Autora: Ana Muñoz
A veces los pensamientos parecen tener vida propia y surgen en la mente de imprevisto. En ocasiones son ideas o pensamientos absurdos, que incluso te hacen reír y que descartas al instante, pero otras veces se trata de ideas que rechazamos e incluso de las que nos podemos sentir avergonzados o nos producen temor y extrañeza.
Los pensamientos no deseados son aquellos que consideramos que no deberíamos tener porque violan los códigos éticos, culturales o morales de la sociedad.
Esos pensamientos pueden expresarse en frases, como una voz en nuestra mente, o pueden tener la forma de imágenes mentales, pero tienen en común el hecho de que resultan desagradables. Pueden ser pensamientos relacionados con infligir daño a otras personas, pensamientos de actos sexuales considerados inmorales, ideas relacionadas con miedos, como la de perder el control y hacer daño a los propios hijos, o simplemente ideas como irte de casa, dejar a tu pareja y tus hijos, hacerte daño a ti mismo, etc.
Sea cual sea el pensamiento, lo cierto es que el ser humano pasa bastante tiempo pensando cosas que preferiría no pensar. A veces, este tipo de ideas van acompañadas de impulsos; es decir, de un deseo de hacer realidad aquello que has pensado.
Tal vez ese impulso dure tan solo unos segundos e, inmediatamente, toma el control otra parte de nosotros mismos que nos dice que no estaría bien hacer eso, que realmente no lo deseamos y que nos sentiríamos demasiado mal con nosotros mismos si lo hiciéramos, de manera que el impulso desaparece. De este modo, la mayoría de las personas nunca pone en práctica esos pensamientos prohibidos.
No obstante, pueden sentirse muy mal por el simple hecho de haber pensado algo así, pueden castigarse a sí mismos haciéndose reproches, considerarse malas personas o tener miedo de perder el control o de volverse locos. Elsa, por ejemplo, tenía imágenes mentales en las que se veía a sí misma haciendo daño a sus hijos, lo cual le resultaba aterrador.
Ella amaba a sus hijos y eran lo más importante para ella, de modo que empezaba a preguntarse si se estaba volviendo loca o si en realidad lo que pasaba es que odiaba a sus hijos sin ser consciente de ello. Pero lo cierto es que no es infrecuente que los padres y madres tengan imágenes mentales relacionadas con el daño a sus hijos, bien infligido por otras personas, por accidentes o incluso por ellos mismos. Por lo general, es solamente un reflejo de la preocupación por ellos y del miedo que tienen de que llegara a pasarles algo o incluso de lo horrible que sería que se volviesen locos y los dañaran sin querer. Es decir, este pensamiento es más un reflejo del miedo a que algo malo le suceda a alguien a quien amas, que de un deseo de hacerle daño. No obstante, cuando estos pensamientos son interpretados como un deseo de hacer daño, producen una ansiedad intensa que puede llegar a obsesionar a la persona. Esta obsesión hace que dichos pensamientos se vuelvan más frecuentes, entrando en un círculo vicioso difícil de romper.
Luchar contra los pensamientos prohibidos los fortalece
Luchar contra los pensamientos prohibidos puede fortalecerlos porque los transforma en obsesión. Si te empeñas en que tienes que dejar de pensar en algo, que pensar eso es horrible y que eres una persona despreciable por pensarlo, entonces lo único que haces es centrar tu mente en dicho pensamiento, de modo que acabas haciendo justo lo opuesto de lo que deseas; es decir, no puedes dejar de pensar eso tan "terrible".
Sin embargo, los pensamientos no deseados son universales, aunque los contenidos específicos pueden variar según las diversas culturas. Las fantasías sexuales indeseadas, por ejemplo, suelen implicar actos sexuales que la sociedad considera inapropiados, como violación, infidelidad, incesto, etc.
Algunos investigadores se han centrado en los mecanismos mediante los cuales las personas suprimen estos pensamientos indeseados y los efectos de dicha supresión. Pero también han investigado por qué esos pensamientos se vuelven prohibidos. Algunos estudios sugieren que nuestra vulnerabilidad ante los pensamientos prohibidos es genética y que algunas personas están más predispuestas a ellos. No obstante, las investigaciones también muestran que la mayoría de las personas pueden volverse vulnerables a través de una serie de influencias externas. De hecho, algunos investigadores consideran que nuestro sistema de valores cada vez más permisivo y flexible puede hacernos más vulnerables a este tipo de pensamientos, aunque resulte paradójico, así como menos capaces de manejarlos.
"En otro tiempo, teníamos estándares mucho más estrechos de lo que era un pensamiento correcto o incorrecto - y casi todo era incorrecto", explica Pepper Schwartz, de la Universidad de Washington. "En la actualidad está mucho menos claro dónde están esas líneas". "Y sin esas fronteras sociales la gente puede estar sobrecompensando con fronteras autoimpuestas que son poco realistas". Esto puede suceder en el terreno sexual, en el que algunas personas intentan prohibir sus pensamientos sexuales con tanta intensidad que resulta excesivo.
Del pensamiento no deseado a la obsesión
Si pudiéramos grabar todos los pensamientos que surgen en las mentes de las personas, nos encontraríamos con todo tipo de pensamientos, ideas e imágenes mentales posibles. Entre ellos habría pensamientos absurdos, aterradores, obscenos, creativos o extravagantes.
La mayoría de ellos pasan por nuestra mente con tanta rapidez que ni siquiera somos conscientes de ellos. No obstante, en ocasiones, nuestra mente "atrapa" uno de esos pensamientos para analizarlo mejor, de modo que somos totalmente conscientes de él. La mente consciente analiza dicho pensamiento para determinar si es válido, si requiere alguna acción o si ha de ignorarse. Aunque a veces, las personas no son capaces de llevar a cabo este proceso sino que de algún modo se quedan atascadas, de manera que el pensamiento permanece y se vuelve un intruso en la mente del que no puede librarse, produciendo una gran ansiedad.
¿Por qué sucede esto? ¿Por qué ese pensamiento se acaba convirtiendo en una obsesión?
Existen varias explicaciones posibles, que veremos a continuación.
Genes. Existe cierta base genética que hace que algunas personas tengan una mayor tendencia a tener pensamientos obsesivos.
Estrés. El estrés también aumenta la predisposición de una persona a centrar su mente en un pensamiento desagradable particular. La fantasía de Elsa, por ejemplo, acerca de dañar a sus hijos, es bastante frecuente entre padres jóvenes y estresados.
Controlabilidad. Este término hace referencia al grado en que una persona considera que es capaz de controlar los acontecimientos, ya sean externos o internos (pensamientos). Cuanto más en control se sienta una persona, menos probabilidades tendrá de interpretar un acontecimiento como digno de preocupación o rumiación. Por el contrario, si piensas que los sucesos están fuera de tu control, seguramente serás mucho más vulnerable a los pensamientos prohibidos o no deseados.
Efecto bola de nieve. En las personas con baja controlabilidad los pensamientos prohibidos pueden dar lugar a un círculo vicioso. Cuanto más a menudo experimenten pensamientos no deseados, más dañada puede verse su sensación de control y su autoestima. Esto, a su vez, aumentará su vulnerabilidad a dichos pensamientos. Según el psicólogo Frank Fincham, de la University of Wales, "El modo que tiene la gente de reaccionar ante los pensamientos indeseados depende mucho de su nivel de autoestima".
Un factor importante lo constituye el vínculo existente entre nuestros pensamientos prohibidos y nuestro sistema de valores (el que utilizamos para juzgar lo que está bien y lo que está mal). Un pensamiento prohibido es aquel que viola ese sistema de valores, y el malestar que origina forma parte de aquello que nos ayuda a funcionar adecuadamente como seres sociales.
El rechazo hacia una fantasía violenta puede sugerir que las personas tienen un punto de vista ético y desean atenerse a él. Si un pensamiento como ese surgiera en tu mente y no te preocupa en absoluto, eso sí podría ser un problema. La ausencia de malestar emocional ante este tipo de pensamientos podría explicar algunos actos violentos y conducta antisocial.
Algunos psicólogos consideran que este tipo de pensamientos son parte del proceso mental para poner a prueba y reafirmar las reglas internas. Por ejemplo, las fantasías de violación (tanto de violar como de ser violada) son bastante comunes y con frecuencia se interpretan como una evidencia de un problema serio. No obstante, Schwartz afirma que en muchos casos el cerebro puede simplemente estar mostrándose a sí mismo las consecuencias de la violación. En la fantasía, al final te das cuenta de que esa persona está asustada o herida y retrocedes, explica Schwatrz.
La educación también puede jugar un papel importante. Por ejemplo, las personas criadas en ambientes muy religiosos en los que los "malos" pensamientos son considerados obra del diablo, tienen más probabilidades de tener pensamientos obsesivos que el resto de las personas. Estas personas suelen tener una baja controlabilidad y una baja autoestima, de modo que son más vulnerables a los pensamientos no deseados. Al mismo tiempo, estas personas crecen sabiendo con claridad qué pensamientos se consideran inapropiados y, por tanto, deben preocuparse por ellos e intentar suprimirlos a toda costa. Y es precisamente esta respuesta (intentar suprimirlos) la que puede transformar estos pensamientos en dañinos. Cuanto más intente una persona suprimir un pensamiento, más probabilidades existen de que se convierta en una obsesión.
A mediados de los años 80, el psicólogo Daniel Wegner, de la Universidad de Virginia, reunió a un grupo de personas en una habitación con una grabadora y les pidió que dijeran cualquier cosa que surgiera en sus mentes, con una excepción: no estaba permitido pensar en un oso blanco. "La gente mencionó el oso al menos una vez por minuto, a pesar de que se supone que no deberían pensar en él", dijo Wegner. "Intentaban todo tipo de trucos, pero continuaba volviendo a su mente".
Se han plantado diversas hipótesis para explicar esto. Wegner explicó que, posiblemente, al intentar suprimir un pensamiento, la mente sigue controlando los contenidos de la conciencia para asegurarse de que ese pensamiento no está ahí, lo cual es un modo de seguir pensando en ello.
Otra teoría sostiene que al intentar suprimir un pensamiento pensando en otra cosa, la mente crea una asociación entre ambos pensamientos, de modo que el pensamiento distractor ayuda a traer a la mente al pensamiento prohibido. Otros autores consideran que al intentar suprimir un pensamiento, la mente no llega a procesarlo del todo; por tanto, la persona nunca llega a ver que el pensamiento no es realista y que es muy improbable que se convierta en acción. Es decir, al no procesarlo, el pensamiento queda no resuelto y sigue volviendo a la mente por la necesidad de ser procesado.
Sea cual sea el mecanismo, la supresión es una respuesta automática ante pensamientos no deseados. Las personas a dieta tratan de suprimir los pensamientos sobre comida; las víctimas de sucesos traumáticos tratan de suprimir los recuerdos dolorosos; las personas con secretos (algo que los avergüenza, por ejemplo) usan la supresión para evitar pensar en ello.
Los pensamientos e imágenes mentales desagradables son los que se tratan de suprimir con más intensidad, de modo que se vuelven más intrusos cuanto más se intentan suprimir.
Del mismo modo, cuando las personas intentan no pensar de forma estereotipada acerca de los demás, aumenta más el uso de estereotipos.
El asesino en serie Jeffrey Dahmer confesó a la psicóloga Judith Becker que desde niño se había sentido atormentado por pensamientos sobre tortura de animales. Consideraba esos pensamientos repulsivos e intentaba suprimirlos hasta terminar totalmente acosado y perseguido por ellos el resto de su vida. Por supuesto, la supresión de pensamientos no fue lo que lo convirtió en un asesino.
Qué hacer con los pensamientos indeseados
El mejor modo de librarse de los pensamientos indeseados no es suprimirlos, sino confesarlos a alguien. Las personas que discuten sus pensamientos con alguien se sienten mejor, tanto emocional como físicamente. Compartir estos pensamientos ayuda a las personas a darse cuenta de que es más frecuente de lo que creen, que todo el mundo tiene, en mayor o menor medida, pensamientos no deseados y que no es un indicativo de que se estén volviendo locos o estén descontrolados.
Por desgracia, no siempre es fácil poder compartir estos pensamientos con otras personas. Los demás pueden no saber cómo reaccionar o no tener la experiencia ni la capacidad para evaluar estos pensamientos de forma realista y pueden no ser capaces de vérselas con pensamientos especialmente perturbadores, de manera que a veces la mejor opción puede ser acudir a un psicólogo.
Cuando los pensamientos se dan en forma de imágenes mentales, un bueno modo de librarse de ellos sin recurrir a la supresión consiste en "congelar" la imagen como si le hubiéramos tomado una fotografía y concentrarse en ella, sin dejar de verla en nuestra mente, sin huir, hasta que la imagen acabe desvaneciéndose por sí misma.
A veces, una persona puede verse metida de lleno en un dilema. Tal vez tienda a pensar de una forma prejuiciosa, y se sienta mal por ello al considerarlo un modo de pensar inapropiado, pero al mismo tiempo, puede no conocer otro modo de pensar o puede no compartir del todo un pensamiento libre de prejuicios debido a ciertas experiencias vividas (por ejemplo, haber tenido experiencias negativas con personas de otras razas).
Además, en las sociedades multiculturales en las que tendemos a vivir en la actualidad, pueden coexistir sistemas de valores diferentes, de modo que lo que es un pensamiento apropiado para una subcultura puede ser inmoral para otra, de manera que las personas inmersas en ellas pueden no saber a qué atenerse.
A veces, surgen conflictos internos debido a que una determinada fantasía o pensamiento que surge en la mente de una persona, contradice la imagen que tiene de sí misma, como la feminista que un día se encuentra a sí misma fantaseando sobre quedarse en casa dedicada sólo a los niños y al hogar, o la persona heterosexual que se encuentra teniendo fantasías homosexuales.
¿Significa eso que, en el fondo, la feminista no es feminista y el supuesto heterosexual es homosexual? No necesariamente. Lo que esto nos dice es que la mente humana va muchas veces por libre, que nuestro cerebro "juega" con ideas de todo tipo, nos pone a prueba, analiza y explora puntos de vista diferentes y opuestos a los que mantenemos habitualmente y todo esto puede ser enriquecedor. La feminista que se atreve a explorar esa fantasía, no necesariamente va a acabar deseando asumir ese papel, pero puede entender que otras mujeres lo deseen y lo disfruten, y el heterosexual que se permite explorar fantasías homosexuales no necesariamente va a convertirse en homosexual, pero tal vez sí entienda mejor esta orientación sexual en otras personas. El hombre que fantasea con imágenes de abuso sexual a niños, no necesariamente va a convertirse en un pederasta, pero sí es posible que explore el terrible dolor y las consecuencias que eso puede tener en un niño.
Si el hecho de pensar en esto produce repulsión y hace a una persona aterrarse de sus propios pensamientos, es porque se trata de algo que rechaza, pero que a la vez le preocupa. Explorar las consecuencias de llevar a cabo fantasías violentas puede hacer que entendamos mejor el dolor humano. Después de todo, son los propios padres los que con más frecuencia tienen pensamientos no deseados sobre hacer daño a sus hijos. Esas fantasías pueden servir para explorar el dolor que su hijo sentiría e ir con mucho más cuidado en su trato con ellos.