Autora: Ana Muñoz


La retirada social no constituye un trastorno en sí mismo. Algunas personas eligen pasar a solas la mayor parte de su tiempo y se sienten bien de este modo. Sin embargo, en otros casos, se produce una tendencia a evitar las relaciones sociales debido a problemas de ansiedad o de otro tipo, o bien se produce un aislamiento o retirada social como consecuencia del rechazo por parte de los demás. Estas personas sí sienten malestar emocional debido a su soledad y es aquí cuando debemos considerarlo un problema.

La interacción con personas de su edad, proporciona a los niños un contexto en el que desarrollar ciertas capacidades. Por ejemplo, los niños aprenden a negociar cuando se enfrentan a conflictos en sus relaciones. Esta resolución de conflictos ayuda a los niños a entender mejor las emociones y pensamientos de los demás, mejora sus habilidades para solucionar conflictos y malentendidos y aumenta su comprensión de la interacción social. También ayuda a disminuir el pensamiento egocéntrico típico de los niños más pequeños.

La interacción con los demás produce un aumento de las conductas prosociales y una disminución de las conductas agresivas y ayuda a los niños a entender las reglas y las normas de sus grupos de edad y a entenderse a sí mismos en relación a otros.

De especial importancia son esas amistades especiales o amigos íntimos. Con ellos, los niños aprenden los conceptos de reciprocidad, igualdad, sensibilidad interpersonal y cooperación. Este aprendizaje puede ser luego aplicado a otras relaciones menos estrechas.

Por tanto, los niños que se ven privados de estas interacciones pueden tener problemas en su desarrollo.

Definición de retirada social

El niño que se relaciona con otros niños con una frecuencia inferior a la de la mayoría de los niños puede considerarse como socialmente retirado. Términos como retirada social, aislamiento social, inhibición y timidez se han utilizado para definir este comportamiento. No obstante, estos términos no son exactamente iguales.

La inhibición es la tendencia a ser precavido y temeroso en situaciones nuevas y desconocidas. La timidez hace referencia a la inhibición cuando estas situaciones nuevas y desconocidas son situaciones sociales. El aislamiento social consiste en la soledad a que se ve forzada una persona que es rechazada por los demás. La retirada social se define como el hecho de aislarse uno mismo del contacto con los demás.

Algunos niños muestran más interés por los objetos que por las personas. Estos niños suelen pasar más tiempo solos pero, por lo general, mientras están solos están realizando alguna actividad constructiva, como explorar su ambiente o jugar. En cambio, otros niños desean interacción con los demás pero al mismo tiempo los evitan. Estos niños son socialmente temerosos, ansiosos y precavidos. Cuando están solos durante los recreos suelen estar mirando lo que hacen los demás sin hacer apenas nada constructivo.

La retirada social puede ser un síntoma de diversos trastornos, como ansiedad social, depresión mayor, fobias, trastorno de personalidad de evitación y trastorno esquizoide de la personalidad. Sobre todo, la fobia social parece estar en la base de la retirada social en niños socialmente ansiosos. La fobia social consiste en el miedo a hacer o decir algo que puede desencadenar la humillación por parte de los demás y hacerles sentir avergonzados.

Cómo llega a producirse la retirada social

En este apartado nos centraremos en los niños cuya retirada social es síntoma de algún problema de ansiedad. Se trata de niños cuya predisposición genética los hace ser más precavidos, temerosos y tímidos en situaciones nuevas, tanto sociales como de otro tipo. Existen dos conductas en los niños más pequeños que son un indicativo de posibles problemas de ansiedad y miedos más tarde: 1) la excesiva activación motora y 2) la expresión de afecto negativo (llanto, berrinches, frustración, ira, etc., demasiado frecuentes). Estas dos conductas indican una excesiva activación de áreas cerebrales encargadas de regular las respuestas de miedo. Los niños que muestran un alto grado de activación motora y afecto negativo ante situaciones nuevas o desconocidas suelen ser más ansiosos, temerosos e inhibidos, se quejan más y tienden a evitar un estrés moderado en mayor medida que el resto de los niños. Estos niños muestran una mayor reactividad del sistema nervioso simpático, mayor tensión muscular y mayores niveles de hormonas del estrés. Cuando estos niños se enfrentan a situaciones nuevas o situaciones sociales no familiares, se sienten emocionalmente alterados, lo cual los empuja a retirarse de dichas situaciones.

No obstante, hay que tener en cuenta que la fisiología humana puede cambiar por influencia del ambiente, tanto para aumentar la respuesta de inhibición como para disminuirla. Por tanto, para que un niño llegue a la retirada social suelen darse unidos una serie de factores que incluyen, además de la predisposición genética, la relación con los padres.

Temperamento y relaciones con sus padres. Los niños biológicamente predispuestos a la mayor activación motora y afecto negativo pueden resultar muy difíciles para sus padres, porque no se conforman ni se calman con facilidad. Así, estos niños tienen más probabilidades de tener un apego inseguro con sus padres. Los niños con apego inseguro tienen un mayor miedo al rechazo, se sienten frustrados más a menudo, se quejan más y son más inhibidos socialmente. Hacia los 4 años de edad tienen menos confianza en sí mismos y son menos asertivos, y hacia los 7 años tienen más probabilidades de retirada social. No es raro ver que las madres de estos niños son excesivamente controladoras y excesivamente implicadas con sus hijos.

Consecuencias de la retirada social

Los niños socialmente retirados no desarrollan ciertas habilidades sociales cuyo aprendizaje depende de la interacción con otros niños de su edad. Esto hace que se vuelvan aún más ansiosos y aislados y tengan una mala imagen de sí mismos.

Conforme van creciendo empiezan a ser rechazados por sus compañeros. Esto hace que se produzcan problemas de soledad, depresión y sentimientos de inseguridad respecto a los demás.

Cuando estos niños intentan ser más asertivos y ganar confianza entre su grupo de edad, tienen más probabilidades de ser rechazados o ignorados, debido a su falta de popularidad y su estigmatización negativa. Así, estos niños sufren el rechazo de los demás con frecuencia.

Amistad y retirada social

A pesar de su tendencia a la retirada social, no es raro que estos niños tengan al menos un buen amigo/a. De hecho, las probabilidades de que estos niños tengan un "mejor amigo" son las mismas que para el resto de los niños. Por lo general, esos amigos suelen ser también niños socialmente retirados y son menos competitivos.

Por otra parte, estas amistades son más cercanas y se ayudan más el uno al otro que el resto de los niños. No obstante, ambos amigos suelen ser víctimas de los demás niños.

Los padres de niños con retirada social

Cuando los padres y madres observan el comportamiento temeroso y tímido de sus hijos suelen reaccionar de algún modo. Se ha visto que estos niños tienen progenitores que usan estrategias autoritarias para que sus hijos sean más sociables, como la coerción, la fuerza y el control excesivo. Estas madres y padres expresan también más ira, decepción, vergüenza y culpa ante el comportamiento de sus hijos. Consideran a sus hijos como una extensión de sí mismos, y no como personas aparte y, por tanto, consideran el comportamiento de sus hijos como si fuese el suyo propio. Por este motivo, tienen más sentimientos negativos hacia ellos.

Estos padres o madres suelen ser también sobreprotectores. La sobreprotección consiste en ayudar y consolar a sus hijos en situaciones en las que no es necesario, impidiendo que los niños aprendan por sí mismos tanto a consolarse como a solucionar problemas que son perfectamente capaces de solucionar por sí mismos si los padres no interfieren. La sobreprotección también implica un control excesivo que hace a los niños más dependientes de los padres. Los padres excesivamente controladores intentan dirigir cualquier aspecto de la vida de sus hijos, de modo que dejan a los niños muy poca libertad.

Suele tratarse de madres o padres excesivamente empáticos y sensibles con sus hijos que, ante la naturaleza demasiado temerosa de éstos, reaccionan con una implicación y protección excesivas en situaciones en las que no es necesario, como durante el juego, de modo que los niños no se sienten libres para expresarse espontáneamente, pues están constantemente bajo el ojo vigilante de sus padres, que intervienen con demasiada frecuencia. La sobreprotección hace a los niños inseguros, sumisos y dependientes. Acaban dejando que sus padres piensen y actúen por ellos, de modo que el control paternal puede mantener y exacerbar el comportamiento inhibido y socialmente retirado de sus hijos.

Por tanto, los padres o madres de estos niños suelen ser personas ansiosas que transmiten sus problemas a sus hijos mediante un comportamiento sobreprotector que crea inseguridad en los niños. Además, tienden a considerar que se trata de un modo de ser de los niños y no un comportamiento que pueda tratarse, de modo que no suelen buscar ayuda psicológica para sus hijos. También suelen ser personas que juegan y conversan menos con sus hijos.

Por tanto, sobreprotección, control excesivo y exceso de empatía serían las características principales de estos padres. Si esto se une a una predisposición genética en los niños que los hace temerosos y precavidos, es muy probable que esta combinación acabe en retirada social y problemas de ansiedad social.

Estabilidad de la retirada social a través del tiempo

En los niños en los que la retirada social es moderada, ésta no siempre se mantiene a lo largo del tiempo. Sin embargo, la retirada social extrema suele ser bastante estable a lo largo del tiempo.