Autora: Ana Muñoz
Es normal que, en ocasiones, las personas no quieran admitir o aceptar algo que están sintiendo o pensando, algo que está sucediendo en su interior y que consideran que es "incorrecto", que no deberían sentirse así, que no son la clase de personas que se sienten o piensan de ese modo.
Por tanto, cuando se descubren a sí mismas reaccionando de un modo que consideran incorrecto o impropio del tipo de personas que desean ser, tienden a reprimirlo, a sacarlo de su conciencia negándolo no sólo ante los demás, sino también ante sí mismas.
Si esto sólo pasa ocasionalmente, o bien si la negación no es tan fuerte como para impedir una posterior aceptación, no tiene por qué causar demasiados problemas. Al final la realidad se impone, aceptan lo que están sintiendo y, de este modo, pueden trabajar sobre dichas emociones y transformarlas de un modo sano y adecuado, aprendiendo y creciendo en este proceso.
No obstante, hay personas que tienen una tendencia especial a no aceptar lo negativo de sí mismas. Los motivos pueden ser diversos. La mayoría de las personas quieren pensar de sí mismas que son personas centradas, equilibradas, que reaccionan con sensatez y con corrección, que son políticamente correctas, etc. Esto no suele impedir, por lo general, que reconozcan también sus defectos e imperfecciones. Pero cuando esta tendencia a mostrarse perfectos ante sí mismos y los demás es demasiado fuerte, la tendencia a reprimir lo negativo de sí mismos será también mucho más elevada.
Pueden temer no ser la persona perfecta que creen que deberían ser, capaces de tomarse las cosas con calma, de ser comprensivas y tolerantes, de ver el lado positivo de las cosas, etc. Rosa, por ejemplo, jamás sentía ira. Esto habría estado muy bien si su falta de ira se hubiese debido a que su forma de reaccionar ante las molestias, los inconvenientes o los abusos de los demás hubiese sido asertiva, aceptando aquello que le ha molestado, exponiendo a los demás sus puntos de vista, así como lo que considera aceptable e inaceptable y haciendo valer sus derechos al tiempo que respeta los de los demás. Pero no era esto lo que Rosa hacía. Ella sí sentía ira, pero la negaba de inmediato, porque pensaba que las personas que sienten o reaccionan con ira son malas personas y que sentir ira es incorrecto y horrible. De modo que cuando sentía este tipo de emociones, las negaba de inmediato ante sí misma, se ponía una máscara de buen humor y fingía ser una persona que en realidad no era. De este modo, no estaba manejando correctamente sus emociones de ira, no estaba trabajando en ellas ni se estaba dando la oportunidad de aprender a ser esa persona que deseaba ser; es decir, la persona que responde de un modo sereno y asertivo ante los incidentes que, en principio, podrían causar ira. Su problema principal era que no sabía como manejar estas emociones de un modo adecuado ni tampoco se permitía expresarlas de un modo inadecuado.
Por supuesto, todos podemos estar de acuerdo en que dejar salir la ira libremente y destrozar los muebles de la habitación o gritar e insultar a una persona de un modo del que nos vamos a arrepentir, no es lo más deseable. Pero, aún así, esto es preferible a negar lo que sentimos.
Al menos la persona que no sabe manejar correctamente su ira pero la reconoce, la acepta y la deja salir inadecuadamente, gritando y arrojando objetos, sufrirá las consecuencias de sus actos, tendrá la oportunidad de arrepentirse y de trabajar en sus emociones, de modo que pueda aprender a expresar su enfado de un modo más adecuado y asertivo, en vez de agresivo. Pero, ¿cómo hacer esto si, desde el principio, niega sentir ira? ¿Como trabajar en una emoción que ni siquiera reconoces tener?
¿Cómo sé si estoy reprimiendo mis emociones?
Muchas personas se preguntarán: si estoy reprimiendo una emoción, ¿cómo sé que lo estoy haciendo? Cuando no dejamos que se exprese nuestra psique, no es raro que se acabe expresando nuestro cuerpo.
Rosa tenía dolores por todo el cuerpo y cansancio crónico. Las personas que tienden a reprimir lo negativo suelen tener enfermedades psicosomáticas, como problemas gastrointestinales, problemas respiratorios, dolores, problemas en el sistema inmunitario (como alergias), etc. Esto es debido a la tensión y estrés ocasionado por el hecho de reprimir las emociones que no está aceptando. Para mantenerlas a raya hace falta un gran esfuerzo y gasto de energía y supone un estrés constante para nuestra mente y nuestro cuerpo, que, al cabo del tiempo, se acaba manifestando en forma de enfermedad o síntomas físicos, así como síntomas psicológicos inespecíficos que parecen salir de la nada ("tengo una sensación de miedo y ansiedad, pero no sé de dónde sale").
Por tanto, si tienes alguna enfermedad crónica, si tienes síntomas que los médicos no logran explicar del todo, si tienes dolores y contracturas con frecuencia, o si tienes síntomas psíquicos que no te explicas, es posible que tengas que prestar más atención a lo que sucede en tu interior y a tu forma habitual de comportarte.
1. Puedes empezar preguntándote, por ejemplo, si hay alguna emoción que no sientes jamás y si consideras que esa emoción es inaceptable. Esa podría ser una de las emociones que tiendes a reprimir.
2. Describe qué clase de persona eres, que cualidades y características positivas destacas de ti mismo/a. Céntrate en esas cualidades que son importantes para ti y que no tenerlas te haría sentirte sumamente decepcionado/a o avergonzado/a. Por ejemplo, si te describes como una persona sincera que da gran importancia a la sinceridad y que considera que no ser sincera te haría sentirte mal. Luego piensa en las cualidades opuestas a estas, ¿las has visto alguna vez en ti? Siguiendo con nuestro ejemplo, ¿has dejado de ser sincero/a alguna vez, has mentido, has sido falso/a o hipócrita?
No respondas con un sí o un no; en lugar de eso, busca ejemplos de ocasiones en las que no hayas sido sincero/a. Si no eres capaz de encontrarlas puedes preguntarte si tienes tendencia a reprimir o enmascarar ese tipo de conductas cuando las presentas.
Es importante tener en cuenta que las emociones o los pensamientos surgen muchas veces de manera automática sin que podamos hacer nada por evitarlo. Es decir, tal vez no podamos evitar que surjan de repente, pero, una vez que surgen, sí podemos manejarlas de un modo adecuado para expresarlas de la forma más aceptable. Es decir, podemos sentir ira de repente, tras algún acontecimiento, pero si la reconocemos y aceptamos que la hemos sentido, podremos trabajar en ella, calmarnos y expresar nuestro enfado de manera asertiva.
El miedo a la reacción de los demás
Algunas personas no aceptan sus emociones porque piensan que no son el tipo de personas que sentirían eso. Por ejemplo, la persona casada que considera inaceptable sentir deseos de estar con otra persona y reprime esos deseos cuando aparecen.
Otras personas temen sobre todo las reacciones de los demás. Temen mostrar la parte de sí mismas que consideran inaceptable porque temen que otras personas las rechacen. De este modo, muestran siempre buena cara ante los demás, se muestran amables, simpáticas, siempre de buen humor, y reprimen cualquier emoción negativa que pudieran sentir. Esto les impide tratar de manera adecuada cualquier problema que puedan tener con otras personas.
Por ejemplo, si la otra persona los trata de un modo desconsiderado y se sienten mal es posible que no lo reconozcan, que se pongan la máscara de persona que no se ve afectada por ese tipo de cosas y se digan a sí mismos: "En realidad no me importa, es libre de hacer lo que desee". Si creyera esto de verdad no habría problema; pero el caso es que realmente no se lo cree, es una mentira, un autoengaño, pues lo que de verdad piensa es que esa persona le ha despreciado y maltratado y se siente mal por ello, pero no es capaz de reconocer que eso es precisamente lo que está pensando porque se niega a ser el tipo de persona que piensa así, desea ser esa persona perfecta que no se inmuta por "tonterías".
Lo paradójico del asunto es que podría acercarse a ese ideal de persona que desea ser si reconociera sus verdaderas emociones y reacciones y trabajara para cambiarlas en vez de negarlas, pues negándolas no hace que desaparezcan, solo se pone una máscara, una careta que no muestra quien es de verdad y de este modo no evoluciona ni crece como persona. Es como si alguien que no sabe nadar se avergüenza de ello y no lo reconoce ni ante sí mismo/a ni ante los demás. De este modo jamás aprenderá a nadar, solo será una persona que finge saber nadar y que tendrá que pagar un precio por mantener esta mentira.
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