sistema inmunitario.

Los anticuerpos, descubiertos a finales del siglo XIX, constituyen el medio para buscar a estos antígenos específicos de las células cancerosas. Los anticuerpos circulan por la sangre y se unen a antígenos extraños. Al hacer esto, marcan a los invasores para que sean destruidos por otras células del sistema inmunitario, como los macrófagos.

La búsqueda de la vacuna contra el cáncer

Una vacuna contra el cáncer tendría como objetivo estimular el sistema inmunitario del paciente para que destruyera el tumor. Los científicos descubrieron que, cuando los virus o sustancias químicas inducen un tumor en ratones, las células cancerosas portaban un antígeno que podían inmunizar a otros ratones contra trasplantes de tumores. Estudios posteriores mostraron que los linfocitos T tomados de animales inmunizados podían transferir la inmunidad contra los tumores en animales sanos de su misma especie.

El investigador Lloyd J. Old (del Ludwig Institute for Cancer Research, Nueva York) y su equipo han encontrado que una cierta cantidad de pacientes con melanoma mostraban una respuesta inmunitaria específica contra sus propios tumores. Estos pacientes tenían un curso clínico más favorable. El siguiente paso consistía en aislar los antígenos del tumor para probarlos en una vacuna. Thierry Boon y sus colaboradores del Ludwig Institute for Cancer Research de Bruselas encontraron dos tipos de antígenos tumorales que desencadenaban una respuesta de los linfocitos T en pacientes con melanoma.

Otra técnica que está siendo estudiada consiste en exponer los linfocitos T de un paciente a los antígenos tumorales en el laboratorio para provocar una reacción inmunitaria y luego inyectarlos de nuevo al paciente. Esta técnica puede servir sobre todo para pacientes cuyo sistema inmunitario se ha visto debilitado por la enfermedad y la terapia. Por ejemplo, los tratamientos con radioterapia, quimioterapia y trasplante de médula ósea en pacientes con leucemia, dejan al paciente inmunosuprimido y vulnerables a infecciones, como infecciones por citomegalovirus. No obstante, una inyección de linfocitos T específicos para los citomegalovirus pueden reducir el riesgo de esta infección.

No obstante, las células cancerosas son capaces de evitar ser detectadas por el sistema inmunitario. Pueden alterarse de modos que las hagan irreconocibles para las células defensivas. Por este motivo, los científicos consideran que el mejor modo de combatirlas consiste en atacarlas desde diversos frentes.

Por otra parte, la inmunoterapia podría desencadenar también enfermedades autoinmunes (enfermedades en las que el sistema inmunitario ataca los tejidos sanos del propio organismo, como es el caso de la artritis reumatoide o el lupus eritematoso sistémico), lo cual hace a los científicos ir con cautela en estas investigaciones.

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Referencias: Lloyd J. Old. Inmunotherapy for cancer. Scientific American, septiembre, 1996