7. SERENIDAD
La tranquilidad de la mente es una de las bellas joyas de la sabiduría, es el resultado de un esfuerzo largo y paciente en el dominio de sí mismo. Su presencia es indicadora de una experiencia madura, y de un conocimiento más que ordinario de las leyes y el funcionamiento del pensamiento.
Una persona alcanza la tranquilidad en la medida que se entiende a sí misma como un ser que evoluciona del pensamiento. Para tal conocimiento necesita entender a los otros como el resultado del pensamiento, y mientras desarrolla el entendimiento, y ve con mayor claridad las relaciones internas de las cosas por la acción de causa y efecto, cesa su agitación, su enfado, su preocupación y su congoja, y permanece en equilibrio, inalterable, sereno.
El individuo calmado, habiendo aprendido cómo gobernarse, sabe cómo adaptarse a otros. Y estos, a su vez, reverencian su fortaleza espiritual, y sienten que pueden aprender de él y confiar. Cuanto más tranquila sea una persona, mayor es su éxito, su influencia, su poder para el bien. Aún el mercader ordinario encontrará que la prosperidad de sus negocios crece mientras desarrolla un mayor dominio de sí mismo y ecuanimidad, pues la gente siempre ha de preferir hacer tratos con alguien cuya conducta sea firmemente estable.
La persona fuerte y calmada es siempre amada y reverenciada. Es como un árbol que brinda sombra a una tierra sedienta o una roca en la que resguardarse de una tormenta. ¿Quién no ama un corazón tranquilo, una vida dulcemente templada y equilibrada? No importa si llueve o hace sol, o qué cambios ocurran en el poseedor de estas bendiciones, pues estarán siempre serenos y tranquilos. Aquel equilibrio de carácter que nosotros llamamos serenidad es la lección final de la cultura; es el florecimiento de la vida, el fruto del alma. Es precioso como la sabiduría y más deseado que el oro fino. ¡Cuán insignificante se ve quien sólo busca el dinero en comparación con una vida serena; una vida que mora en el océano de la verdad, más allá de las olas, fuera del alcance de las tempestades, en Eterna Calma!
¡Cuánta gente conocemos que envenena sus vidas, arruina todo lo que es dulce y bello con un temperamento explosivo, destruyen el equilibrio de su carácter, y hacen mala sangre! Podemos preguntarnos si la gran mayoría de gente no arruina sus vidas y estropea su felicidad por falta de dominio de sí mismos. ¡Qué poca gente conocemos en la vida con un carácter equilibrado, que tiene ese exquisito equilibrio que es característico de un carácter refinado!
Sí, la humanidad emerge con pasión descontrolada, turbulenta en su amargura ingobernada, casi arruinada por la ansiedad y la duda. Sólo el sabio, sólo aquel cuyos pensamientos están controlados y purificados, hace que los vientos y las tormentas del alma le obedezcan.
Las almas sacudidas por la tempestad, donde quiera que estén, sea cual fuere la condición bajo la que viven, saben esto: en el océano de la vida las islas de dicha sonríen, y la orilla soleada de tu ideal espera tu venida. Mantén tu mano firme sobre el timón de tus pensamientos. En el corazón de tu alma se reclina el Maestro al mando; sólo esta dormido; despiértalo. El control de ti mismo es poder; el pensamiento correcto es maestría, la calma es poder. Di dentro de tu corazón: “tranquilidad, calma”.