Autora: Ana Muñoz


Consisten en episodios recurrentes de despertares bruscos que se inician con un grito de angustia. La persona despierta aterrorizada y muy agitada, con síntomas como taquicardia o sudoración. No suele responder a los intentos de los demás de consolarle o tranquilizarle y no recuerda nada de lo ocurrido durante la noche, ni ningún sueño o pesadilla que explique lo sucedido.

Los terrores nocturnos ocurren durante las fases 3 y 4 del sueño.

Para que sea considerado un trastorno, estos episodios han de provocar un malestar significativo o un deterioro laboral, social o de otras áreas importantes.

Suele afectar principalmente a niños, aunque también puede darse en personas adultas.

Síntomas

Los síntomas son muy similares al miedo extremo. Aparecen palpitaciones, sudoración, respiración acelerada. La frecuencia cardiaca puede aumentar de dos a cuatro veces por encima de lo habitual. Durante el episodio, estas personas se levantan de la cama sintiendo un gran terror, con frecuencia gritando y en un estado de confusión. En algunas ocasiones salen de la cama y actúan como si algo o alguien los persiguiera, lo cual puede hacer que lleguen a provocarse heridas (por ejemplo, dañarse con algún mueble, caerse por las escaleras).

Las personas que experimentan terrores nocturnos no están completamente despiertas, aunque tengan los ojos abiertos. Es prácticamente imposible hacer que sean conscientes de la realidad o consolarlas y a veces responden violentamente a los intentos de calmarlas.

En muchos casos, una vez que termina el episodio, la persona vuelve a dormirse sin haber llegado a despertarse del todo. A menudo no recuerdan nada de lo sucedido al despertarse a la mañana siguiente, aunque sí pueden recordar una sensación de miedo. Tampoco recuerdan ningún mal sueño que haya podido provocar el episodio.

Los episodios suelen ocurrir durante el primer tercio del periodo de sueño nocturno, aunque pueden suceder incluso durante pequeñas siestas diurnas.

La duración suele ser de menos de 15 minutos, por término medio. Habitualmente sólo ocurre un episodio en una única noche, aunque a veces se dan varios episodios. La mayoría de las personas tienen un episodio a la semana o sólo unos pocos al mes.

Causas

Las causas de estos episodios son desconocidas, pero pueden influir factores como el estrés psicológico, la falta de sueño, la fiebre o las comidas pesadas antes de dormir.

Se considera que durante la fase 4 del sueño, la mente está prácticamente en blanco, por lo que resulta un misterio el hecho de que se den los terrores nocturnos en esta fase.

Prevalencia

Los terrores nocturnos son mucho más frecuentes en niños que en adultos. Aproximadamente, del 1 al 6% de los niños presentan terrores nocturnos en algún momento de su infancia. Es más frecuente en niños que en niñas, y suele comenzar entre los 3 y los 12 años de edad, siendo más frecuente entre los 3 y los 5 años.

Por lo general, el problema desaparece durante la adolescencia. Los terrores nocturnos en niños no están asociados a trastornos psicológicos.

Entre los adultos, la prevalencia es de menos del 1%. Suelen comenzar entre los 20 y los 30 años, aunque en algunos casos la persona los ha padecido desde la infancia, sin desaparecer los episodios en la edad adulta. Se da en ambos sexos por igual.

En adultos, los terrores nocturnos suelen estar asociados a trastornos psicológicos, sobre todo trastornos de ansiedad, trastornos de personalidad o trastorno de estrés postraumático.

Las personas que tiene familiares con una historia de terrores nocturnos o sonambulismo tienen una probabilidad diez veces mayor de desarrollar terrores nocturnos que los demás.

Cuando consultar al especialista

La American Academy of Child and Adolescent Psychiatry recomienda que los padres consulten a un psicólogo o psiquiatra infantil si el niño tiene varios episodios cada noche, si los episodios ocurren cada noche durante varias semanas o si interfieren con sus actividades diurnas.

¿En qué se diferencian los terrores nocturnos de las pesadillas?

Ambos están relacionados con sueños desagradables, aunque las personas con pesadillas recuerdan el sueño que han tenido y suelen tener problemas para dormir debido a dicho recuerdo. Por el contrario, las personas con terrores nocturnos no recuerdan el sueño, sólo la sensación de miedo.

Por lo general, quien tiene una pesadilla se despierta justo cuando va a experimentar la parte más aterradora del sueño.

Las pesadillas implican también un movimiento mucho menor. Por lo general, la persona con una pesadilla no suele salir de la cama.

Las pesadillas se dan durante el sueño REM, mientras que los terrores nocturnos aparecen en las fases 3 y 4 del sueño.

Tratamiento

Si los episodios no son muy frecuentes y no perturban especialmente la vida del individuo, no es necesario ningún tratamiento. Es aconsejable organizar el mobiliario de la habitación de modo que se puedan prevenir los posibles daños (por ejemplo, no situar las camas debajo de las ventana, para evitar que rompa el cristal).

Cuando se trata de niños, es importante restar importancia a los episodios para no preocuparlos en exceso por su posible aparición.

La psicoterapia es aconsejable para los adultos preocupados por las posibles causas de los episodios o cuando son muy frecuentes y perturbadores.

Pronóstico

En la mayoría de los niños, los terrores nocturnos desaparecen antes o durante la adolescencia sin necesidad de tratamiento. En los adultos, la psicoterapia y la evitación de estresores que precipitan los episodios puede ayudar a solucionar el problema.

Por lo general, los episodios disminuyen con la edad, debido a que la fase de sueño en la que se producen (sueño profundo) disminuye también con la edad.