Autora: Ana Muñoz


Las relaciones en las cuales una persona está deprimida tienen nueve veces más probabilidades de acabar en divorcio. Pero no es siempre una pareja quien está deprimida; a veces se trata de un hijo o hija u otro miembro de la familia. En este artículo, sin embargo, nos centraremos en las parejas deprimidas. La mayoría de la gente está de acuerdo en que la relación de pareja debe ser 50/50. Todos sabemos que esto es un ideal y que con el flujo de la relación, los porcentajes suben y bajan, pero deben hacerlo en ambas direcciones. Por ejemplo, una semana A da el 70 % y B el 30 % y otra semana B da el 80 % y A el 20 %. Éste es el modo "ideal" de funcionamiento de las relaciones.

Por desgracia, éste no es el caso cuando la depresión crónica se incorpora a la relación. Supongamos que A tiene depresión crónica. Su pareja, B, puede realizar muchas de las tareas que habitualmente realizaba la otra persona. Dependiendo de cuánto tiempo dure esto, es muy probable que empiece a surgir una avalancha de emociones negativas.

Cuanto más se extiende este proceso, más resentimiento comienza a sentir B, de modo que empieza a sentir menos compasión por la persona que lucha contra la depresión. Para B, es como estar solo/a mientras está en pareja. Muchas personas consideran que es más fácil ser una familia monoparental que vivir con una persona que lucha contra la depresión, porque es como tener un niño con necesidades especiales, además del resto de responsabilidades.

Todo esto no significa que debamos culpar a la persona deprimida o vernos como víctimas. Es muy importante entender que todos sufren cuando la depresión ataca a un ser amado. La culpa solamente sirve para crear animosidad y distancia entre las dos personas. La pareja de alguien deprimido a veces se deprime también como resultado de vivir dentro de una "forma de vida deprimida" durante mucho tiempo. Se dice que la depresión es contagiosa y puede convertirse en una sombra sobre la pareja del deprimido o la familia. Es también importante considerar que la depresión no sólo puede ser genética, sino que puede también ser aprendida. Por ejemplo, la escuela más poderosa de nuestros niños es el propio hogar. Tanto los genes como el ambiente contribuyen a la depresión.

La depresión se abre camino en los estados de ánimo, actitudes, comportamientos, tono de la voz, postura, perspectiva de la vida, higiene personal, éticas del trabajo, creencia espiritual, etcétera. Si vives en una "atmósfera depresógena" estás constantemente modelando y enseñando cómo deprimirse.

El primer paso en un plan de la acción es ser consciente de que lo que te pasa es que estás deprimido/a. Nombrar y aceptar el problema implica ganar la mitad de la batalla, para los dos miembros de la pareja. ¿Por qué? Porque cuando las personas se deprimen, no hay evidencia científica obvia que lo demuestre, pero la gente tiene una necesidad instintiva de saber lo que está causando tal dolor. La persona deprimida puede proyectar sus sensaciones negativas sobre las personas más cercanas a ella, es decir, pareja, jefe/a, niños, vecinos, etc. Si estás casado/a con una persona deprimida, en ocasiones te preguntarás por tu propia cordura.

Puede que eches la culpa a fuentes externas por el sufrimiento de tu pareja. Sin entender lo que pasa, puede que le ataques, suponiendo que no se preocupa o es una persona perezosa. Lo que parecen ser problemas maritales, puede, de hecho, ser una depresión, aunque los problemas de pareja pueden también desarrollarse con el paso del tiempo cuando la depresión no se ha tratado.

Otro hecho importante es que los hombres y las mujeres experimentan la depresión de modos diferentes y cada uno responderá de un modo diferente cuando se deprime su pareja.

Qué puedes hacer si tu pareja está deprimida

Primero, date cuenta de que el enemigo es la depresión, no tu pareja. Es importante desarrollar un acercamiento a la depresión basado en el "nosotros" y no en el "yo". Un buen lema de la recuperación se puedo resumir como: "¿Podemos hacerlo? Sí, NOSOTROS podemos".

Haz todo que puedas para aprender sobre la depresión. Busca consejo profesional. Si la depresión ha estado presente durante mucho tiempo, tanto la relación como la depresión requerirán atención.

Crea planes de recuperación individuales y de pareja. Es la manera más segura de dar a la depresión el golpe que la saque de vuestras vidas. Anota tus planes de recuperación y pasa tiempo repasando, modificando y observando el progreso hecho.

Una vez que se estabilice la depresión, crea una lista de los síntomas de "bandera roja". Esto sirve como una red de seguridad. Si se repiten estos síntomas, eso indicaría que has de prestar atención. Luego enumera soluciones que cada uno está dispuesto a realizar si nota que los síntomas vuelven a aparecer. Comprometeros por escrito a hacer esto y firmad ambos ese papel.

Crea sistemas de ayuda externos. Ten en cuenta que no estamos hablando de sesiones de quejas hacia alguien externo a la relación. Hay una diferencia importante entre quejarse y expresarse. Las quejas solamente alimentan el resentimiento y agravan el problema, mientras que la expresión ayuda al proceso curativo.

Tu red de apoyo puede abarcar a los amigos, colegas, grupos de ayuda y cualquier lugar que consideres seguro para contar lo que te pasa. No ocultes tu ropa sucia en el armario, por así decirlo. La depresión tiende a aislar a individuos, parejas y familias enteras; y esta es una de las principales formas de que se haga más fuerte.

Haced actividades de recuperación juntos. Acudid juntos a sesiones de terapia. Participad en el asesoramiento externo juntos. Leed juntos libros sobre la superación de la depresión. Haced ejercicio juntos, o llevad juntos un registro de los estados de ánimo. Si tenéis hijos con una edad apropiada, educadlos sobre la depresión crónica. Y lo más importante: desarrollad el "nosotros". Sois tú y tu pareja contra este enemigo que es la depresión.

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