Autora: Ana Muñoz

El crecimiento postraumático se produce como consecuencia de un acontecimiento altamente estresante o traumático que reta las creencias básicas de una persona con respecto al mundo.

Todos tenemos una serie de creencias acerca de lo predecible, controlable y benevolente que es el mundo y usamos estas creencias para guiar nuestra conducta y dar sentido a las cosas que nos suceden. Por ejemplo, una persona puede creer que ejerce un alto control sobre las cosas que le pasan o que nunca le pasará nada realmente malo. Los acontecimientos adversos suponen un reto para estas creencias y hacen que las personas se cuestionen su comprensión del mundo y su lugar en él. Este proceso suele ir acompañado de altos niveles de malestar emocional.

De hecho, las creencias básicas de una persona acerca del mundo pueden venirse abajo completamente cuando le sucede un acontecimiento traumático. De repente, te sucede algo que va en contra de tus creencias, en contra de lo que para ti es posible, que te deja en un estado de total incertidumbre.

El crecimiento postraumático tiene lugar cuando una persona trata de aceptar lo sucedido y reconstruir sus creencias sobre el mundo. Del mismo modo que una persona tiene que reconstruir su casa tras un terremoto, la víctima de un suceso traumático tiene la oportunidad de pensar cómo desea reconstruir su vida. Al tener en cuenta su nueva realidad, la complejidad y fragilidad humana y el hecho de que ha sobrevivido a lo sucedido, las personas pueden desarrollar creencias que los lleven a ser más resilientes en el futuro. Durante este proceso, las personas suelen descubrir en sí mismas nuevas fortalezas y características de su personalidad y aspectos de sí mismas que no conocían.

Aunque la mayoría de las personas dicen que, de poder elegir, no habrían vivido esta experiencia, muchos también afirman que lo sucedido los ha cambiado de un modo positivo y que han crecido de un modo significativo.

Cómo se produce le crecimiento postraumático

No es el suceso en sí el que hace que una persona crezca, sino lo que esa persona hace después, es decir, su modo de afrontarlo. Las personas tenemos una tendencia innata a tratar de comprender e integrar nuestras experiencias de manera que tengan sentido, al mismo tiempo que luchamos por sentirnos lo mejor posible.
Tras un suceso traumático, hay tres posibles resultados según cómo una persona procese lo sucedido:

Asimilación. La persona puede “asimilar” el trauma integrando la experiencia dentro de las creencias que ya sostenía acerca del mundo. Por ejemplo “a cualquiera pueden sucederle cosas malas”. Cuando se produce esta asimilación, la persona puede recuperarse del trauma y volver al estado en que estaba anteriormente, sin que se haya producido un crecimiento psicológico y permanece igual de vulnerable ante futuras experiencias.

Acomodación positiva y acomodación negativa. Se produce cuando una persona modifica sus creencias para que encajen con lo sucedido. Si la personas se “acomoda” al trauma de un modo negativo (por ejemplo, deja de pensar que nunca puede pasarle nada malo para pasar a pensar que ocurren cosas malas y no hay nada que se pueda hacer para evitarlo) experimenta una gran desesperanza e impotencia y tiene más probabilidades de padecer depresión o trastorno de estrés postraumático. En cambio, si se “acomoda” de un modo positivo y modifica sus creencias de manera apropiada (por ejemplo, “la vida es impredecible, así que más vale que la vivamos al máximo y le saquemos todo el provecho posible”) entonces experimenta un crecimiento psicológico.

El papel de la personalidad en el crecimiento postraumático

Los rasgos de personalidad, así como los recursos psicológicos y habilidades de una persona juegan un papel importante en el crecimiento postraumático.
El suceso traumático puede tener un efecto de “amplificación” haciendo aumentar ciertas características de la persona. Por ejemplo, las personas con una autoestima alta y más recursos psicológicos y habilidades, reaccionan de un modo más adecuado, que las lleva a que su autoestima y capacidades aumenten aún más. Por el contrario, una persona con una baja autoestima y pocos recursos psicológicos y habilidades reaccionará de un modo más negativo (lo afrontará peor), que hará disminuir aún más su autoestima y sensación de capacidad para afrontar este tipo de sucesos.

Las ilusiones positivas

Un recurso que a menudo utilizan las personas tras un suceso traumático consiste en el desarrollo de ilusiones positivas.

El suceso estresante ataca la autoestima, sensación de control y optimismo de las personas. Para mantenerlos, las personas recurren a ciertas estrategias. Por ejemplo, una persona diagnosticada con un cáncer puede tratar de aumentar su autoestima comparándose con enfermos de cáncer que están en peor estado o aumentar su optimismo pensando que el cáncer puede remitir en cualquier momento. Aunque estas ideas puedan ser ilusiones, sirven de gran ayuda para mantener un estado emocional más positivo que le ayude a afrontar la experiencia de un modo más adaptativo. Estas ilusiones positivas protegen a las personas en los estados iniciales. Si nada más ser diagnosticado de cáncer te centras en la idea que, a veces, el cáncer remite y que eso puede pasarte a ti, no te vendrás abajo y tendrás más tiempo para ir aceptando poco a poco la realidad.

Hay que tener en cuenta que estas ilusiones no están totalmente alejadas de la realidad y no son exageradas, por lo que su función es adaptativa. Si fueran demasiado exageradas, tendrían un efecto destructivo. Por ejemplo, estar absolutamente convencido de que el cáncer remitirá y, por tanto, no hacer absolutamente nada para tratarlo (ni siquiera dejar de fumar o beber).

El trauma en la vida diaria

Los sucesos traumáticos no son solo grandes experiencias devastadoras de las que ocurren pocas veces en la vida o incluso ninguna, como guerras o terremotos. La vida diaria puede estar llena de experiencias que suponen un reto para nuestras creencias sobre el mundo que nos rodea que pueden suponer oportunidades de crecimiento si reaccionamos ante ellas mediante una acomodación positiva. Por ejemplo, la traición de un amigo puede echar abajo tus creencias sobre la amistad y hacer que crees unas nuevas que te permitan afrontar mejor futuras traiciones. Iniciar una relación con una persona que te maltrata puede echar abajo tus creencias sobre tu capacidad para detectar el abuso desde dentro y ayudarte a ver este complejo tema de un modo mucho más profundo, enseñarte cosas acerca de ti y enseñarte cómo proceder en el futuro con nuevas relaciones. Por supuesto, también podría enseñarte a evitar toda relación de pareja futura, pero depende de ti recurrir a una acomodación positiva o a una negativa (es algo que puedes elegir).

 

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