Autora: Ana Muñoz

El embarazo

El nacimiento de un bebé supone un cambio importante en la vida de sus padres. No es raro que, incluso aunque se trate de un embarazo deseado, tanto la madre como el padre sientan nerviosismo, inseguridad, dudas acerca de su capacidad para ser padres, o se pregunten hasta qué punto el nuevo miembro de la familia alterará sus vidas. Al mismo, tiempo suelen estar emocionados y contentos.

La llegada del bebé cambia la identidad de los padres, su estado emocional, la relación entre ellos, con sus propios padres y con el resto del mundo de un modo difícil de imaginar.

La madre siente la presencia física del feto en su interior y no es raro que el padre presente también los síntomas del embarazado, como náuseas, dolor de espalda o dolor de cabeza. De este modo siente que participan de forma activa en el embarazo.

Los padres se preguntan cómo será su bebé, si será un niño o una niña y fantasean imaginando su forma de ser y comportarse o a cuál de los dos se parecerá. En ocasiones, la madre tiene pesadillas en las que su bebé nace con algún defecto.

Hacia el octavo mes, los padres son conscientes del ciclo actividad-sueño de su bebé y de su temperamento y se sienten unidos a él. Las relaciones con sus propios padres suelen cambiar para mejor. Se sienten más identificados con ellos, pues van a asumir los mismos roles que una vez rechazaron. La pareja que espera un hijo suele sentir un nuevo respeto hacia sus padres y tiende ver de forma positiva la paternidad.

No es raro que los futuros padres quieran hacerlo mejor de lo que lo hicieron sus propios padres y se activen en sus mentes recuerdos o sucesos del pasado. No quieren cometer los errores de sus padres.

La duración promedio del embarazo (también llamado gestación) es de 266 días. Durante este tiempo el óvulo fecundado se divide con rapidez y crece formándose un ser cada vez más complejo.

El desarrollo prenatal está controlado por genes que producen unas moléculas llamadas morfógenos, que van formando todas las partes del cuerpo. El desarrollo prenatal se divide en tres etapas: germinal, embrionaria y fetal.

Las etapas del embarazo

1. Etapa germinal

Esta etapa dura entre 10 días y dos semanas. Durante esta etapa, el óvulo fecundado se divide y avanza por la trompa de Falopio hasta implantarse en la pared del útero.

En las 36 horas siguientes a la fecundación, el cigoto formado por una sola célula se divide con rapidez. Tras 72 horas se ha dividido en 32 células y un día después está formado por 70 células. A medida que se divide, avanza por la trompa de Falopio hacia el útero, llegando al cabo de tres o cuatro días.

Cuando llega al útero tiene forma de esfera llena de líquido y recibe el nombre de blastocito. El blastocito flota libremente dentro del útero durante uno o dos días. Algunas células del borde del blastocito se sitúan en un lado para formar el disco embrionario, que es una gran masa celular donde se desarrollará el bebé.

En el disco embrionario se forman dos capas: la superior, llamada ectodermo, que se convertirá en la capa exterior de la piel, las uñas, el cabello, los dientes, los órganos sensoriales y el sistema nervioso, incluidos el cerebro y la espina dorsal.

La capa inferior, llamada endodermo, se convertirá en el sistema digestivo, el hígado, el páncreas, las glándulas salivales y el sistema respiratorio.

Luego se desarrolla una capa intermedia, llamada mesodermo, que se convertirá en la capa interior de la piel, los músculos, el esqueleto, el aparato excretor y el sistema circulatorio.

Otras partes del blastocito se convierten en los órganos que nutrirán y protegerán al bebé: la placenta, el cordón umbilical y el saco amniótico. La placenta está conectada al embrión por medio del cordón umbilical. A través de dicho cordón le suministra oxígeno y nutrientes, y retira los desechos de su cuerpo. También ayuda a combatir las infecciones internas y proporciona inmunidad al bebé ante diversas enfermedades. La placenta produce también las hormonas del embarazo, prepara los senos de la madre para la lactancia y estimula las contracciones uterinas durante el parto.

El saco amniótico es una membrana llena de líquido que envuelve al bebé, protegiéndolo y dándole un espacio para moverse.

La capa celular exterior del blastocito produce unas estructuras en forma de hilos que utiliza para adherirse a la pared del útero (implantación). Después de implantarse, el blastocito tiene cerca de 150 células. En el momento en que está totalmente implantado recibe el nombre de embrión.

2. Etapa embrionaria

Abarca desde la semana 2 hasta las semanas 8 ó 12. Durante esta etapa se desarrollan los órganos y los sistemas respiratorio, digestivo y nervioso.

Debido a la rapidez del desarrollo, esta etapa es un periodo crítico en el que el embrión es más vulnerable a las influencias del ambiente prenatal.

Se dice que es un periodo crítico porque cualquier suceso acaecido en esta etapa tiene un mayor impacto. Un órgano que está en desarrollo tiene más posibilidades de resultar afectado que un órgano ya desarrollado. Por este motivo, casi todos los defectos que se producen durante el desarrollo tienen lugar durante el primer trimestre (como paladar hendido, miembros incompletos o carencia de ellos, sordera, ceguera, etc.). Los embriones con defectos muy graves no sobreviven más allá de este periodo y se producen abortos espontáneos.

El feto se encuentra bien protegido en el útero contra casi todas las sacudidas. La mayor parte de los abortos espontáneos se producen debido a un embarazo anormal. El 31 % de todas las concepciones termina en aborto, y 3 de cada 4 abortos se producen durante el primer trimestre.

El riesgo de aborto es mayor si la mujer fuma, consume alcohol o café, ha tenido abortos anteriores, presenta sangrado vaginal durante el embarazo, tiene más de 35 años, tiene anormalidades uterinas, problemas endocrinos o ciertas infecciones.

Aunque el riesgo para la madre que tiene un aborto espontáneo es pequeño, a veces puede presentarse una hemorragia, una infección o una embolia.

El aborto da lugar a veces a depresión, sentimientos de culpa, ansiedad, y miedo a quedarse embarazada de nuevo. Si esto sucede, puede ser de ayuda acudir a un psicólogo para manejar el trauma que puede suponer un aborto.

Imagen: embrión de tres semanas

3. Etapa fetal

Abarca desde las semanas 8 - 12 hasta el nacimiento. El embrión comienza a convertirse en feto hacia la octava semana, con la aparición de las primeras células óseas. Sin embargo, como algunos órganos están todavía en periodo de formación, en ocasiones se considera que el periodo embrionario dura hasta la semana 12. En la semana 12, el embrión es ya totalmente un feto. A partir de ese momento, sólo quedan por desarrollarse aspectos menores, como las uñas y los párpados; el cuerpo crece casi 20 veces en longitud y cambia de forma.

Las capacidades del feto

Los fetos en el útero materno responden a las vibraciones y al sonido, lo que demuestra que pueden sentir y oír. Se mueven, patean, aspiran, cierran el puño, se chupan el pulgar. Alrededor del cuarto mes, puede sentir los cambios de postura de la madre.

Incluso en el interior del útero materno, los fetos presentan diferencias ente ellos. Unos son tranquilos, mientras que otros se mueven y agitan con frecuencia. Y este patrón suele persistir después del nacimiento, de modo que los fetos tranquilos suelen ser bebés tranquilos, mientras que los más activos, siguen siendo especialmente activos o nerviosos después de nacer.

Los fetos no solo pueden oír dentro de la matriz, sino que también son capaces de recordar y diferenciar lo que escuchan. Por ejemplo, los bebés recién nacidos suelen preferir la voz de su madre a la de otras mujeres, o una voz femenina a una voz masculina, lo cual indica que pueden llegar a recordar y preferir los sonidos que han escuchado antes de nacer.

Imagen: feto de 16 semanas

El ambiente prenatal

Ciertos factores del ambiente prenatal pueden afectar al feto. Por este motivo, tanto la madre como el padre han de tomar ciertas medidas para garantizar que su bebé se desarrolle en el amiente más favorable.

1. Nutrición de la madre

La alimentación que una mujer sigue durante el embarazo puede afectar la salud de su futuro hijo. Las mujeres que aumentan entre 10 y 20 kilos de peso durante el embarazo tienen menos probabilidades de abortar o de dar a luz a bebés muertos. Subir muy poco de peso es más peligroso que subir demasiado.

El ácido fólico (una vitamina del grupo B) es esencial para el adecuado desarrollo del sistema nervioso de los bebés. Por este motivo, a las mujeres que desean ser madres se las anima a incluir esta vitamina en su dieta antes de quedarse embarazadas y durante el embarazo.

Las madres cuya alimentación es inadecuada tienen más probabilidades de concebir bebés que nacen muertos o mueren al nacer o con un desarrollo cerebral anormal.

Una dieta adecuada para mujeres embarazadas ha de incluir los siguientes alimentos:

  • Granos: pan , cereal, arroz y pasta
  • Frutas y verduras ricas en vitamina C
  • Verduras de hoja verde
  • Frutas y verduras ricas en vitamina A
    Proteínas
  • Productos lácteos
  • Grasas y aceites

Las mujeres embarazadas necesitan comer más de lo habitual (entre 300 y 500 calorías más por día), incluyendo proteínas extras. Las mujeres adolescentes, enfermas, con estrés, o quienes toman la píldora hasta poco antes de quedare embarazadas necesitan más nutrientes de lo normal.

2. El consumo de drogas y alcohol durante el embarazo

Prácticamente todo lo que ingiere la madre llega hasta el feto. El consumo de drogas por parte de la madre causa serios daños, pues las drogas pueden atravesar la placenta.

Tomar medicamentos durante el embarazo también es peligroso, sobre todo antibióticos, cantidades excesivas de vitamina A, B6, C, D, y k, ciertos barbitúricos, opiáceos, varias hormonas, incluidas las píldoras anticonceptivas, andrógenos y estrógenos sintéticos, acutane (un fármaco que suele usarse para tratar el acné severo) y aspirina. En general, no se debe prescribir ningún medicamento a una mujer embarazada a menos que sea esencial para su salud o la del bebé.

El alcohol puede hacer que el niño nazca con síndrome de alcoholismo fetal, en el que se da un retraso mental antes y después de nacer, malformaciones faciales y corporales y desórdenes del sistema nervioso central (como perturbaciones del sueño, irritabilidad, hiperactividad, cansancio, bajo nivel de procesamiento de la información, problemas de aprendizaje y defectos motores). En otros casos, los niños pueden nacer con defectos de alcoholismo fetal, un trastorno algo menos severo, que puede incluir retraso mental, retraso en el crecimiento intrauterino y anormalidades congénitas menores.

Incluso un consumo moderado de alcohol puede producir daños en el feto. Tomar un trago o dos al día puede producir un retraso en el crecimiento. Los hijos de madres que beben cantidades moderadas de alcohol durante el embarazo son más irritables que los hijos de las madres que no beben.

Se recomienda evitar el alcohol desde el momento en que una mujer piensa en quedarse embarazada hasta después de la lactancia.

Nicotina. Las mujeres embarazadas que fuman o están expuestas al humo del tabaco tienen un mayor riesgo de tener bebés con bajo peso al nacer y de complicaciones que van desde el sangrado durante el embarazo hasta la muerte del recién nacido o del feto. Los niños en edad escolar hijos de madres que fumaron durante el embarazo pueden presentar los siguientes problemas: periodos cortos de atención, hiperactividad, problemas de aprendizaje, problemas de percepción, de motricidad y lingüísticos, problemas de adaptación social, bajo cociente intelectual, y disfunción cerebral mínima.

Las mujeres que han dejado de fumar durante el embarazo pero vuelven a hacerlo después del embarazo, también pueden causar problemas a sus hijos. Los hijos de madres que fuman al menos un paquete diario después del embarazo tienen el doble de posibilidades de ser ansiosos, desobedientes, hiperactivos, o de presentar otros problemas de comportamiento. Este efecto es mayor si las madres fuman más de un paquete diario.

Cafeína. El consumo de bebidas que contiene cafeína, como café, té, refrescos de cola o chocolate aumenta el riesgo de aborto. Se recomienda que las mujeres embarazadas eviten o reduzcan el consumo de estos alimentos.

Cocaína. El consumo de cocaína parece interferir con el flujo sanguíneo a través de la placenta y puede actuar sobre el cerebro del feto hasta llegar a producir cambios en el comportamiento. El consumo de cocaína en una mujer embarazada está asociado a un mayor riesgo de aborto espontáneo, parto prematuro, bajo peso al nacer, menor circunferencia craneana y problemas neurológicos. Estos niños están menos alerta que los demás y no responden bien a nivel emocional o cognitivo. Además, los padres y madres que toman cocaína se sienten frecuentemente deprimidos y suelen llegar a descuidar o abusar del niño.

Opiáceos. Las mujeres adictas a drogas como la heroína, la morfina y la codeína, tienen una mayor probabilidad de dar a luz a bebés prematuros y adictos a esas drogas, quienes sufrirán los efectos de la adicción al menos hasta la edad de 6 años. Los recién nacidos están intranquilos, irritables, y a menudo tienen temblores, convulsiones, fiebre, vómitos y dificultades respiratorias.

3. Enfermedades de la madre

Algunas enfermedades contraídas durante el embarazo pueden afectar gravemente al feto. Si la madre contrae rubéola antes de la semana 11 de gestación, es casi seguro que el bebé tendrá sordera y defectos cardiacos.

Sin embargo, entre las semanas 13 a 16 el riesgo es solo de 1 entre 3 y después de la semana 16 el riesgo es casi nulo. Si una mujer no sabe si está vacunada contra la rubéola puede determinarlo mediante un análisis de sangre. Si no lo está deberá vacunarse antes de quedarse embarazada.

La diabetes, la tuberculosis y la sífilis también pueden ocasionar daños al feto en desarrollo. La gonorrea y el herpes genital pueden causar problemas al bebé en el momento del parto. Los recién nacidos pueden adquirir el herpes genital simplex (VHS) de la madre o del padre, pudiendo sufrir ceguera y otros defectos o incluso morir.

La toxoplasmosis es una infección benigna que en la madre no suele causar síntomas importantes, pero en el feto puede casar daño cerebral, ceguera y hasta la muerte. Para evitar la infección, las mujeres embarazadas no deben consumir carnes crudas o que no estén en perfecto estado y deben evitar el contacto con las heces de los gatos o la tierra donde estos animales defecan. Las mujeres que tienen gatos, deberán hacerlos examinar para determinar la presencia del parásito (toxoplasma) y no alimentarlos con carne cruda.

Las mujeres que tienen SIDA o son portadoras del virus VIH que la causa, pueden trasmitir la enfermedad al feto. Mediante una prueba es posible determinar si el recién nacido está infectado.

4. La edad de la madre

En los últimos años, son muchas las mujeres que no tienen hijos hasta después de los 35 años o incluso después de los 40.

En una investigación realizada en 1990 con un grupo de 4000 mujeres embarazadas, la mayoría de raza blanca, no fumadoras, con un buen nivel de educación y que recibieron atención prenatal, se vio que las mujeres mayores de 35 años sólo presentaban un riesgo ligeramente superior que las madres más jóvenes de tener un hijo prematuro o de que naciera muerto. Sin embargo, las mujeres de mayor edad, tuvieron el doble de posibilidades de tener complicaciones en el embarazo como diabetes o hipertensión arterial. Además, con la edad, las mujeres tienen mayor posibilidad de abortos, tienen más riesgo de tener hijos con defectos y son menos fértiles. No obstante, el riego es sólo ligeramente superior.

Por otra parte, las mujeres más mayores se sienten más cómodas y tranquilas con la maternidad, muestran una mayor satisfacción y le dedican más tiempo, son más afectuosas con sus bebés y más sensibles hacia ellos y son más eficaces a la hora de promover en sus hijos un comportamiento deseado. En definitiva, son mejores madres que las mujeres más jóvenes.

5. Actividad física

Las mujeres embarazadas pueden continuar practicando deportes como ciclismo, tenis, natación, correr, etc., puesto que el ejercicio moderado no pone en peligro a los fetos de las mujeres sanas.

Además, el ejercicio regular evita el estreñimiento y mejora la circulación, la respiración, el tono muscular y la elasticidad de la piel, lo cual hace que el parto sea más fácil.

Se recomienda que las mujeres embarazadas practiquen un ejercicio moderado sin aumentar su frecuencia cardiaca por encima de 150 y terminándolo poco a poco, no de manera brusca.

6. La influencia del padre

El padre también puede contribuir en la aparición de defectos o problemas en los bebés. La exposición del padre a sustancias como la marihuana, el plomo, el alcohol, la radiación, el humo del tabaco y ciertos pesticidas, puede producir esperma anormal.

Un estudio demostró una relación entre una dieta del padre baja en vitamina C y defectos de nacimiento o cáncer en sus hijos (Fraga, 1991). La aparición de tumores en el sistema nervioso de los niños se han asociado con ciertas ocupaciones de sus padres, en áreas relacionadas con la electricidad, mecánica, minería, tipografía, industria aeronáutica, industria del papel (Spitz y Johnson, 1985).

El padre fumador supone también un riesgo para su hijo. Los hijos de padres fumadores son menos pesados al nacer y tienen el doble de posibilidades de padecer cáncer a la edad adulta. No está del todo claro si esto se debe a la influencia durante el embarazo o después del nacimiento. No obstante, tanto los padres como las madres deberían dejar de fumar definitivamente desde el momento en que deciden tener un hijo.

El consumo de cocaína en un hombre puede causar defectos de nacimiento en sus hijos, ya que esta droga ataca a los espermatozoides y durante la concepción entran al óvulo con la droga. Otras toxinas, como plomo y mercurio también pueden adherirse al esperma y entrar en el óvulo con el espermatozoide.

Los padres mayores de 30 años tienen más probabilidades de que sus hijos tengan afecciones raras como el síndrome de Marfan (deformidades de la cabeza y extremidades), enanismo y malformación ósea.

Las células masculinas transmiten más mutaciones que las femeninas y estas mutaciones aumentan con la edad del padre.