Autora: Ana Muñoz

La esclerosis múltiple es una enfermedad neurológica caracterizada por la aparición de numerosas lesiones en la sustancia blanca del sistema nervioso central (SNC). La sustancia blanca está formada por fibras nerviosa, las cuales, a su vez, están formadas por células nerviosas llamadas neuronas.

El rasgo más importante de estas lesiones consiste en la pérdida de una sustancia que rodea a las células nerviosas y que recibe el nombre de mielina. La mielina es una capa formada por proteínas y lípidos (grasas) que acelera la transmisión del impulso nervioso. Debido a la pérdida de mielina, no se produce correctamente la transmisión del impulso nervioso a través de los nervios, produciendo un daño en la función corporal.

Estas lesiones no aparecen al mismo tiempo, sino en brotes y pueden presentarse en cualquier lugar de la sustancia blanca del cerebro y la médula espinal, dando lugar a una sintomatología muy variable según su localización.

Suele ser una enfermedad crónica, con exacerbaciones y remisiones. Algunas personas experimentan síntomas durante un breve periodo de tiempo y luego permanecen sin síntomas durante años, mientras que otras pueden sufrir una progresión más estable de la enfermedad.

Prevalencia

La edad de comienzo más frecuente es entre los 20 y los 40 años, siendo raro el inicio antes de los 10 o después de los 50. Es algo más frecuente en mujeres. La zona de más riesgo la constituye el norte de Europa occidental y de los Estados Unidos, con una prevalencia de unos 60 casos por cada 100.000 habitantes. El sur de Europa, incluyendo España, es una zona de riesgo intermedio, con 10 casos por cada 100.000 habitantes, mientras que esta enfermedad es rara cerca del Ecuador.

Si una persona emigra a otro país después de los 15 años, estará sujeta al mismo riesgo de su país de origen, mientras que si emigra antes de esa edad, adquiere el riesgo de país al que ha emigrado. Esto implica que existen factores ambientales decisivos en la aparición de esta enfermedad.

Las personas que fuman tienen un riesgo 1,6 veces mayor de desarrollar esclerosis múltiple y tienen una progresión más rápida de la enfermedad.

Causas

La mayoría de los investigadores consideran que se trata de una enfermedad autoinmune; es decir, una enfermedad en la que el sistema inmunitario del paciente ataca a sus propias células, produciendo inflamación del SNC, con daño en la capa de mielina. El axón no suele estar dañado, aunque con el tiempo también puede degenerar. Las áreas de inflamación reciben el nombre de lesiones activas. En las lesiones más antiguas no hay inflamación, sino una especie de tejido cicatricial que recibe el nombre de placa.

Se considera también la posibilidad de la existencia de un virus lento. Es decir, la esclerosis múltiple podría ser la secuela de una infección vírica adquirida en la infancia con un largo periodo latente (sarampión, herpes, virus de Epstein-Barr). Tras ser expuesto a uno de estos virus, la respuesta autoinmune podría desarrollarse en personas genéticamente susceptibles.

Otros investigadores se centran en deficiencias nutricionales, concretamente vitamina B3.

Pronóstico

La esclerosis múltiple rara vez acorta la vida del paciente. En general, al cabo de unos 15 años, el 30% de los enfermos puede llevar una vida independiente y activa laboralmente y alrededor del 50% puede necesitar algún tipo de asistencia para caminar.

El comienzo temprano y el curso en brotes hacen que la enfermedad tenga un pronóstico favorable.

Síntomas

Los síntomas se deben al bloqueo de la conducción del impulso nervioso en las fibras afectadas. La conducción nerviosa todavía es posible en los axones en los que la desmielinización no es completa; sin embargo, estas fibras parcialmente afectadas pueden ver alterado su funcionamiento de forma transitoria por cambios químicos, como un aumento de la temperatura. Estos cambios pueden ocasionar síntomas transitorios.

Los síntomas pueden desaparecer, incluso aquellos que han persistido durante semanas o meses. Esto se debe en parte a la disminución de la respuesta inflamatoria de la fase aguda y en parte a la remielinización de los axones (es decir, la recuperación de la capa de mielina).

El cuadro clínico se caracteriza por la multitud de los síntomas y la tendencia a variar de naturaleza y gravedad a lo largo del tiempo.

Síntomas motores. Son los más frecuentes al comienzo de la enfermedad. El paciente puede informar de que arrastra la pierna al caminar o de que ha perdido fuerza en una mano o bien referir sensaciones de fatiga, pesadez o rigidez de piernas, tropiezos o caídas frecuentes.

Trastornos sensitivos, como adormecimientos y hormigueos. A veces los enfermos describen sensaciones en banda o cinturón alrededor del tronco o de una extremidad.

Trastornos de la coordinación motora debido a la afectación del cerebelo y sus conexiones, como inestabilidad al caminar, incoordinación o torpeza en los movimientos delicados de las manos y trastornos del lenguaje como disartria atáxica (pronunciación de las palabras sílaba por sílaba y con una entonación lenta e irregular)

La pérdida brusca de la agudeza visual ocurre en el 25% de los pacientes. Suele afectar a un solo ojo y aparece en el curso de horas o días, con cierto dolor ocular. Suele desaparecer de forma espontánea al cabo de unas semanas, aunque en algunos casos persiste una pérdida permanente de la agudeza visual de grado variable. En algunos casos, el otro ojo puede verse afectado tiempo después o casi a la vez.

Los trastornos de los esfínteres del recto y la vejiga son frecuentes, sobre todo estos últimos, pudiendo ser el primer síntoma de la enfermedad en el 5% de los casos. La afectación de la vejiga suele dar lugar a micciones frecuentes o incontinencia "de urgencia". La disfunción de la vejiga con frecuencia da lugar a infecciones urinarias repetidas. En el hombre se acompaña a menudo de impotencia sexual.

Los síntomas mentales suelen ser frecuentes. Son comunes la depresión y la euforia inapropiada. Este último síntoma es característico de esta enfermedad. También pueden darse trastornos de la memoria y manifestaciones afásicas sutiles. En casos avanzados el paciente puede presentar demencia y no son infrecuentes los episodios incontrolables de risa o llanto espasmódico.

Agravación por el calor. La mayoría de los pacientes con esclerosis múltiple tienen una especial sensibilidad al calor, de manera que los síntomas pueden aparecer o empeorar por el calor (por ejemplo, tras un baño caliente).

Fatiga. Otro síntoma muy frecuente es la fatiga. Suele aparecer a media tarde y se puede manifestar por debilidad motora progresiva ante el esfuerzo, fatiga mental, lasitud o somnolencia.

Contracciones. Algunos pacientes sufren crisis tónicas (contracciones) de los músculos de la cara, el tronco o las extremidades, acompañadas de hormigueos u otras sensaciones anómalas.