Autora: Ana Muñoz


La palabra homotoxicología significa estudio de las toxinas humanas. La homotoxicología estudia la acción biológica de ciertas sustancias denominadas toxinas en los procesos fisiológicos y de mantenimiento de la salud.

Su fundador es el doctor Hans Heinrich Reckeweg, nacido en 1905 en Herford, Westfalia. Estudió medicina en las universidades de Wurzburg, Berlín, Münster y Bonn y en 1928 empezó a trabajar como médico asistente.

Realiza estudios de homeopatía en la universidad de Berlín, donde años más tarde ejercería como profesor. Sin embargo, llega a la conclusión de que era muy difícil que la homeopatía de Hahnemann encontrara una fácil aceptación dentro de la medicina convencional. En 1936 abre los laboratorios farmacéuticos homeopáticos Heel. Allí investiga en profundidad todos los principios homeopáticos y llega a desarrollar las bases de un nuevo concepto de la medicina.

La homotoxicología contempla la enfermedad como un conjunto de reacciones defensivas biológicamente adecuadas que surgen como una lucha contra la acción de las homotoxinas, tanto internas como externas. En el organismo humano ingresan ciertas sustancias necesarias, como alimentos, aire, agua. Tras una serie de reacciones químicas y físicas, las sustancias que no son útiles son eliminadas mediante los mecanismos de eliminación del cuerpo.

A menudo, las sustancias que entran en el organismo resultan tóxicas (homotoxinas exógenas), Del mismo modo, si los productos de desecho no se eliminan correctamente, se convierten en homotoxinas endógenas (formadas en el interior del organismo).

Si no ingresan sustancias nocivas y los productos resultantes del metabolismo se eliminan adecuadamente, entonces se mantiene la salud. Sin embargo, constantemente nos vemos bombardeados por homotoxinas exógenas, como son los productos provenientes de la contaminación ambiental, sustancias añadidas a la alimentación (colorantes, conservantes, potenciadores del sabor o color...) uso de pesticidas, etc. Todo esto no sólo aumenta la carga tóxica de nuestro organismo sino que genera reacciones por parte de nuestro sistema defensivo, aquello que Reckeweb denominó el Sistema de la Gran Defensa.

El sistema de la gran defensa

Hace referencia a una serie de órganos y funciones que actúan unidos en la lucha contra la acción de las toxinas, buscando el retorno al estado de equilibrio que supondría la salud. Entre los componentes de este sistema se encuentran un conjunto de células con diversas funciones, como los anticuerpos; procesos de inflamación y resorción; mecanismos de vasodilatación y aumento de la permeabilidad capilar; reacciones enzimáticas; acción detoxicante del hígado (capaz de neutralizar ciertas sustancias tóxicas), etc.

Todo este conjunto de reacciones defensivas funcionan al unísono para luchar contra los agentes tóxicos endógenos y exógenos. Cuando el organismo no puede detoxicar ni eliminar la totalidad de las sustancias tóxicas, se produce una acumulación de éstas. Es entonces cuando se pone en marcha el Sistema de la Gran Defensa para tratar de recuperar el equilibrio, apareciendo una serie de síntomas que, aunque solemos llamar síntomas de enfermedad, son más bien síntomas de la lucha contra la enfermedad.

Las fases de enfermedad

Reckeweg describe seis fases de enfermedad, según la acumulación de sustancias tóxicas:

1. Fase de excreción. No puede considerarse una enfermedad en sí. Equivale al esfuerzo del organismo para eliminar más intensamente las homotoxinas acumuladas. Por ejemplo, una diarrea producida para eliminar sustancias tóxicas que han podido ingresar mediante una alimentación inadecuada. Si en esta fase utilizamos una terapia de tipo supresivo (que elimine la diarrea, por ejemplo) acabaríamos con el síntoma, pero continuaría la acumulación toxínica en el interior.

2. Fase de reacción. Si el organismo no puede eliminar por sus propias vías las homotoxinas, se intensifican las reacciones defensivas, apareciendo reacciones inflamatorias (de combustión de toxinas). De nuevo, si eliminamos esta fase mediante métodos de supresión de la inflamación, estaríamos atentando contra el proceso fisiológico defensivo.

Lo que hace la homotoxicología es estimular estas dos primeras fases mediante el uso de homeopatía y medicamentos homotoxicológicos, de manera que un proceso de excreción o inflamación no se inhiben sino que se potencia todo el Sistema de la Gran Defensa. Así se consigue que un proceso patológico sea tan corto como sucedería con un tratamiento supresivo de medicina convencional, pero sin los riesgos de que las toxinas permanezcan en el interior del cuerpo.

3. Fase de deposición. Si las dos fases anteriores resultan insuficientes, aparece la fase de formación de depósitos de toxinas, en un intento defensivo de que no se distribuyan por el resto del cuerpo afectando a cualquier otro órgano. Así se originan ateromas, verrugas, adiposidad y miogelosis.

Estas tres fases se denominan fases humorales y presuponen un diagnóstico favorable. No existen lesiones celulares, de modo que el trastorno es sólo funcional. Las tres fases siguientes reciben el nombre de fases celulares. Se producen cuando las homotoxinas no han podido eliminarse mediante las fases anteriores y el líquido extracelular (el líquido situado en el espacio entre las células, que baña , protege y nutre a cada una de nuestras células) se llena de homotoxinas hasta un punto en que aumenta la presión osmótica de este medio y las homotoxinas penetran en la célula, comenzando las manifestaciones celulares de la enfermedad:

4. Fase de impregnación. Supone el paso de las homotoxinas al interior de las células. Comienza a alterarse el funcionamiento y metabolismo celular, dando origen a fases realmente tóxicas.

5. Fase de degeneración. Dentro de las células, las homotoxinas realizan una reacción de tipo degenerativo.

6. Neoplasia. Una situación degenerativa mantenida da lugar a neoformaciones con crecimiento y comportamiento celular aberrante, como en el cáncer.

El cuadro sintomático del paciente se produce en función del lugar de menor resistencia.

Veamos un ejemplo de desarrollo de enfermedad

La histamina es una sustancia que se encuentra en todo el organismo y es necesaria para realizar determinadas funciones vitales, como la defensa inmunológica. Ante la presencia continuada de un antígeno, la secreción de histamina se puede ver aumentada, convirtiéndose así en una homotoxina más. En este punto, las funciones excretoras entrarán en funcionamiento para eliminarla por la vía más habitual, que es la urinaria.

Si la secreción es tan grande que esto no es suficiente, el organismo intentará eliminarla por otras vías, como puede ser la excreción cutánea, a través de la piel. Así aparecerá en el punto de eliminación una irritación o eczema. Si suprimiéramos este síntoma mediante algún fármaco supresivo, el contenido excesivo de histamina seguiría existiendo, pero al suprimir la vía cutánea de excreción, el contenido histamínico emigrará hacia otras zonas u órganos. Si se desplaza hacia el hemodermo, puede producir arritmias cardíacas. Si va hacia el endodermo, podrá provocar en los pulmones una crisis asmática. Si se orienta hacia el aparato digestivo, una úlcera gastroduodenal. La causa siempre será la misma: un exceso de histamina, pero la gravedad de la enfermedad será mayor si suprimimos la acción de la homotoxina en vez de canalizarla adecuadamente, favoreciendo su expulsión.

Es frecuente que durante el tratamiento con homotoxicología de una enfermedad asmática o una úlcera, desaparezcan los síntomas asmáticos o la úlcera y aparezca un eczema. Esto hace ver al terapeuta que la evolución es adecuada y que posiblemente este paciente haya suprimido un eczema en el pasado con corticoides o antihistamínicos, de modo que ahora el cuerpo vuelve a utilizar esta vía menos peligrosa de eliminación de la histamina.

Para que un proceso patológico evolucione correctamente hacia la salud, debe hacerlo del siguiente modo:

  • Los síntomas deben evolucionar de la cabeza a los pies (desde las zonas más vitales hacia las menos importantes para la salud).
  • De dentro hacia fuera: desde el interior del organismo hacia las partes más externas.
  • Desaparición de los síntomas en sentido inverso a su aparición. Es decir, los síntomas que han aparecido más tarde en el transcurso de la enfermedad deben eliminarse antes que los más antiguos (por ejemplo, primero el asma, luego el eczema).

Otro ejemplo: si el virus de la gripe (considerado una homotoxina) penetra en nuestro organismo, entra directamente en la célula, de manera que tenemos una fase de impregnación inmediata. Para defenderse, el organismo reacciona con una bronquitis o rinitis (fase de reacción), la cual se acompaña de hipersecreción bronquial, esputos, estornudos y, en general, fases de excreción. Si estimulamos el Sistema de la Gran Defensa en los puntos implicados en este proceso, favoreceremos la propia acción del organismo y la eliminación de la enfermedad.

Si suprimimos los síntomas mediante medicamentos supresivos, orientaremos las homotoxinas hacia fases celulares más establecidas. Esto agravará la situación toxínica, aunque sin síntomas demasiado evidentes. El organismo capta que la generación de síntomas es un esfuerzo inútil, pues se suprimen una y otra vez, viéndose debilitada la capacidad defensiva del cuerpo. Este puede ser el origen de la reaparición de brotes de tuberculosis en la actualidad.