Autora: Ana Muñoz

Si bien el asma no está causada por problemas psíquicos o emocionales, sí es cierto que éstos factores juegan un papel importante en las agudizaciones. El estrés y los factores psicológicos pueden provocar las crisis asmáticas y agravar los síntomas del paciente.

La ansiedad, angustia, excitación, irritabilidad, etc. pueden actuar como precipitantes de las crisis asmáticas en personas que ya presentan una hiperreactividad bronquial. Existen estudios que demuestran que las personas asmáticas sometidas a estrés tienen un empeoramiento de sus síntomas (Howard, 1992). También se ha demostrado que se producen cambios en las vías aéreas como consecuencia de estímulos psicológicos (Creer y Kotes, 1993).

Otros estudios han mostrado que diversos estresores pueden perjudicar la función inmunitaria y, así mismo, existe la posibilidad de mejorar la función inmunológica mediante intervenciones psicológicas (Ader, Feelten y Cohen, 1993).

Por otro lado, los factores psicológicos juegan un papel importante en la percepción y conciencia de la severidad de la enfermedad, la adhesión al tratamiento, el manejo de la enfermedad por parte del paciente y la habilidad para mantener una adecuada contracción de los músculos respiratorios durante una crisis de asma.

Autores como Silverglade, Tosi, Wise y D'Costa (1994) indicaron que las creencias irracionales sobre la importancia de la aprobación por parte de los demás, la falta de control emocional, la ansiedad, la depresión y la hostilidad estaban relacionadas con la severidad del asma.

Los asmáticos y las personas alérgicas en general presentan una hipersensibilidad biológica; es decir, su sistema inmunitario reacciona de una manera excesiva ante estímulos que no son dañinos. Algunos autores plantean que esta tendencia a hiperreaccionar no se da sólo a nivel biológico sino también a nivel emocional. Estas hiperreacciones pueden ser de diversos tipos, dando lugar a personas alérgicas o asmáticas muy diferentes entre sí: la persona hipersensible a nivel emocional, que se siente dolida u ofendida con facilidad; la persona intolerante, que reacciona con intensidad ante pequeños errores o defectos; la persona que reacciona con excesivo entusiasmo y euforia; la persona que no es capaz de parar (de pensar en algo, de dejar de hacer algo, etc.)...

El aprendizaje también puede jugar un papel importante en la aparición de las crisis asmáticas. Por ejemplo, un niño puede aprender que los ataques asmáticos le permiten pasar más tiempo con su madre, recibir más atención, librarse de ir a clase, etc. Por otra parte, el condicionamiento clásico también puede desencadenar un ataque debido a una asociación entre un estímulo determinado y dicho ataque. Esta asociación se produce porque algunos ataques han tenido lugar en asociación a un determinado estímulo (por ejemplo, un determinado estado emocional, un lugar concreto, etc.). Después, dicho estímulo llega a causar el ataque por sí mismo, sin que exista ningún alérgeno que lo desencadene.

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Referencias

Benedito y López (1997). Intervención psicológica en el asma infantil. En: Pascual y Ballester. La práctica de la psicología de la salud. Valencia: Promolibro.
Ader, Felten y Cohen (1991). Psychoneuroinmunology. New York: Academic Press.
Creer y Kotes (1993). Asma. En Ollendick y Hersen. Psicopatología infantil. Barcelona: Martinez Roca.
Howard (1992). Psychiatrics aspects in asthma. Chest, 101 (6), 415-17.
Silverglade, Tosi, Wise y D'Costa (1994). Irrational beliefs and emotionality in adolescenst with and without bronchial asthma. Journal of Genral Psychology, 121 (3), 199-207.