Autora: Ana Muñoz


Los padres de los preadolescentes pueden encontrarse en ocasiones con problemas como falta de respeto hacia ellos por parte de sus hijos, mal humor e irritabilidad, no ayudar en casa, deseo excesivo de independencia, etc. No es raro que los padres recurran al castigo para tratar de modificar el comportamiento de sus hijos, sólo para descubrir que no logran cambiar nada en absoluto.

De hecho, los padres que utilizan un castigo intenso, suelen fomentar en sus hijos comportamientos agresivos y violentos. El castigo no sólo no funciona sino que crea una mala relación entre padres e hijos. Por suerte, existen técnicas que son más efectivas que el castigo y que además ayudan a mejorar tu relación con ellos.

La mayoría de las familias con hijos preadolescentes no suelen tener problemas graves, salvo alguna riña ocasional. No obstante, es importante que aprendas lo más posible acerca de esta etapa del desarrollo, pues esto te permitirá entender mejor a tus hijos y ser más capaz a la hora de tratarlos.

A partir de los 12 o 13 años, los niños empiezan a cambiar, lo cual implica un reajuste por parte de los padres. Es decir, ya no puedes seguir comportándote con ellos del mismo modo y has de ir cambiando tú también con ellos. A esta edad quieren ser más independientes, tomar sus propias decisiones prácticamente en todo lo que hacen, cambiar su apariencia externa (uso de maquillaje, piercings, forma de vestir que los padres pueden considerar extravagante o inapropiada, etc.). No es raro que algunos de estos cambios creen tensión o preocupación en los padres, que descubren que ya no pueden seguir decidiendo todo por sus hijos.

En esta etapa es importante que aprendas a diferenciar lo que de verdad importa de lo que no, de manera que puedas darle la libertad que necesita siendo flexible y tolerante con ciertos comportamientos que no te agradan pero que realmente no suponen un peligro, sino tan solo una fase normal de experimentación adolescente, al tiempo que sigues ejerciendo una influencia y supervisión de comportamientos que sí pueden suponer un riesgo. Después de todo, es más importante asegurarte de que tu hija/o no tiene un comportamiento sexual de riesgo, antes que impedirle que se ponga un piercing en la nariz.

En muchos casos tendrás que ser para tus hijos más una fuente de información que una fuente de autoridad. Es decir, volviendo al ejemplo del piercing, puede ser más efectivo si te limitas a informarle de los riesgos que puede correr (infecciones en la zona agujereada, contagio de hepatitis por falta de higiene en el establecimiento donde realizan los percings, etc.) y luego le dejas elegir libremente, que si se lo prohíbes tajantemente sin explicación alguna. Ten en cuenta que no puedes controlarlo todo, de modo que es preferible centrarte sólo en los comportamientos de mayor riesgo.

Los cambios en la preadolescencia

Conforme los niños van creciendo y se convierten en preadolescentes, pasan más tiempo con sus compañeros. Los padres empiezan a tener menos influencia en ellos. Los preadolescentes desean fomentar su autonomía y apoyarse menos en sus padres, de modo que no es raro que desprecien o no valoren demasiado cualquier cosa que provenga de sus padres, como consejos, modos de comportamiento, etc., y tiendan a buscar en el exterior de la familia otras personas de quienes recibir influencia y a quienes escuchar.

No obstante, esto no significa que ya no seas importante para ellos. De hecho, si tenéis una buena relación y has fomentando una buena comunicación entre tú y tus hijos, seguirán apoyándose en ti en los temas que son verdaderamente importantes y en los valores éticos inculcados por ti desde su infancia.

Por tanto, aunque durante la adolescencia puedes tener la impresión de que has perdido a tus hijos, en realidad no es más que una etapa temporal de rebeldía normal y de experimentación con comportamientos y situaciones nuevas. Una vez que pasa la adolescencia, los padres tienen la sensación de haber recuperado a sus hijos de nuevo. Por tanto, considera este alejamiento como algo normal y necesario para su desarrollo.

No es raro que los padres de preadolescentes se queden perplejos en ocasiones al ver los grandes cambios en el nivel de energía que pueden experimentar sus hijos de un día para otro, hasta el punto de que algunos se preguntan si sus hijos se están drogando. No obstante, estos cambios en el nivel de energía y en el estado de ánimo no son raros en la adolescencia. Los preadolescentes se vuelven más irritables y variables en su comportamiento, pueden ser más agresivos, se preocupan mucho por su imagen y apariencia y son hipersensibles a las críticas o a todo en general, reaccionado con intensidad ante cosas que antes no les molestaban especialmente. Las chicas suelen tener una mayor tendencia a culparse a sí mismas por todo, mientras que los chicos tienen una mayor tendencia a hacer todo lo contrario, culpando a los demás o a las circunstancias.

También es normal en esta etapa que los preadolescentes se sientan atraídos por conductas de riesgo. Pueden sentir curiosidad por el alcohol, las drogas, el sexo o el tabaco y experimentar con ellos en alguna ocasión. También pueden cometer pequeños actos delictivos, como robos menores, peleas o daños de la propiedad ajena. En la adolescencia, el 50 % de los chicos y entre el 20 y el 35 % de las chicas han cometido algún pequeño acto delictivo. No es raro que se salten algunas clases, conviertan una noche en casa de un amigo en una noche fuera de casa, o aparezcan de repente con un tatuaje.

Algunos de estos comportamientos son simplemente molestos, mientras que otros son comportamientos que conviene supervisar y erradicar desde el principio. Por tanto, debes tener claro en qué categoría cae cada comportamiento, tomar medidas cuando sea necesario y ser más permisivo cuando el riesgo sea bajo.

Por ejemplo, si tu hijo quiere hacer cambios en su apariencia, permite aquellos que no sean permanentes (aunque creas que viste de un modo horrible), pues esta libertad te hará más fácil prohibirle cambios permanentes como tatuajes, de los que puede arrepentirse en cuanto crezca un poco.

Modificar el comportamiento de preadolescentes

La estrategia principal para la modificación del comportamiento de preadolescentes es básicamente la misma que usamos para niños de 6 a 12 años (economía de fichas), aunque con algunas modificaciones para adaptarla a su edad. Por tanto, es conveniente que antes de seguir leyendo este artículo, leas el artículo sobre economía de fichas para familiarizarte con la técnica, pues ahora nos limitaremos a describir tan solo las siguientes variaciones:

1. A esta edad no puedes imponer sin más el uso de esta técnica, sino que has de plantearle la opción de llevar a cabo este programa y lograr que desee hacerlo negociando con él o ella. Por ejemplo, puedes decirle: "Me gustaría proponerte que hagamos algo llamado economía de fichas. Se trata de un programa que, si lo sigues, puede ayudarte a lograr cosas que deseas, como más crédito en tu teléfono móvil, una tarjeta regalo para que compres ropa, y muchas cosas más". Después le explicas en qué consiste el programa.

2. Recuerda que es muy importante describir lo que deseas modificar en forma de conductas concretas. Por ejemplo, el problema puede ser la mala actitud de tu hijo o hija. Pero para poder trabajar con este sistema necesitamos que describas en qué consiste exactamente este problema. Por ejemplo:

  • Utiliza un tono sarcástico cuando responde a sus padres.
  • Se da la vuelta cuando le hablas y no te mira o se marcha.
  • Hace gestos de desprecio hacia los padres.

Una vez que tengas la lista de conductas que deseas modificar, escribe la conducta que deseas lograr. Es decir, la conducta opuesta. Por ejemplo, siguiendo la lista de las tres conductas que hemos enumerado aquí arriba, ahora escribiríamos:

  • Quiero que use un tono amable cuando responda a sus padres.
  • Quiero que me mire y escuche con atención cuando le hablo y se quede hasta que yo termine de hablar.
  • Quiero que muestre respeto hacia los padres.

Es decir, no escribas lo que no deseas que haga, sino lo que sí deseas. Es decir, en vez de escribir "Quiero que deje de hacer gestos de de desprecio", hemos escrito "Quiero que muestre respeto hacia sus padres". Esto es un aspecto muy importante, pues definimos las conductas en términos positivos, lo cual aumenta las probabilidades de éxito del programa.

3. La carta de puntos no debe estar en un lugar prominente, sino en un lugar más privado. Los preadolescentes pueden sentirse avergonzados si todos los miembros de la familia siguen su progreso con la carta de puntos.

4. El elogio es también importante y fundamental a esta edad, pero ha de ser menos efusivo que con los niños y adaptado a su edad.

5. Puedes comenzar estableciendo un periodo de tiempo durante el cual debe darse la conducta deseada para ganar el punto. Por ejemplo, si usa un tono amable con sus padres desde las 5 de la tarde hasta la hora de cenar, gana un número predeterminado de puntos. Después puedes ampliar ese intervalo.

6. Haz una lista con los premios que puede ganar, adaptado dichos premios a su edad y sus preferencias.

Práctica simulada

La práctica simulada puede ser de gran ayuda en ciertos casos. Veamos, por ejemplo, un problema de mala actitud, como el que hemos usado más arriba, en nuestro ejemplo. Le explicas a tu hijo/a que puede ganar puntos sólo por practicar. Esto significa que de vez en cuando le dirás que vais a practicar y luego le dirás algo que por lo general hace que te responda con sarcasmo o mal humor o muestre falta de respeto.

Por ejemplo, si está hablando por teléfono y al pedirle que termine te responde mal, puedes hacer una práctica simulada de este comportamiento, en cualquier momento, aunque no esté hablando por teléfono. En este caso puedes explicarle: "De vez en cuando te diré que vamos a hacer una práctica simulada. Luego puedo decirte, por ejemplo, que vayas terminando la conversación telefónica. Si me respondes mal, no ganas ningún punto, pero si respondes con amabilidad ganas un punto. Por ejemplo, puedes decir: 'termino en seguida', o 'es algo importante, necesito 10 minutos más' o 'de acuerdo, ya cuelgo' ". De este modo le enseñas también la manera adecuada de responder y lo que puede decirte en lugar de "cállate" o "déjame en paz". Recuerda que no gana el punto por hacer lo que tú digas de inmediato, sino por responder bien, de modo que si te dice que la conversación es importante y necesita 5 o 10 minutos más, usando un tono amable y normal, ganaría un punto.

Puedes decirle que por practicar gana un punto, pero que si responde bien en una situación real, no simulada, ganará 5 puntos. Cuando acumule los puntos suficientes, puede cambiarlos por la recompensa que desee de la lista creada entre ambos con antelación.

Recuerda que al principio las respuestas de tu hijo pueden parecer falsas, dando la impresión de que sólo lo dice para ganar el punto. No te preocupes por esto; dale el punto si responde bien y elogia su conducta. Con el tiempo, al repetir este modo de hablarte, se irá habituando a él y haciéndolo suyo. En realidad, el elogio que haces de su buen comportamiento, y el hecho de que mejora vuestra relación y disminuye la tensión en la familia, será una recompensa mayor para tu hijo/a y será también lo que mantendrá el comportamiento a través del tiempo. Los puntos y premios son sólo el modo de iniciar el cambio y de que se dé cuenta de que este nuevo modo de hablarte funciona mejor para ambos y le hace sentir mejor, de manera que deseará seguir portándose así.