Autora: Ana Muñoz
Según la clasificación del DSM-V, las personas que antes se diagnosticaban de hipocondría pueden recibir ahora dos tipos de diagnósticos. El más frecuente es el trastorno de síntomas somáticos, puesto que la mayoría de estas personas experimentan diversos síntomas físicos. No obstante, alrededor del 25 % no presenta ningún síntoma físico o, si los presenta, son muy leves. En este caso, reciben el diagnóstico de trastorno de ansiedad por la salud.
El trastorno de ansiedad por la salud consiste en una preocupación marcada por las funciones corporales con miedo a adquirir o padecer una enfermedad grave. Para llegar a estas conclusiones se basan en síntomas físicos que interpretan de manera errónea. Puede tratarse de algún síntoma pasajero sin importancia, como gases abdominales o un ligero mareo momentáneo. El verdadero problema no es la existencia de estos síntomas sino la interpretación que hacen de ellos y la ansiedad y miedo que sienten al considerarlos un signo de algo grave.
En los casos en los que realmente existe una enfermedad física, su preocupación por ella es claramente exagerada y desproporcionada.
Sus preocupaciones les provocan un gran malestar emocional y un alto nivel de ansiedad y les impiden funcionar de un modo normal. Con frecuencia, examinan sus cuerpos en busca de signos de enfermedad o muestran conductas de evitación (como evitar ir al médico, no visitar familiares enfermos, no hacer ejercicio).
Por ejemplo, una adolescente de 13 años pensaba que tenía cáncer porque sus pechos se habían desarrollado de forma asimétrica. También tenía la sensación de que se le caía el pelo, lo cual, según ella, confirmaba el diagnóstico.
Estas preocupaciones persisten a pesar de que los médicos les aseguren que están sanos. Son usuarios habituales de los servicios médicos, aunque suelen sentirse insatisfechos con los servicios prestados o el trato recibido por el personal sanitario. Los intentos de los médicos para tranquilizarlos no suelen surtir efecto o incluso agravan los síntomas. Las pruebas médicas repetidas pueden producir complicaciones y los efectos secundarios de algunos tratamientos pueden agravar sus síntomas.
Las personas con este trastorno se sienten también muy afectadas por cualquier cosa relacionada con la enfermedad en general, como escuchar que alguien ha contraído una enfermedad o leer una noticia sobre enfermedades.
Sus preocupaciones acerca de la salud adquieren un papel predominante en sus vidas y afectan a sus actividades diarias y relaciones con los demás, convirtiéndose en su tema principal de conversación y parte de su identidad. Esta incesante preocupación puede resultar frustrante para los demás y, a menudo, es fuente de tensiones familiares.
Causas y factores de riesgo
Aunque no está claro su origen, muchos autores consideran que se trata de un comportamiento aprendido en la infancia: estos niños aprenden que estar en el papel de enfermo conlleva atención y cuidados por parte de otras personas, así como otras ganancias secundarias, como evitar determinadas obligaciones. En otros casos, se trata de niños que han vivido con familiares enfermos o se han enfrentado a la muerte y han aprendido a temerla más que los demás y a tener más presente que otras personas la posibilidad de enfermar y morir.
Algunos autores explican que estas personas toleran peor que los demás los síntomas físicos y los perciben de modo exagerado. Por ejemplo, lo que para la mayoría de las personas es una presión abdominal, para ellos es dolor. Sus síntomas más leves son interpretados con una intensa ansiedad como indicios de que les sucede o les podría suceder algo muy grave. Es decir, se trataría de distorsiones en su pensamiento, con tendencia al catastrofismo y la exageración.
Entre los factores que aumentan la probabilidad de este trastorno se encuentran los siguientes:
- Un acontecimiento estresante importante o una amenaza importante aunque finalmente benigna para la salud.
- Abuso en la infancia o enfermedad grave en la infancia.
Curso y trastornos asociados
El trastorno de ansiedad por la salud suele aparecer al principio de la edad adulta y tiende a hacerse crónico.
No es raro que vaya acompañado de otros trastornos, como trastornos de ansiedad (especialmente ansiedad generalizada, que es el más frecuente, trastorno obsesivo compulsivo o trastorno de pánico) y depresión.