Autora: Ana Muñoz


En 1957, dos cardiólogos, Rosenman y Friedman, del hospital Monte Sinaí, en San Francisco, California, describieron un estilo de comportamiento que llamaron patrón de conducta tipo A, que constituye un factor de riesgo para la cardiopatía isquémica. Estas personas tienen 2,5 veces más probabilidades de presentar angina de pecho o infarto de miocardio. El patrón tipo A es un factor de riesgo que opera al margen de otros factores de riesgo como el tabaco, la hipertensión y la obesidad.

Características de la personalidad tipo A

  • Velocidad, impaciencia, irritabilidad, siempre tiene prisa.
  • Estilo dominante y autoritario.
  • Pensamiento basado en lo concreto, con dificultad para conocer y expresar sus emociones.
  • Actitud hostil, dura, competitiva.
  • Gran implicación en el trabajo, con tendencia a la actividad permanente. Consideran el descanso o el ocio como pérdidas de tiempo.
  • Preocupación por el rendimiento y los resultados finales, más que por el disfrute de la actividad mientras se realiza.
  • Pocos intereses y relaciones personales al margen del trabajo.

Son personas enérgicas, que hablan con voz alta y con rapidez, se muestran tensos e impacientes. Su vida gira en torno al trabajo, al logro y al éxito, son competitivos y ambiciosos y dan la impresión de no tener nunca suficiente. Tienen una gran necesidad de control de su ambiente, lo cual los vuelve muy tenaces, aunque pueden seguir intentándolo incluso cuando las posibilidades de éxito son mínimas y la tarea está destinada al fracaso.

Estas personas tratan de probarse a sí mismas continuamente, midiéndose a través de sus logros. Por este motivo emprenden numerosas tareas, tratando de destacar y triunfar en todas ellas. Dado que su valor personal depende para ellos de sus logros, suelen tener un gran temor al fracaso, pues lo consideran un indicativo de su falta de valor personal. Debido a que el logro y el éxito se vuelve para ellos una cuestión vital, se encuentran en una continua competición con los demás.

Tienen problemas para identificar, reconocer y expresar sus propios sentimientos, junto con una ausencia de fantasías.

No es extraño que encontremos a estas personas realizando dos actividades al mismo tiempo. Necesitan estar siempre ocupados, centrados en los resultados en vez de en el placer que puedan obtener con la tarea que realizan. Les cuesta mantener la atención en un tema que no consideren de gran importancia, pues es una pérdida de su valioso y escaso tiempo. A menudo están pensando en la solución de problemas que consideran de gran importancia, casi siempre relacionados con el trabajo, lo cual hace que presten menos atención al mundo exterior y sean, por este motivo, más propensos a accidentes. En los periodos de inactividad o vacaciones se muestran inquietos.

No suelen mirar al interior de sí mismos y sus recuerdos suelen girar en torno al trabajo y logros, mostrando desinterés por otros datos de sí mismos o su pasado. Suelen estar bastante desconectados de su vida interior.

No son capaces de delegar responsabilidades o tareas en otras personas. Para ellos lo ideal es hacerlo todo ellos mismos.

Son propensos a la ira y la hostilidad, consideran que ellos tienen todas las soluciones y que las cosas funcionan mal porque no se les consulta a ellos, no tienen en cuenta las opiniones de los demás y tienden a ocultar sus propias deficiencias culpando o descalificando a otras personas. Para ellos, cualquier muestra de debilidad puede ser fatal.

Son personas agresivas, con estallidos de descontrol emocional. Son muy sensibles al medio y la mínima provocación puede hacerles estallar con violencia exagerada e injustificada. Esta agresividad no se da necesariamente en forma de violencia física (aunque puede suceder), sino que puede expresarse por medio de otras conductas como desvirtuar logros ajenos, disminuir el valor del trabajo de los demás, desacreditar sus ideas, negarles atención o ayuda, etc.

Otra característica típica de estas personas es su afán de protagonismo, que puede resumirse en tres puntos:

  • Llamar la atención sobre su situación social privilegiada
  • Exagerar la propia importancia
  • Hacer afirmaciones arrogantes

Relación entre ira-hostilidad y enfermedad cardiaca

Numeroso estudios muestran cómo la ira y la hostilidad son factores importantes que contribuyen a padecer trastornos de las arterias coronarias.

Las personas que sienten ira pero son incapaces de expresarla de un modo adecuado y la reprimen, tienen una mayor probabilidad de tener trastornos coronarios. Un estudio realizado por Barefoot, Dahlstrom y Williams para medir la hostilidad mostró que las personas que puntuaban por encima de la media en la escala de hostilidad tenían un promedio de mortalidad 6,4 veces más alto que los que puntuaron por debajo de la media. Es decir, tanto la ira reprimida como la hostilidad abierta, afectan negativamente a la salud, produciendo un mayor riesgo de enfermedad coronaria e hipertensión.

Las personas hostiles tienen episodios de ira con más frecuencia y se encuentran más a menudo en estado de vigilancia ante un medio que consideran amenazante u hostil. Esto da lugar a una serie de respuestas cardiovasculares y neuroendocrinas que contribuyen al desarrollo de la enfermedad.