Autora: Ana Muñoz


La palabra mindfulness no tiene una traducción exacta al español. Por este motivo se utiliza la palabra inglesa. No obstante, podría traducirse como atención plena. Implica centrarse en el momento presente de una manera activa, siendo conscientes de la experiencia que estamos viviendo dentro o fuera de nosotros, tal y como es, sin pretender controlarla, ya sea un pensamiento, una emoción, un recuerdo, las palabras de otra persona, etc. Se trata de permanecer en una situación sintiendo y observando lo que sucede, sin juzgar ni intervenir. Esto permite que lo que tiene que suceder, suceda de un modo completo, sintiéndolo hasta el final. Es una técnica procedente del budismo Zen que se ha estado practicando durante más de 2.500 años.

El mindfulness se basa en el descubrimiento de que nuestros esfuerzos por evitar el dolor y aferrarnos al placer no hacen más que multiplicar nuestro sufrimiento. Supone aceptar la vida tal y como es en el momento presente, tanto en sus alegrías como en sus dificultades y dejar de esperar o luchar para que todo sea maravilloso y por la ausencia total de sufrimiento en nuestras vidas.

Los beneficios del mindfulness

Los estudios realizados demuestran que reduce el estrés, hace que sea más fácil soportar el dolor, reduce la depresión y aumenta la autoaceptación y autoconocimiento. Te ayuda a despegarte de tus propias reacciones, a verlas desde fuera y con mayor claridad y perspectiva. Pero sobre todo te ayuda a controlar tu mente y todo lo que sucede en ella: pensamientos, emociones, recuerdos, imágenes mentales.

Vivir con mindfulness

Para vivir con mindfulness has de hacer lo siguiente: tener una mente de principiante, no juzgar, fluir, reconocer y aceptar, dejar ir. Vemos cada uno de estos componentes.

1. Mente de principiante

Significa estar presente y experimentarlo todo como si fuera nuevo, como si estuvieras en el mundo por primera vez. De este modo, te das cuenta de que aún hay mucho por descubrir, no solo entre lo que es realmente nuevo, sino entre los ambientes más familiares. Te das cuenta de que, aunque estés en la misma habitación donde has estado tantas veces, lo que estás experimentando ahora mismo es totalmente nuevo y único y no hay nada que hayas experimentado antes. Tal vez hayas besado cientos de veces a tu pareja, pero cada beso ha sido diferente y único y no se repetirá jamás. No hay dos instantes iguales en la vida.

Esta actitud te ayudará a empezar de nuevo cada vez que tu mente esté deambulando y te encuentres, sin querer, pensando en esa discusión que tuviste con alguien, alguna oportunidad perdida, lo que vas a hacer el fin de semana... Adoptar la mente de principiante te ayudará a volver de nuevo al presente.

2. No juzgar

Las personas nos pasamos la vida juzgándolo todo: a nosotros mismos, a los demás, las cosas, las situaciones. Por este motivo, aprender a no juzgar supone un gran descanso para la mente y para ti, sobre todo cuando dejas de juzgarte a ti mismo/a por cualquier cosa.

Para dejar de juzgar, proponte no evaluar ni asignar ningún valor a tus experiencias, ya sean mentales, emocionales o sensoriales. Es decir, no las veas como malas, buenas, o regulares, sino simplemente reconoce que han sucedido, que existen tal y como son. Si un objeto se ha caído de tus manos y se ha roto, eso no es ni bueno ni malo, sino simplemente se ha caído y se ha roto, y tú no eres torpe ni todo lo contrario, tan solo lo has dejado caer sin darte cuenta; es decir, describes la realidad tal y como es, pero no la juzgas.

3. Fluir

Fluir significa estar en sintonía con lo que está pasando en cada momento sin luchar por cambiarlo todo, incluido tú. Significa estar en el momento presente, y dejar de luchar por querer estar en otro lugar, en otro tiempo, en otra experiencia. Cuando haces lo contrario, y en vez de vivir el momento, luchas y te esfuerzas por intentar que todo sea de otra manera, con frecuencia solo consigues lo contrario, como cuando buscas desesperadamente un objeto para darte cuenta después que lo tenías a tu lado en todo momento.

Cuando luchas con demasiada intensidad por alcanzar alguna meta o cambiar algo, adoptas una especie de visión en túnel que te impide ver lo que tienes delante, como el buscador de ostras que fue incapaz de ver una enorme perla justo al lado de una de las ostras porque no estaba buscando perlas, sino ostras.

Fluir significa permitirte cambiar del modo de funcionamiento que podríamos llamar “luchar y lograr” al modo “dejarse llevar y descubrir”. A veces, la solución a un problema está delante de ti, pero te has empeñado tanto en luchar con dar una solución determinada siguiendo un camino determinado, que ni siquiera la ves. Por tanto, la próxima vez que te estés esforzando demasiado por algo sin obtener más resultado que frustración y ansiedad, detente, deja de luchar y fluye con el momento. En vez de tratar de hacer que suceda, tan solo permite que suceda por sí mismo.

4. Reconocer y aceptar

Reconocer significa darte cuenta de lo que está pasando, llamar a las cosas por su nombre, ver la realidad tal y como es. Aceptar significa recibir la experiencia que estés viviendo. Aceptación no significa someterse de forma pasiva a circunstancias dañinas o destructivas, sino aceptar que las cosas son así y no de otra manera, por mucho que deseemos que sean diferentes.
Por ejemplo, imaginemos un caso de violencia doméstica. Reconocer significa que la víctima se da cuenta de lo que pasa, no se engaña a sí misma, reconoce que su pareja la maltrata, que ella se siente deprimida, estresada, asustada, insomne, reconoce lo que siente y reconoce que eso que siente es consecuencia del maltrato al que está sometida. Aceptación, en este caso, significa aceptar que él seguirá comportándose igual, que no ha cambiado ni tiene intención de cambiar, que todo seguirá igual. Es decir, acepta su experiencia tal y como es. No aceptarla significa negar la realidad.

Tras reconocer y aceptar su realidad, la consecuencia natural sería marcharse, deja de luchar para cambiar algo que no puede cambiar, aceptar que debe renunciar a esa relación. No luchar, en este caso, significa no aferrarse a falsas ideas, como que él cambiará o que si ella cambia todo irá bien. En este ejemplo, la propia aceptación y reconocimiento la empuja hacia el camino correcto de manera natural.

5. Dejar ir

Las personas tenemos tendencia a aferrarnos a aquello que nos gusta, tratando de impedir por todos los medios que se vaya, y a tratar de alejar aquello que nos desagrada. Pero, a veces, lo que nos desagrada está ahí para quedarse y lo que nos agrada se empeña en desaparecer de nuestras vidas.

Dejar ir significa desarrollar una actitud de no apegarse, en la que dejas ir tus deseos de hacer que las cosas sean diferentes a como son.

En el ejemplo anterior, sobre violencia doméstica, la víctima ya ha reconocido que lo que le desagrada (el maltrato) está ahí para quedarse. Dejar ir, por tanto, significa dejar de aferrarse a esa relación, a sus deseos de que funcione, dejar ir sus propios impulsos y fluir con esa corriente natural que la empuja a alejarse, a dejar ir la relación.

Resulta paradójico que, adoptando esta actitud mindfulness que, en principio, parece pasiva, es cuando logra actuar y hacer algo que, hasta entonces, parecía tan difícil: acabar con esa relación y sacar de su vida para siempre al maltratador.

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