Autora: Ana Muñoz

La fatiga crónica se ha considerado un trastorno psicosomático. Es decir, se trata de un trastorno físico en el que los procesos psicológicos juegan un papel importante.

La fatiga crónica suele acompañarse de otros síntomas como dolores musculares, perturbaciones del sueño persistentes e incapacidad, definida como la disminución o falta de capacidad para llevar a cabo alguna actividad de la forma que suele considerare normal en el ser humano (no poder hacer determinadas actividades laborales, sociales, de ocio etc. debido a la fatiga).

Fatiga y falta de actividad

Las personas que se sienten fatigadas suelen reducir su actividad física. No obstante, esta falta de actividad no elimina o reduce la fatiga, sino que la incrementa. La inactividad produce alteraciones en la mayoría de los sistemas corporales y tiene un efecto debilitador que puede afectar a cualquier función del organismo, aunque destacan sus efectos sobre los músculos, el corazón y los procesos psicológicos. Entre los efectos debilitadores de la falta de actividad se encuentran los siguientes:

Efectos musculares:

  • Reducción de la masa muscular
  • Atrofia de las fibras musculares
  • Reducción de la fuerza muscular

Efectos cardiovasculares:

  • Reducción del volumen sanguíneo
  • Incremento de la tasa cardiaca
  • Reducción del volumen de bombeo cardiaco

Efectos psicológicos:

  • Reducción del deseo de realizar actividades
  • Incremento de la sensación de fatiga tras el ejercicio
  • Depresión

Por tanto, la fatiga puede hacer que una persona entre en un círculo vicioso en el que la inactividad reduce el deseo de llevar a cabo cualquier actividad, incrementando de este modo la sensación de fatiga.

Fatiga crónica y trastornos psicológicos

Las investigaciones realizadas sugieren que la fatiga crónica se asocia más a trastornos emocionales que a cuadros médicos. Según Komaroff y Fagioli (1996) las causas más comunes de fatiga crónica son la depresión y el estrés laboral.

En los trastornos psicológicos es común la existencia de fatiga, siendo uno de los síntomas más importantes en la depresión y los trastornos de ansiedad. Por ejemplo, uno de los síntomas diagnósticos del trastornos de ansiedad generaliza es el de fatigarse con facilidad, junto a alteraciones del sueño y problemas de concentración (todos ellos síntomas típicos de la fatiga crónica).

Un estudio realizado por Manu y colaboradores en 1996 con una muestra de 200 pacientes con síntomas de fatiga crónica mostró que la mayor parte de los pacientes presentaban los síntomas de fatiga asociados a trastornos psicológicos (73 %). Un 22 % de los pacientes presentaba una fatiga crónica no explicada, el 2% una fatiga asociada a trastornos médicos y el 3 % presentaba tanto trastornos físicos como médicos.

Entre los trastornos psicológicos asociados a la fatiga, los más comunes fueron los trastornos de tipo depresivo (42 % de los pacientes). También destacan, aunque en menor grado, el trastorno de pánico y los trastornos somatomorfos.

El síndrome de fatiga crónica (SFC)

Se trata de un síndrome caracterizado por un cansancio continuo que se prolonga durante al menos seis meses y que se acompaña de una incapacidad para llevar a cabo tareas laborales, domésticas o de otro tipo sin que pueda achacarse a una enfermedad médica conocida. En muchos casos aparece tras una enfermedad vírica, mientras que en otros existe una asociación con trastornos psicológicos.

Los síntomas principales son la fatiga física y mental que aumentan con la actividad, junto a problemas de memoria y concentración. También suelen darse dolores musculares, problemas respiratorios y mareos. Se suelen acompañar de síntomas de ansiedad y depresión, que los pacientes atribuyen a la propia fatiga.

Estas personas suelen rechazar la existencia de un trastorno emocional o de un origen psicológico para sus síntomas, creen que éstos se deben a una posible enfermedad y tienen miedo de que la actividad física los haga empeorar, de modo que tienden a restringirla. No obstante, en muchas ocasiones, se dan grandes oscilaciones, alternando entre niveles elevados de actividad y periodos de inactividad.

Definición de síndrome de fatiga crónica

Para recibir un diagnóstico de síndrome de fatiga crónica, un paciente debe satisfacer dos criterios:

1. Tener fatiga crónica severa durante seis meses o más, que no pueda ser explicada por una enfermedad médica.

La fatiga presenta las siguientes características:

  • No es resultado de ejercicio físico continuado.
  • No se alivia con el reposo.
  • Está asociada con una reducción sustancial de los niveles de actividad previos.

2. Presentar cuatro o más de los síntomas siguientes:

  • Problemas importantes de memoria a corto plazo o de concentración.
  • Dolor de garganta.
  • Ganglios linfáticos sensibles al tacto o presión.
  • Dolores musculares.
  • Dolor en múltiples articulaciones sin inflamación o enrojecimiento.
  • Dolores de cabeza de un nuevo tipo, patrón o severidad
  • Sueño no reparador.
  • Malestar después del ejercicio que dura más de 24 horas.

SFC y trastornos de ansiedad y depresión

La mayoría de los pacientes que cumplen los criterios diagnósticos del síndrome de fatiga crónica, también cumplen los criterios de algún trastorno psicológico, sobre todo ansiedad y depresión y, en menos medida trastorno somatomorfo. Una alta proporción de personas con síndrome de fatiga crónica ha tenido en el pasado un trastorno depresivo mayor. No obstante, en estos pacientes puede ser difícil diagnosticar un trastorno depresivo, ya que el estado de ánimo deprimido no es muy marcado y suelen predominar los síntomas físicos.

El trastorno de ansiedad generalizada es frecuente en las personas son SFC, aunque puede estar relacionado con preocupaciones sobre la fatiga crónica. Más frecuente es la existencia de un trastorno de pánico en personas con síndrome de fatiga crónica.

Características de personalidad y patrones de pensamiento

Muchas de las personas que padecen el síndrome de fatiga crónica se caracterizaban por ser muy perfeccionistas y responsables antes de la aparición de la fatiga, y por plantearse metas muy altas en su trabajo. Suelen tener estilos de vida hiperactivos antes de la aparición del trastorno, se exponen con frecuencia a situaciones de desgaste emocional y tienen tendencia a presentar dicho estrés de forma somática más que en forma de síntomas emocionales. El trastorno suele aparecer en momentos de un elevado estrés provocado por dificultades en el trabajo o en sus relaciones personales.

Los esquemas de pensamiento de estas personas están formados por ideas como:
Para ser aceptado por los demás y por mí mismo debo: a) alcanzar grandes metas, y b) controlar mis emociones y no mostrar debilidad.

A su vez, este modo de pensar da lugar a una serie de comportamientos, como:

  • Esforzarse al máximo en todo
  • No quejarse nunca ni admitir debilidad
  • Negar las propias necesidades

Cuando, en un momento dado, se produce una demanda ambiental excesiva (como un estrés laboral prolongado) o la capacidad para cumplir con dichas demandas se ve reducida (por ejemplo, por una enfermedad viral o debido al malestar emocional provocado por dichas demandas) estas personas no pueden cumplir con sus expectativas.

Al darse cuenta de que no funcionan como "deberían" no se permiten disminuir el ritmo o hacer los cambios necesarios en su vida para reducir el estrés, sino que tratan de esforzarse todavía más, ignorando su malestar sin quejarse y pretenden seguir el mismo ritmo, aunque en ese momento no se encuentran preparados para ello. Esto da lugar a emociones de frustración y malestar y a síntomas de fatiga. Así mismo, llegan a la conclusión de que están enfermos, pues de lo contrario deberían rendir al máximo, como siempre.

Por tanto, no sólo no admiten los estados normales pasajeros de bajo rendimiento o cansancio que cualquier persona puede experimentar, sino que, en vez de detenerse a reponer fuerzas, reaccionan esforzándose más y sienten un gran temor al ver menguada su capacidad, achacándola a alguna enfermedad médica que los asusta y estresa aún más.

Factores predisponentes, precipitantes y perpetuadores

Al hablar de la causa de un trastorno o enfermedad, debemos tener en cuenta los factores que predisponen a padecerla, así como los que la pueden desencadenar. Es decir, el hecho de que una persona esté predispuesta a padecer un trastorno específico no significa que vaya a padecerlo necesariamente. Puede se necesaria la existencia de algo que desencadene dicha enfermedad (son los factores precipitantes). Del mismo modo, también hemos de tener en cuenta los factores responsables de que se mantenga a lo largo del tiempo.

Entre los factores predisponentes del síndrome de fatiga crónica se encuentran los trastornos psicológicos (ansiedad, depresión), la alergia, la predisposición genética y ciertas características de personalidad, sobre todo el perfeccionismo y la orientación hacia el logro de metas, asociadas al estrés crónico, sobre todo de tipo laboral. Es decir, estos factores puedes ser tanto de naturaleza física como psicológica.

Entre los factores precipitantes se encuentran las infecciones víricas y el estrés.

El elemento que precipita el SFC puede no ser el mismo que el que lo mantiene. Una vez que ha aparecido el síndrome, su mantenimiento se debe a factores principalmente psicológicos, tal y como se explica en la página anterior.

El papel de los virus

En muchas ocasiones, el síndrome de fatiga crónica se inicia tras una infección. Sin embargo, los estudios realizados no han encontrado ninguna asociación entre las enfermedades infecciosas que han padecido los pacientes y el síndrome de fatiga crónica desarrollado después. Por tanto, es posible que el síndrome sea precipitado por una infección vírica, pero, según las pruebas disponibles, el virus no es responsable de que los síntoma perduren a lo largo del tiempo.

Tratamiento

1. Tratamiento farmacológico. Hasta ahora, ninguno de los tratamientos farmacológicos utilizados ha probado su eficacia y algunos pueden ser dañinos.

2. Psicoterapia. Los estudios realizados para comprobar la eficacia de la terapia cognitivo-conductual han mostrado que produce una marcada mejoría y que ésta se mantiene a lo largo del tiempo, aunque no produce resultados en todos los pacientes.

Qué puedes hacer si tienes fatiga crónica

Ten en cuenta que la fatiga crónica puede verse influida por las siguientes circunstancias:

  • Estrés excesivo
  • Exceso de trabajo y responsabilidades
  • Plantearse metas demasiado altas, difíciles de alcanzar
  • Perfeccionismo y autoexigencia excesiva
  • Grandes oscilaciones en el nivel de actividad

Por tanto, trata de plantearte metas realistas, acepta que eres un ser humano como los demás, con limitaciones e imperfecciones y procura no excederte en tus responsabilidades.

Aprende a delegar, a pedir ayuda a los demás y a confiar en su eficacia. No pretendas hacerlo todo tú, incluso aunque los demás te parezcan lentos o torpes. Cada persona tiene su ritmo; aprende a respetarlo.

No achaques todos tus síntomas a una enfermedad médica. Pide cita con el médico, y una vez descartada la existencia de una enfermedad que cause los síntomas, ten en cuenta la posibilidad de que tu estilo de vida, estrés, comportamiento y emociones puede estar ejerciendo una influencia que puedes controlar.

No dejes de hacer actividades. Como decíamos en páginas anteriores, la falta de actividad hace que tengas menos ganas de hacer cosas, con lo cual puedes entrar en un círculo vicioso. También puede provocarte un estado de ánimo deprimido que agrave el cuadro. Trata de planificar tareas, empezando por niveles leves de actividad y eligiendo tareas poco estresantes.

Ten presente la posibilidad de que se trate de una depresión atípica o somatomorfa o de la existencia de problemas de ansiedad. Una evaluación psicológica hecha por un psicólogo puede ser tan importante como la revisión médica para saber qué te pasa y qué tratamiento es el más adecuado en tu caso.

Evita las grandes oscilaciones de actividad. No pases de la completa inactividad a desear hacerlo todo de golpe. Mantén un nivel de actividad estable y equilibrado.

Aprende técnicas de solución de problemas, afrontamiento y manejo de situaciones estresantes. Un psicólogo puede ayudarte en esto.

Mantén un horario de sueño estable, duerme en horarios apropiados y en el dormitorio (no en el sofá).

Si las tareas se te acumulan y te sientes abrumado, la fatiga puede aumentar. Por tanto, elabora una lista de prioridades y céntrate en ellas, descartando lo demás; establece al principio metas cortas y fáciles de lograr.

Procura llevar a cabo actividades agradables, que impliquen contacto con otras personas.