Autora: Ana Muñoz
En los niños, al igual que en los adultos, diversas enfermedades y síntomas están relacionados con factores psicológicos y conflictos. Dichos factores psicológicos pueden ser la causa del síntoma o enfermedad física o bien pueden actuar como desencadenantes, agravantes o influir en el mantenimiento de la enfermedad a lo largo del tiempo.
Casi un niño de cada diez sufre una enfermedad crónica antes de los diez años de edad. Las más frecuentes son el asma y otras alteraciones alérgicas, los dolores abdominales, la pérdida de apetito, el insomnio, los dolores de cabeza y la enuresis. El cólico del tercer trimestre es tan frecuente que puede considerarse como parte de la normalidad.
Existen ciertas alteraciones que sólo aparecen en un momento determinado del desarrollo (como las alteraciones alimentarias del segundo trimestre) y un mismo síntoma puede tener un significado diferente según aparezca a los 2, los 6 o los 12 años de edad. Por este motivo, es importante considerar el trastorno en relación a la fase evolutiva en la que se encuentra el niño, así como las reacciones específicas que esa fase provoca en él o ella y su entorno.
En los niños, el paso de lo psíquico a lo somático es mucho más rápido y fácil que en el adulto, de modo que puede decirse que el niño, sobre todo el lactante, es un ser esencialmente psicosomático.
La presencia de una alteración funcional en el niño, sobre todo en el lactante, indica la existencia de una perturbación en su organización psíquica y de la relación con sus padres.
Relaciones familiares y psicosomática en el niño
En ocasiones, el cuerpo del niño o niña es visto por la madre como perteneciente a ella, en una especie de simbiosis de ambos. Esto permite a la madre descargar sus propias angustias a través del cuerpo de su hijo. Esto explica por qué a menudo, tras sanar el niño de su sintomatología psicosomática, aparece un síntoma similar en la madre. Por ejemplo, el caso de una niña asmática que mantenía un contacto extremadamente estrecho y dependiente con su madre y que mejoró rápidamente con una psicoterapia. Esta niña recayó de pronto, reanudando el vínculo simbiótico con la madre, cuando su madre, tras una consulta a su ginecólogo, supo que era estéril.
El modo de comunicación entre la madre y el hijo es también importante. En los niños con alteraciones psicosomáticas puede encontrarse en ocasiones una comunicación contradictoria por parte de la madre, que pone al niño en una situación neurótica. Por ejemplo, la madre que se dispone a alimentar al niño, pero con su actitud transmite desgana o asco por la comida, de modo que despierta el deseo de comer del niño, pero luego lo inhibe, acabando en una situación de rechazo de la comida por parte del niño.
Por otra parte, en la aparición de trastornos psicosomáticos en la infancia, no influye solamente la relación con la madre, sino que es el resultado de la interacción de todos los miembros de la familia quienes, ya sea escogiendo al niño como receptáculo de conflictos familiares, o bien castigándole cuando intenta ser independiente, refuerzan en él actitudes agresivas que se acompañan de somatizaciones. Por tanto, a la hora de tratar a un niño con alteraciones psicosomáticas puede ser necesario tratar a la familia completa.
Trastornos psicosomáticos del lactante
Las alteraciones psicosomáticas de un lactante reflejan una alteración en la relación madre-hijo. Estas alteraciones se relacionan con las funciones principales: sueño, excreción, alimentación y respiración. La estimulación que aporta la madre al niño influye en su desarrollo. Estas estimulaciones pueden ser excesivas, insuficientes o contradictorias.
1. Insomnio del primer trimestre. El insomnio es muy frecuente en el primer semestre. Suele aparecer hacia el segundo o tercer mes y puede perturbar el equilibrio de toda la familia, coincidiendo con estados de conflictos más o menos latentes en los padres. Con frecuencia se trata de una madre angustiada, por ejemplo, por la idea de que el niño podría morir durante el sueño (algunas madres despiertan al niño numerosas veces por la noche).
2. Los cólicos de los tres primeros meses. Suelen aparecer en niños que gozan de buena salud y que después de comer empiezan a chillar de un modo interminable e insoportable para la familia. Estos chillidos y agitación duran a veces de una comida a otra. El cuadro sugiere la existencia de dolor abdominal pero la exploración médica no indica ninguna anomalía orgánica. El síntoma desparece repentinamente hacia la edad de 2 ó 3 meses. En gran número de estos niños se observa una forma de hiperactividad congénita. Podría tratarse de un estado de tensión intensa frente al cual ni el niño ni la madre logran encontrar una solución satisfactoria. Este trastorno puede eliminarlo el médico con facilidad simplemente asegurando que no existe una patología orgánica, indicando el uso del chupete para las necesidades de succión del niño e impidiendo a la madre que lo alimente en exceso o de un modo desordenado.
3. Alteraciones alimenticias del segundo trimestre. Consiste principalmente en merecismo, vómito y pérdida de apetito. El merecismo es un vómito provocado. El niño parece rechazar parte de los alimentos, pero una fracción del contenido del alimento es reutilizado mediante una especie de rumiación que parece preocuparle hasta tal punto que deja de interesarse por el medio ambiente. Suele suceder cuando el niño está solo y aparece en el marco de una relación con la madre caracterizada por carencias no masivas sino selectivas. El aspecto más grave de este cuadro es el marcado desinterés del niño hacia su entorno y se ha llegado a considerar como una forma de aislamiento autístico. El pronóstico es favorable, pero a menudo se debe recurrir a una breve hospitalización durante la cual una enfermera especializada se ocupa enteramente del niño.
La pérdida de apetito durante el segundo semestre es frecuente. Puede ser benigna y se puede eliminar rápidamente mediante un contacto psicoterapéutico con la madre. Sin embargo, a veces se acompañan de alteraciones del sueño o de oposicionismo. A veces es solo una reacción al destete o a un cambio de horario en las comidas. Entonces puede caerse en un círculo vicioso cuando la madre trata de forzar a su hijo a comer y éste desarrolla un comportamiento de oposición. Entonces la madre se atormenta por lo que interpreta como un rechazo de su hijo hacia ella. Por lo general, en estos casos basta con que la madre deje de forzar al niño para que, cuando la tensión se afloje un poco, vuelva a comer con normalidad.
Trastornos psicosomáticos en la segunda infancia
1. Trastornos digestivos
Obesidad
Las madres de los niños obesos suelen ser intrusivas, no toleran que el niño desarrolle por sí mismo su propia sensación de hambre ni exprese sus deseos autónomos, sino que imponen su ritmo de alimentación, lo ceban sin que el niño pueda manifestar su deseo de ser alimentado. Estos niños manifiestan claramente que no sienten su cuerpo como si les perteneciera sino como una propiedad de su madre. Expresan incluso una falta de conceptualización de su imagen corporal.
Dolor abdominal psicógeno
Aparece sobre todo en la preadolescencia. Los dolores son vagos o agudos, acompañados de palidez. Pueden expresar angustia vinculada a la separación de la madre o de otro tipo.
Úlcera gastroduodenal
Se manifiesta por una hematemesis (vómito de sangre) como reacción a un acontecimiento estresante. El contexto familiar es a menudo inestable y a veces la úlcera aparece tras una crisis familiar.
Rectocolitis ulcerosa hemorrágica
Es un cuadro grave y a veces mortal, relativamente raro en niños europeos, pero más frecuente en Estados Unidos. Suele suceder cuando el niño tiene entre 1 y 3 años de edad. Surge con una diarrea de larga duración con dolor abdominal intenso y hemorragias intestinales. Los periodos de remisión alternan con agravaciones súbitas.
Su origen es mixto, pues se considera que existen factores inmunológicos, pero los aspectos psíquicos son un factor desencadenante y de mantenimiento de los síntomas. Los síntomas aparecen a menudo tras una pérdida real o imaginada. Las madres de estos niños suelen estar preocupadas por el contenido corporal del niño, sobre todo por sus funciones de evacuación. Suelen ser niños muy dependientes, incapaces de expresar la agresividad por temor a perder el contacto con la madre. Se ha observado una correlación con la anorexia nerviosa.
2. Alteraciones de la eliminación
Estreñimiento
Suele aparecer entre los 2 y los 5 años. Cuando se vuelve crónica, la retención puede durar hasta 10 días, terminando en una defecación dolorosa. Es frecuente que aparezcan manchas en la ropa interior debido a una secreción por reflujo. A veces aparece tras el nacimiento de un hermano. Las madres de estos niños suelen tener conflictos relacionados con las tendencias "sucias". Debe animarse a estas madres a que dejen que su hijo juegue y se ensucie con tierra, arcilla o pintura.
Enuresis
Consiste en una incontinencia de orina (el niño se orina en su ropa interior). Puede ser primaria, cuando nunca ha llegado a controlar su emisión de orina, y secundaria, cuando ya había desarrollado el control de los esfínteres, pero ha vuelto a orinarse después. Se considera un síntoma benigno que tiende a desaparecer con la pubertad. Se puede dar tanto en niños sin grandes problemas, como en niños que presentan un retraso mental o alteraciones psicóticas. Así pues, este síntoma no es específico, aunque a menudo se acompaña de otros síntomas que son los que indican la existencia de un problema. Durante el sueño, la producción de orina disminuye, aunque no en el niño enurético. Sólo existen causas orgánicas en el 5 % de los casos. La incontinencia nocturna (orinarse en la cama mientras duerme) es más frecuente que la diurna. Suele ser una manera de oponerse a los padres y de manipular el entorno. No es raro que aparezca cuando la madre acaba de tener otro niño, con el que el hermano mayor se identifica y quiere eliminar. En esta clase de familias se encuentra a menudo un clima de hiperestimulación sexual. Los padres provocan contactos corporales demasiado excitantes para el niño.
Encopresis
Consiste en la evacuación de heces en lugares distintos al retrete, ya sea en la ropa interior o, de manera menos frecuente, en otros lugares de la casa. Al igual que la enuresis, puede ser primaria o secundaria. La encopresis primaria aparece en un niño impulsivo, violento y en una familia mal integrada en la sociedad, cuyas normas de disciplina y control son poco respetadas.
La secundaria sucede a menudo a una frustración: el nacimiento de otro niño, el alejamiento real o emocional de la madre, la entrada al colegio. A menudo se encuentra un aprendizaje del control de la defecación demasiado severo y precoz. La encopresis se convierte en un arma de resistencia pasiva contra la madre y en objeto de luchas. A veces es una forma de protesta agresiva que revela la incapacidad del niño para expresar más abiertamente sus reivindicaciones frente a una madre vista como inalcanzable.
3. Trastornos respiratorios
El espasmo del sollozo
Es más frecuente durante el segundo año y tiende a desaparecer después de los 5 años de edad. Suele tratarse de niños emotivos, temerosos, o muy activos y tiránicos, quienes tras una reprimenda, una contrariedad o algún acontecimiento que provoca una rabieta repentina, cesan de respirar durante un periodo de hasta 30 segundos en medio de una crisis de llanto. Existen dos formas:
a) La cianótica, que es la más frecuente y en la que tras una sacudida el niño se agarrota en inspiración forzada, con detención de la respiración, pérdida de conciencia y caída al suelo con los ojos en blanco. A menudo se produce una convulsión con o sin emisión de orina.
b) En la forma pálida, el niño pega un grito, palidece y cae en síncope con una sacudida.
Los padres describen estos episodios como convulsiones. El diagnóstico debe descartar los trastornos epilépticos. En el espasmo del sollozo siempre sucede un acontecimiento que lo desencadena. El espasmo del sollozo en el segundo año es la expresión de conflictos madre-hijo, relacionados con el aumento de la autonomía del niño y su dificultad para afrontar solo las emociones difíciles. La pérdida de conciencia es un modo de evitar las emociones difíciles o insoportables. A veces, para que desaparezcan estas crisis basta con asegurar a la madre que el niño no está, bajo ningún concepto, en peligro de muerte.
Asma
La padecen del 1 al 2 % de los niños. Entre el 20 y el 30 % de los casos aparecen hacia los dos años. Más de un tercio de los asmáticos infantiles dejan de tener asma a los 15 años. El origen de este trastorno es múltiple y depende, entre otros, de factores psíquicos.
Por ejemplo, hay casos en los que la reacción alérgica deja de producirse cuando el niño está lejos de su medio ambiente, de las personas habituales en su medio, etc. O bien desaparece tras una psicoterapia. Si el mayor número de casos de asma empiezan hacia los 2 ó 3 años es precisamente porque el proceso de independencia en relación con la madre alcanza su punto crucial a esa edad. El efecto terapéutico que suele tener la separación del niño de su familia se debe a que anula las oscilaciones apego-rechazo.
5. Trastornos neurológicos
Dolor
El más frecuente es el dolor abdominal, seguido del dolor en los miembros. Los dolores pueden pasar de un lugar a otro. Suelen seguir un modelo familiar de reacción al estrés o a la angustia. Predominan entre los 8 y los 11 años en niños sensibles, nerviosos e inhibidos, con una madre mayor que presenta enfermedades psicosomáticas o angustias hipocondríacas. Los dolores de cabeza coinciden muchas veces con problemas de aprendizaje, en niños que no se sienten a la altura de sus aspiraciones. Muchas veces se presentan junto con bloqueo intelectual e insomnio, y ocasionan absentismo escolar.
Migraña
Aproximadamente el 20 % de las migrañas de los adultos han empezado antes de los 15 años. Se ha observado una relación entre los dolores de cabeza y los vómitos cíclicos de la primera infancia. Al contrario de los casos de cefalea corriente, los que padecen migrañas no tienen problemas de bloqueo intelectual.
6. Trastornos endocrinos
Retraso del crecimiento psicógeno
Estos niños presentan una talla y peso muy inferiores al normal, pero cuando se los sitúa en un medio donde se le observa de cerca, se le estimula y cubren sus necesidades afectivas, se recuperan, a veces de forma espectacular. Esto nos muestra el efecto tan importante que tienen las carencias emocionales sobre el desarrollo biológico. Se trata básicamente de un bloqueo de la hormona del crecimiento y se produce aunque la alimentación sea adecuada.
Diabetes
Los factores psicológicos desempeñan un papel importante, si no en la etiología, sí en la regulación del niño diabético.