Autora: Ana Muñoz


Muchas personas no comen solo porque tienen hambre sino por otros motivos como aliviar el estrés, un estado de ánimo deprimido u otro tipo de malestar emocional. Es decir, consiste en usar la comida como un modo de sentirte mejor. Todos lo hemos hecho en algún momento dado sin que suponga un problema en absoluto. El problema surge cuando usas la comida de este modo de manera habitual, lo que puede hacer que comas en exceso y que luego te sientas culpable o acabes teniendo sobrepeso.

Las personas que recurren con demasiada frecuencia a la comida pueden no conocer otro modo de manejar su malestar emocional. Cuando tu primer impulso cuando sientes ansiedad, tristeza, ira, rechazo, estrés, humillación, soledad o incluso aburrimiento consiste en comer, no estás afrontando el problema sino tan solo tratando de olvidarte de él momentáneamente, ocultándolo a tus propios ojos. Al no tratar la verdadera causa del malestar, volverá tarde o temprano y recurrirás de nuevo a la comida, entrando en un círculo vicioso poco saludable. Además, este comportamiento te impide aprender otros modos más sanos de manejar tus emociones y te lleva a tener problemas para controlar tu peso.

Características de la alimentación por motivos emocionales

Si habitualmente usas la comida para manejar tus emociones, es posible que acabes no teniendo claro si estás comiendo algo porque tienes hambre o por motivos emocionales. Para diferenciarlo, ten en cuenta lo siguiente:

  • Cuando el motivo es emocional, el deseo de comer aparece de repente y de forma intensa, mientras que el hambre física va apareciendo de manera más gradual y no se experimenta como algo tan urgente.
  • Cuando el motivo es emocional deseas sobre todo comida rica en grasas y azúcar como pizza o dulces, mientras que el hambre física hace que te apetezca casi cualquier cosa, incluyendo unas verduras.
  • Cuando comes por motivos emocionales eres menos consciente de que estás comiendo y puedes acabarte una bolsa entera de patatas fritas sin apenas darte cuenta.
  • El hambre física se satisface con facilidad, mientras que cuando comes por motivos emocionales eres como un pozo sin fondo y puedes llegar a comer hasta llenarte tanto que incluso sientas malestar estomacal.
  • Comer por motivos emocionales suele hacer que sientas culpa o arrepentimiento, con sensación de pérdida de control.

Qué puedes hacer para cambiar este comportamiento

  1. Descubre los desencadenantes. El primer paso para dejar de comer por motivos emocionales consiste en conocer los desencadenantes emocionales que te llevan a hacerlo. Estos desencadenantes pueden ser también determinadas situaciones o personas pero, en estos casos, se trata de situaciones o personas que te provocan algún tipo de malestar emocional y, por tanto, debes descubrir qué estás sintiendo en dichas circunstancias que te empuja a comer para aliviarte. Entre los desencadenantes o causas más frecuentes están los siguientes:
  • Estrés
  • Emociones desagradables como ansiedad, miedo, ira, tristeza, humillación, rechazo, soledad, vergüenza, etc.
  • Aburrimiento y sensación de vacío. En este caso, la comida se usa como un modo de tener algo que hacer o llenar ese vacío.
  • Hábitos de la infancia. Si tus padres usaban la comida para hacerte callar, distraerte o recompensarte, puedes haberte habituado a comer por motivos muy diferentes al hambre.

Para conocer bien tus desencadenantes puedes llevar un diario de comida donde anotes lo que sientes y lo que ha sucedido cada vez que tengas ganas de comer por motivos emocionales. Así, puedes descubrir, por ejemplo, un suceso desagradable que te hizo sentir de un modo determinado.

 Por ejemplo, cuando Ángeles decidió llevar un diario descubrió que su desencadenante principal era la sensación de rechazo e infravaloración, como cuando, por algún motivo, pensaba que no valía nada y se sentía incompetente, estúpida, despreciada e indigna de ser amada. Descubrió, además, que estos sentimientos eran más frecuentes después de pasar un rato con una persona determinada.

  1. Manejar los desencadenantes

Una vez que conoces el desencadenante tienes que aprender a manejar esas emociones de un modo diferente y más sano. Por ejemplo:

- Para consolarte:

  • Date un baño caliente
  • Escucha música que te guste
  • Haz ejercicio físico o baila
  • Sal a la calle y camina un rato
  • Habla con algún amigo de lo que te sucede

- Para afrontar las emociones negativas:

  • Escribe lo que ha sucedido y lo que sientes con detalle. Expresar por escrito tus emociones es uno de los mejores modos de manejarlas, entenderlas y sentirte mejor.
  • Observa lo que sientes como si lo vieras desde fuera y descríbelo como si se tratara de un objeto: por ejemplo, puedes describir la soledad como un desierto por el que deambulas, detallar si en ese desierto hace frío o calor, si es de día o de noche, si hay animales, etc. O bien podrías describir la soledad como estar en una calle llena de gente que te ignora al pasar. Esto te ayudará a salirte de tu dolor, verlo desde fuera e impedir así que te vuelva demasiado intenso. Además, desarrollarás tu creatividad y adquirirás un conocimiento más amplio de lo que realmente sientes y de tu forma de sentir.
  • Acepta que las emociones negativas forman parte de la vida y que a veces todos las sentimos y piensa que ningún estado emocional dura para siempre. Al final acaban pasando. Sé paciente y date tiempo.
  • Acude a un psicólogo.
  • Lee el artículo Recuperarse tras una crisis: recursos psicológicos, pues te servirá de ayuda para desarrollar los recursos psicológicos necesarios para gestionar mejor tus emociones.