Autora: Ana Muñoz
Todos los expertos coinciden en que la mejor alimentación para un bebé es la leche materna. Se trata de un tipo de leche fabricado a medida para el bebé que está alimentando, va cambiando en función de sus necesidades y conforme el bebé va creciendo y contiene nutrientes especiales que potencian el desarrollo del cerebro y el crecimiento del bebé.
Componentes de la leche materna
Grasas. El contenido en grasa varía en función de las necesidades calóricas del bebé. Puede cambiar dentro de una misma toma, a lo largo del día y conforme el bebé crece. Cuando el bebé empieza a mamar, el contenido de grasa es bajo, pero va aumentando conforme el bebé mama hasta que, al final, se produce principalmente una leche cremosa, rica en grasa, que le hace sentirse lleno y dejar de mamar. Igualmente, el contenido en grasa va disminuyendo conforme el bebé crece, puesto que necesitan menos calorías.
Cada pocas semanas, los bebés tienden a alimentarse de manera casi continua durante varios días debido a un periodo de crecimiento más rápido. Cuando las tomas son más frecuentes, el contenido en grasa aumenta para acomodarse al aumento de necesidades calóricas del bebé durante esos días.
La leche materna contiene, además, la enzima llamada lipasa, que ayuda a digerir las grasas, de manera que llegue más grasa al bebé y menos a las heces. La leche de fórmula no contiene enzimas porque se destruyen durante el proceso de fabricación. El olor desagradable de las heces de bebés alimentados con leche de fórmula indica que los intestinos no procesan bien el tipo de grasas que contienen y, por tanto, pasan a las heces.
El colesterol es otro tipo de grasa presente en la leche materna, escaso en la leche de vaca y casi ausente en las leches de fórmula. El colesterol favorece el crecimiento del cerebro y es un componente de la vitamina D, las hormonas y la bilis.
Proteínas. La leche materna contiene proteínas diseñadas para el crecimiento del bebé. La leche (de cualquier tipo) contiene dos tipos de proteínas: el suero y la caseína. El suero es una proteína ligera y fácil de digerir mientras que la caseína es grumosa y difícil de digerir. La leche humana está formada casi en su totalidad por suero. Algunas leches de fórmula contienen casi exclusivamente caseína, igual que la leche de vaca.
Durante los primeros meses de vida, los intestinos de los bebés son más “porosos”, lo que permite que los alérgenos atraviesen la pared intestinal y lleguen a la sangre. Dar al bebé leche materna hasta que el intestino madure es el mejor modo de impedir que eso suceda.
La leche materna contiene también ciertas proteínas que no suelen encontrarse en leches de fórmula, como la taurina, que estimula el desarrollo del cerebro y el sistema nervioso y la lactoferrina, que transporta el hierro desde la leche a la sangre del bebé y, además, suprime las bacterias indeseadas en los intestinos del bebé.
Lactosa. La leche materna es también rica en lactosa, que es un tipo de azúcar que el cerebro del bebé necesita para su desarrollo. Entre los mamíferos, cuanto más alto sea el contenido en lactosa, mayor es el cerebro de esa especie. Por otra parte, la lactosa estimula la absorción de calcio, fundamental para el desarrollo de los huesos, y favorece el crecimiento de bacterias beneficiosas en el intestino.
Vitaminas y minerales. Las vitaminas y minerales de la leche materna son naturales, lo que significa que tienen una alta biodisponibilidad; es decir, casi todo su contenido es utilizado por el cuerpo. Por el contario, las vitaminas y minerales fabricadas por el ser humano (o por las vacas) tienen una biodisponibilidad mucho más baja. Por ejemplo, entre el 50 % y el 75 % del hierro de la leche materna llega a la sangre del bebé. Por el contrario, solo el 10 % del hierro de la leche de vaca y el 4 % del hierro de la leche de fórmula llega a la sangre del bebé.
Este exceso de nutrientes poco biodispobibles que el cuerpo del bebé no puede aprovechar son una sobrecarga para los sistemas de eliminación y favorecen el crecimiento de bacterias dañinas.
Facilitadores. La leche materna contiene sustancias (facilitadores) que ayudan al resto de los nutrientes a funcionar mejor. Por ejemplo, el alto nivel de vitamina C de la leche materna ayuda a aumentar la absorción de hierro.
Estimulación del sistema inmunitario
Otro de los beneficios de la leche materna es que también ayuda a proteger al bebé de agentes infecciosos. La leche materna es rica en glóbulos blancos (sobre todo en las primeras semanas de vida del bebé), que ayudan a destruir bacterias dañinas en el intestino del bebé.
La leche materna contiene también inmunoglobulinas, que combaten las infecciones destruyendo gérmenes. Por ejemplo, la inmunoglobulina IgA proporciona una capa protectora en las paredes aún demasiado porosas del intestino del recién nacido, sellando esos poros e impidiendo el paso de alérgenos y gérmenes.