Autora: Ana Muñoz
Con frecuencia, los factores psicosociales no son tenidos en cuenta en las enfermedades del aparato locomotor. No obstante, toda enfermedad pone de manifiesto la discrepancia que existe entre lo que vivimos y lo que somos. Por este motivo, la enfermedad nos impone una actitud que no tomaríamos de forma voluntaria.
La columna vertebral es la encargada de proporcionar flexibilidad y sostén al cuerpo humano, permitiéndole moverse y proporcionándole una postura erguida. Cuando lo interno se manifiesta externamente, la postura externa expresa algo acerca del estado interno de la persona. Por ejemplo, una persona decaída o deprimida adopta una postura también decaída, con la columna curvada.
Cuando una postura no se corresponde con el estado interno de la persona se reconoce como falsa o artificial.
Las personas con dolores lumbares o de ciática, suelen tener un problema de sobrecarga. Estas personas tienen demasiado peso sobre sus hombros, de manera que la presión del cuerpo se manifiesta como dolor intervertebral.
En algunas personas, la agresividad reprimida representa un papel importante. Dicha agresividad se expresa físicamente como contracturas musculares, sobre todo de la musculatura estriada transversal, lo cual también puede expresarse como aumento de la presión sanguínea.
El dolor físico obliga a una persona a mantener reposo. El dolor le está transmitiendo el mensaje de que debe cuidarse o cambiar algo. Por desgracia, a menudo las personas no hacen caso a estos mensajes de su cuerpo y enmascaran el dolor con analgésicos que les permitan continuar con el mismo ritmo de vida sin hacer ningún cambio.
Por este motivo, las medicinas alternativas, como la homeopatía o las flores de Bach, no actúan sobre el dolor hasta pasado un cierto tiempo, pues su efecto sucede primero a nivel psicológico, empujando al individuo a recapacitar sobre su vida y llevar a cabo los cambios pertinentes en sus vidas, actitudes y comportamientos, que son los que realmente pueden acabar con el dolor.
Al analizar la historia clínica de los pacientes reumáticos, suele encontrarse una intensa actividad y movilidad. A menudo han realizado deportes de resistencia, han entrenado muchas horas y han trabajado mucho, en sus casas, en sus jardines, en sus oficinas. Es decir, han sido personas muy activas en todas las áreas de sus vidas y con una fuerte tendencia a sacrificarse por los demás. No es extraño encontrarnos con una ama de casa reumática que trabaja en su casa y atendiendo a sus hijos o a los ancianos de la familia desde que se levanta hasta que se acuesta, sin pensar en sí misma.
Estas personas activas, ágiles y, aparentemente incansables, acaban sufriendo de rigidez e inmovilidad, como si el exceso de actividad y ejercicio fuera corregido mediante la rigidez física. Así, la persona afectada de poliartritis es alguien que realmente padece de rigidez y cuya hiperactividad externa no está en sintonía con su actitud interior. Los poliartríticos son personas con una intensa tendencia al perfeccionismo, con inclinaciones depresivas y una actitud de altruismo y entrega a los demás.
Los reumáticos muestran una inclinación a la agresividad, pero no se da rienda suelta a dicha agresividad sino que se inhibe. Es decir, la energía se reprime a nivel muscular. Las mediciones de la actividad eléctrica muscular muestran en el enfermo reumático que existen contracturas musculares evidentes.