Autora: Ana Muñoz


El corazón

El corazón, situado en medio del tórax, es un órgano muscular formado por dos cavidades superiores, llamadas aurículas, y dos cavidades inferiores, llamadas ventrículos. La aurícula recibe la sangre y la envía al ventrículo, el cual se encarga de expulsarla.

La pared del corazón está formada por tres capas: endocardio, miocardio y pericardio. El miocardio es la capa muscular y es la que se contrae para expulsar la sangre del corazón. Para que la contracción sea normal es necesario que el miocardio reciba suficiente provisión de oxígeno y de nutrientes a través de las arterias coronarias.

Para que la corriente sanguínea siga la dirección adecuada (desde las aurículas a los ventrículos y desde estos a las arterias), existen una serie de válvulas que se abren cuando han de permitir el paso de sangre y se cierran después, para evitar que refluya de nuevo en su interior. Las válvulas auriculoventriculares ponen en comunicación las aurículas y los ventrículos y las válvulas semilunares, ponen en comunicación lo ventrículos con las arterias.

La función principal del corazón consiste en proporcionar oxígeno a todo el organismo y, al mismo tiempo, liberarlo de los productos de desecho (anhídrido carbónico). Para hacer esto, el corazón recoge la sangre del cuerpo, pobre en oxígeno, y la bombea hacia los pulmones, donde se oxigena y se libera del anhídrido carbónico; después, el corazón empuja esta sangre rica en oxígeno hacia todos los tejidos del organismo.

Con cada latido, al tiempo que las cavidades del corazón se relajan, se llenan de sangre (período llamado diástole) y cuando se contraen, la expulsan (período llamado sístole). Las dos aurículas se relajan y se contraen juntas, al igual que los ventrículos.

El gasto cardíaco es la cantidad de sangre que bombea el corazón hacia la aorta en cada minuto y varía mucho en función del grado de actividad.

La circulación

En primer lugar, la sangre pobre en oxígeno y sobrecargada de anhídrido carbónico proveniente de todo el organismo llega a la aurícula derecha a través de dos grandes venas (las venas cavas superior e inferior). Cuando la aurícula derecha se llena, impulsa la sangre hacia el ventrículo derecho; cuando éste se llena, la bombea a través de la válvula pulmonar hacia las arterias pulmonares para que llegue a los pulmones. En éstos, la sangre fluye a través de pequeños capilares, absorbiendo oxígeno y liberando anhídrido carbónico, que luego se expulsa con la respiración. La sangre enriquecida en oxígeno circula por las venas pulmonares hasta la aurícula izquierda. Este circuito entre el lado derecho del corazón, los pulmones y la aurícula izquierda se denomina circulación pulmonar.

Cuando la aurícula izquierda se llena, empuja la sangre rica en oxígeno hacia el interior del ventrículo izquierdo, el cual, una vez lleno, impulsa la sangre a través de la válvula aórtica hacia la aorta, la arteria más grande del cuerpo. Esta sangre rica en oxígeno abastece todo el organismo excepto a los pulmones. Esta circulación recibe el nombre de circulación sistémica.

Los vasos sanguíneos

La sangre circula por los vasos sanguíneos, constituidos por arterias, arteriolas, capilares, vénulas y venas. Las arterias son fuertes y flexibles, y transportan la sangre desde el corazón a una gran presión y velocidad. Su elasticidad permite mantener una presión arterial casi constante entre cada latido cardíaco. Las arteriolas son ramas más pequeñas. Actúan como válvulas de control, a través de las cuales se manda la sangre a los capilares. La arteriola tiene una poderosa pared muscular, capaz de cerrarla completamente o de dilatarla, de modo que modifica el flujo de sangre hacia los capilares según las necesidades de los tejidos.

Los capilares son vasos minúsculos, con paredes extremadamente finas. La función de los capilares es la de intercambiar líquido, nutrientes, electrolitos, hormonas y otras sustancias entre la sangre y los espacios intersticiales (espacios entre las células). Por un lado, los capilares permiten que el oxígeno y las sustancias nutritivas pasen desde la sangre hacia los tejidos y, por otro, también dejan que los productos de desecho pasen de los tejidos hacia la sangre.

Los capilares desembocan en las vénulas (también llamadas capilares venosos), que a su vez desembocan en las venas que llegan al corazón. Debido a que las venas tienen paredes muy finas pero son, por lo general, más anchas que las arterias, transportan el mismo volumen de sangre pero con una velocidad menor y con mucha menos presión.

La microcirculación

En la microcirculación tiene lugar la función más importante de la circulación: el transporte de nutrientes a los tejidos y la eliminación de los productos de desecho celular. Cada tejido puede controlar su propio flujo sanguíneo, según sus necesidades. El intercambio de nutrientes sucede en los capilares. Su diámetro es de 4 a 9 micras, apenas suficiente para que puedan atravesarlo, aplastándose, los glóbulos rojos y otras células sanguíneas. Los capilares tienen unos poros minúsculos en sus paredes, a través de los cuales pueden pasar las sustancias.

El tamaño de estos poros es variable. En el cerebro, por ejemplo, son extremadamente pequeños, de modo que sólo permiten el paso de moléculas muy pequeñas hacia el tejido nervioso (es lo que se llama barrera hematoencefálica). En el hígado, en cambio, o curre lo contrario: los poros son muy grandes, de modo que pueden pasar desde la sangre hasta los tejidos del hígado prácticamente todas las sustancias disueltas en el plasma.

El papel del sistema linfático

La mayor parte del líquido que sale de los capilares arteriales circula entre las células y finalmente vuelve a las vénulas, retornando así a la circulación sanguínea.

No obstante, una décima parte del líquido penetra en los capilares linfáticos y es devuelto a la sangre por vía linfática.

Por tanto, el sistema linfático representa una vía accesoria por la cual los líquidos de los espacios intersticiales pueden llegar a la sangre. Esto es de gran importancia, puesto que las sustancias de mayor tamaño, como las proteínas, no pueden penetrar en los capilares venosos pero sí pueden entrar en los capilares linfáticos sin ningún problema y ser devueltas a la sangre por esta vía.

El líquido que circula por los vasos linfáticos recibe el nombre de linfa y su composición es idéntica a la del líquido intersticial.

El sistema linfático también constituye una de las vías principales de absorción de nutrientes desde el tubo digestivo, sobre todo de grasa.

Partículas voluminosas como las bacterias pueden penetrar a través de los capilares linfáticos y llegar a la linfa. Cuando esta atraviesa los ganglios linfáticos, estas partículas son captadas y destruidas, de modo que ejerce una importante función defensiva.

Síntomas de enfermedad cardiaca

No existe ningún síntoma que identifique de manera inequívoca la existencia de una enfermedad del corazón, pero algunos síntomas sugieren esta posibilidad y la asociación de varios permite establecer un diagnóstico casi exacto.

El diagnóstico se inicia con una exploración física y una entrevista (la historia clínica). A menudo, se realizan análisis para confirmar el diagnóstico, para conocer la gravedad del problema o para facilitar la planificación del tratamiento. Sin embargo, algunas cardiopatías graves no presentan síntomas hasta que alcanzan un estado muy avanzado. Una exploración médica general es útil para descubrir dicha enfermedad cardiaca asintomática.

Los síntomas de una cardiopatía incluyen ciertos tipos de dolor, disnea (sensación de falta de aire), palpitaciones (la sensación de un latido lento, rápido o irregular), fatiga, sensación de mareo y desmayos. Sin embargo, estos síntomas no indican necesariamente una cardiopatía. Por ejemplo, el dolor torácico puede indicar una enfermedad del corazón, pero también puede ser debido a un trastorno respiratorio o gastrointestinal o un síntoma de ansiedad.

- Disnea

El ahogo o disnea es un síntoma frecuente de la insuficiencia cardiaca. Se debe a que se filtra líquido al interior de los pulmones, (congestión o edema pulmonar). Esta situación es similar a un ahogamiento.

En los estadios iniciales de una insuficiencia cardiaca, la disnea sólo aparece durante el esfuerzo. A medida que el trastorno se agrava, aparece cada vez con más frecuencia ante un esfuerzo menor y, finalmente, aparece también en reposo. El ahogo aumenta al tumbarse porque el fluido se esparce por todo el tejido pulmonar y disminuye al sentarse o levantarse, ya que, al ponerse de pie, la fuerza de la gravedad hace que el líquido se acumule en la base de los pulmones. La disnea nocturna es la dificultad de respirar al acostarse por la noche; se alivia al sentarse.

La disnea no se limita a las enfermedades cardíacas, ya que también aparece cuando existen enfermedades pulmonares, de los músculos respiratorios o del sistema nervioso. Puede ser causa de ahogo cualquier trastorno que altere el equilibrio normal entre el aporte y la demanda de oxígeno, como la incapacidad de la sangre de transportar suficiente oxígeno a causa de una anemia o el aumento de la actividad metabólica característica del hipertiroidismo.

- Mareos y desmayos

Un flujo inadecuado de sangre por una anomalía en la frecuencia cardiaca, en el ritmo o por un débil bombeo puede causar mareos, debilidad y desmayos. Estos síntomas pueden deberse a un problema del cerebro o de la médula espinal o pueden no tener una causa grave.

Por ejemplo, se observan mareos en personas que están quietas de pie durante mucho tiempo, ya que para que la sangre regrese al corazón, los músculos de las piernas deben estar activos. Así mismo, una fuerte emoción también puede provocar desvanecimientos.

- Dolor

Cuando el aporte de sangre a los músculos es insuficiente (una situación denominada isquemia), la falta de oxígeno y el exceso de desechos causan dolor. La angina de pecho es una sensación de tensión, dolor u opresión torácica que aparece cuando el músculo cardíaco no recibe suficiente sangre. El tipo y el grado de dolor o de malestar varían enormemente en cada caso. Una persona puede tener una deficiencia en el suministro de sangre que no le produzca ningún dolor (isquemia silente).

Cuando existe una deficiencia de llegada de sangre a otros músculos, en particular los de la pantorrilla, generalmente aparece un agarrotamiento y un dolor ante el esfuerzo en el músculo durante el movimiento (claudicación).

Cuando una arteria se desgarra o se rompe, el dolor que ocasiona es intenso, aparece y desaparece con relativa rapidez y puede que no se relacione con los esfuerzos. A veces, se lesionan las arterias principales, sobre todo la aorta. Así mismo, puede que se dilate una porción de la aorta (aneurisma), que puede luego fisurarse bruscamente o bien dejar escapar algo de sangre entre las capas de la aorta (disección de la aorta). Estos eventos producen dolores muy agudos y repentinos, a veces intermitentes, según vaya repitiéndose esta fuga de sangre. El dolor que se origina en la aorta se percibe en general detrás del cuello, entre los omóplatos, en la zona inferior de la espalda o en el abdomen. La pericarditis, una inflamación o lesión de la membrana que rodea el corazón (pericardio), causa un dolor que aumenta al echarse en la cama y disminuye al sentarse o al inclinarse hacia delante. El esfuerzo no empeora el dolor; en cambio, la inspiración o la espiración de aire aumenta o disminuye el dolor, ya que puede haber también una pleuritis, es decir, una inflamación de la membrana que rodea los pulmones (pleura).

La válvula entre la aurícula izquierda y el ventrículo izquierdo puede salirse hacia la aurícula con la contracción del ventrículo (prolapso de la válvula mitral). Las personas con este problema a veces tienen breves episodios de dolor parecidos a una puñalada o a un pinchazo. En general, el dolor se localiza debajo del pecho izquierdo y no tiene ninguna relación con la posición o el esfuerzo.

- Palpitaciones

Por lo general, las personas no perciben los latidos del corazón. Pero en ciertas circunstancias, como al realizar esfuerzos extremos o sufrir una experiencia emocional intensa, pueden llegar a percibirse en forma de latidos enérgicos, irregulares o rápidos.

El médico determinará si las palpitaciones pueden considerarse normales o no, controlando el pulso y escuchando el latido del corazón mediante la colocación de un fonendoscopio sobre el pecho, así como haciendo una serie de preguntas (si las palpitaciones empiezan de forma gradual o repentina, con qué rapidez late el corazón, si el latido es irregular y hasta qué punto lo es, y su posible causa).

Las palpitaciones que se acompañan de otros síntomas, como disnea, dolor, debilidad, fatiga o desvanecimientos parecen más bien causadas por un ritmo cardíaco anormal o por una enfermedad subyacente grave.

- Fatiga

Cuando el corazón no funciona adecuadamente, la sangre que llega a los músculos durante un esfuerzo puede ser insuficiente y causar una sensación de debilidad y de cansancio.