Autora: Ana Muñoz

Para que una relación de pareja tenga éxito, es importante que ambos miembros de la pareja tengan una identidad definida. Si una persona no tiene claro quién es o no tiene una adecuada comprensión de sí misma y de lo que la hace única como persona, le puede resultar muy difícil mantener una relación de pareja que funcione correctamente.

Necesitamos tener claro quiénes somos para poder comunicar claramente nuestros deseos y necesidades. Cuando nuestra identidad está bien definida, podemos apreciar en nuestra pareja esas cualidades que la hacen una persona única. Cuando ambos miembros de la pareja tienen una identidad clara y bien definida, la intimidad y conexión que se establece entre ellos es mucho mayor. Las semejanzas entre ellos los unen más, y las diferencias los ayudan a acrecer y aportan diversión y variedad a la relación.

El modo en que entendemos y trabajamos con las fronteras que establecemos entre nosotros y los demás, dice mucho acerca del desarrollo de nuestra identidad. Las fronteras personales son los límites que establecemos en las relaciones con otras personas, que nos permiten protegernos de invasiones no deseadas. Las fronteras nos permiten separar nuestros propios deseos y pensamientos de los de los demás y hacernos responsables de lo que pensamos y sentimos; nos ayudan a sentirnos únicos y diferentes. Las fronteras sanas son flexibles, pues nos permiten acercarnos a otros o dejar que se nos acerquen cuando lo deseamos y alejarnos de ellos cuando no deseamos su cercanía. Provienen de una autoestima sana y un buen concepto de uno mismo y la propia valía personal. Las fronteras nos protegen del abuso por parte de los demás y permiten una intimidad real y sincera.

Las fronteras insanas suelen tener su origen en familias disfuncionales. En familias en las que los adultos dan prioridad a sus necesidades ignorando las necesidades de seguridad, amor y respeto de sus hijos, maltratándolos, ignorándolos o tratándolos como objetos de su propiedad con quienes pueden hacer lo que deseen cuando deseen, los niños aprenden que las fronteras no importan. De hecho, pueden tender a invadir las fronteras de los demás, como sus padres han hecho con ellos, y no saben cómo alzar sus propias fronteras para protegerse del abuso de otros, porque, si alguna vez lo han intentado, han sido castigados o no ha servido de nada. Estos niños crecen sin haber desarrollado un sentido claro de su propia identidad.

De este modo, es posible que no establezcan fronteras o que, por el contrario, establezcan unas fronteras demasiado rígidas e inflexibles, levantando un alto muro protector entre ellos y los demás, lo cual les puede impedir establecer relaciones sanas de intimidad con otras personas.

Tipos de fronteras insanas

Identidad no definida

Cuando una persona no tiene una identidad bien definida ni unas fronteras bien establecidas, tiende a hacer suya la identidad de su pareja. Se sienten totalmente perdidos sin pareja porque sienten que sin ella no son nada, no saben quiénes son. Están dispuestos a hacer lo que sea para hacer que la relación funcione, aunque eso signifique renunciar a sus amistades, a sus deseos, a sus sueños, a su seguridad, a su trabajo, a su libertad e independencia o al respeto hacia sí mismos. Pueden soportar abusos y humillaciones sólo para mantener la relación.

No obstante, una alternativa más sana que alquilar una identidad prestada, consiste en lanzarnos a descubrir quienes somos, cuáles son nuestros verdaderos deseos, opiniones, pensamientos, valores y todo aquello que nos hace únicos y disfrutar de ese descubrimiento. Tu valor como persona no depende de la pareja que tengas a tu lado ni del hecho de tener a alguien; puedes funcionar perfectamente bien como una persona independiente y puedes construirte tu vida en función de tu propia identidad, en vez de buscar una persona que te diga qué vida has de vivir.

Lanzarse a descubrirse a uno mismo puede ser un reto, pero resulta altamente gratificante y liberador, porque dejas de necesitar a una persona que te diga quién eres y empiezas a formar relaciones más reales.

Relaciones sin crecimiento

Algunas personas se aferran a la sensación de seguridad que les da su relación de pareja, consideran en todo momento que las cosas están bien como están e impiden todo cambio y evolución dentro de la relación. No exploran nuevos modos de estar y comportare en la relación, la cual se vuelve estática. Estas personas renuncian a sus sueños para mantener la seguridad de la relación, pues temen que si uno de los miembros de la pareja evoluciona y se siente realizado en su vida, no necesitará al otro miembro de la pareja y romperá o dañará la relación. Así, el cambio es visto como una amenaza.

Por supuesto, esta idea es falsa, pues por muy satisfecha y realizada que se sienta una persona en su vida, siempre puede desear compartirla con una persona especial. En una relación sana las fronteras son lo bastante flexibles como para permitir el crecimiento. Existe respeto tanto hacia uno mismo como hacia el otro miembro de la pareja, sin anteponer las necesidades de ninguno de ellos a costa de las del otro. Existe el deseo de crecer y de que la pareja crezca, persiga sus sueños, alcance sus logros.

La persona con fronteras sanas no renuncia a sí misma por la relación. Las fronteras sanas permiten que haya el suficiente respeto y confianza como para que ambos miembros de la pareja puedan crecer dentro de la relación sin sentirse amenazados por ello.

Culpa y exceso de responsabilidad

Muchas personas que han crecido en familias disfuncionales pueden haber aprendido desde su infancia a sentirse culpables si no pueden asegurar la felicidad y el éxito de los demás miembros de la familia. Así, se sienten responsables de los fracasos o errores de sus parejas. Este sentimiento de culpa y responsabilidad excesiva respecto a los demás lleva a una persona a renunciar a sus propias fronteras y a estar disponible para la otra persona en todo momento.

No obstante, cuando nos hacemos responsables en exceso de la vida de otra persona no sólo nos estamos haciendo daño a nosotros mismos, sino también a esa persona, pues le estamos impidiendo vivir su vida, aprender de sus errores, elegir libremente su camino, formar su propia identidad. Es decir, le estamos privando de la posibilidad de llevar una vida independiente y madura y de ser responsable de sí mismo, sus actos y sus pensamientos, aceptando las consecuencias de sus decisiones.

Una respuesta más sana en esta situación consiste en permitir a nuestras parejas triunfar o fracasar por sí mismos. Por supuesto, puedes estar ahí para apoyar y animar a tu pareja ante las dificultades y puedes aportarle ideas o sugerencias cuando tu pareja te lo pida o desee comentar algo contigo, pero le permites tomar sus propias decisiones sin tratar de controlar su vida.

El deseo de rescatar a la pareja

Algunas personas que han vivido en familias disfuncionales pueden haber aprendido que sólo reciben atención y amor de sus padres cuando sienten compasión y cuidan de ellos (como el caso de padres alcohólicos o depresivos a quienes sus hijos han de cuidar). Así, acaban confundiendo el amor con el hecho de rescatar a otra persona con algún tipo de problema o trastorno emocional. Aprenden a renunciar a sus propias fronteras para cuidar del padre o madre enfermo. En la edad adulta, su modo de amar a su pareja es similar. Si pueden rescatar a su pareja, entonces sienten que están mostrando amor y consideran que es el único modo de que otra persona los ame. Al cuidar a su pareja sienten un sentimiento de calidez, conexión y cariño que confunden con amor. Después de todo, durante su infancia solamente sintieron esto cuando cuidaban de su padre o madre y así han aprendido que el amor es rescatar al otro o que sólo puede darse en ese contexto.

Sin embargo, esta actitud anima a su pareja a mostrarse más necesitada y desvalida. La relación acaba estando desequilibrada, pues un miembro de la pareja hace el papel de rescatador y el otro de víctima indefensa; es decir, uno hace de adulto y el otro de niño indefenso y necesitado, de manera que ninguno de los dos está viviendo un amor real ni la relación que establecen permite el crecimiento.

La compasión y la disponibilidad para cuidar de la otra persona en caso necesario, son cualidades deseables y positivas, pero no ha de confundirse con amor el deseo de salvar a otra persona. Una relación sana ha de ser bidireccional. Es decir, ambos miembros de la pareja se apoyan y cuidan el uno al otro cuando lo necesitan, pero ambos son capaces de asumir los dos roles según las circunstancias del momento.

Si has establecido una relación de pareja tipo adulto/niño es posible que estés confundiendo los sentimientos de compasión que te inspira esa persona y creyendo que lo que sientes es amor, y es posible que tengas que dedicar un tiempo a recapacitar sobre lo que de verdad significa el amor y el tipo de relación que realmente desearías tener.

No diferenciar entre fantasía y realidad

Los niños que se han criado en familias disfuncionales, han podido vivir días de abuso, maltrato o negligencia, alternando con días en los que todo parecía ir bien. Estos días de normalidad les hace pensar que puede llegar el momento en que las cosas se arreglen definitivamente y no haya más maltrato. Aunque esto no sucede nunca, muchos de estos niños llegan a la edad adulta pensando del mismo modo. Ante los demás actúan como si todo fuera bien y se refugian en la fantasía de que llegará el día en que todos los problemas se solucionen y la relación sea siempre positiva. Así, ignoran el maltrato, manipulación y control en la relación. Al ignorar los problemas no son capaces de afrontarlos.

Las fronteras sanas permiten a estas personas poner a prueba la realidad en vez de confiar en la fantasía. Cuando hay problemas, las fronteras sanas permiten a una persona tomar la distancia suficiente como para analizar la situación con objetividad, definir el problema y comunicarlo a la pareja para tratar de buscar una solución. Si la solución no es posible, no permiten el maltrato ni el abuso, y mantienen sus fronteras sólidas y lo bastante fuertes como para impedir ser invadidos, manipulados o maltratados. Esto es así porque tienen claro quiénes son, lo que quieren y lo que no quieren.

Ejemplos de fronteras sanas e insanas

Fronteras sanas

  • Te sientes bien contigo mismo
  • Te sientes responsable de tu propia felicidad
  • Existe un equilibrio entre la cercanía y la separación en la pareja
  • Existen amistades fuera de la relación de pareja
  • Te centras en las mejores cualidades de ambos
  • Consigues intimidad sin recurrir a drogas o alcohol
  • La comunicación es sincera, abierta y asertiva.
  • Ambos miembros de la pareja están comprometidos en la relación
  • Hay respeto por las diferencias que presenta la otra persona
  • Se aceptan los retos y los cambios  en la relación
  • Expresas honestamente lo que deseas
  • Aceptar que la relación se ha terminado
 

Fronteras insanas

  • Te sientes incompleto sin pareja
  • Esperas que sea tu pareja quien te haga feliz
  • Existe demasiada cercanía o demasiada separación
  • Incapacidad para mantener amistades con otras personas
  • Te centras en las peores cualidades de ambos
  • Usas el alcohol o las drogas para reducir las inhibiciones y lograr una falsa intimidad.
  • Manipulación, negarse a escuchar, mentiras y ocultamientos
  • Celos, adicción a la relación o falta de compromiso
  • Culpar a la pareja por sus cualidades únicas y diferentes
  • Pensar que la relación debería se siempre igual
  • No ser capaz de expresar los que quieres
  • No ser capaz de aceptar que la relación ha acabado