Autora: Ana Muñoz
La adversidad, los golpes de la vida o los problemas que, inevitablemente, nos encontramos tarde o temprano, no necesariamente tienen que ser algo negativo, sino que podemos usarlos como aliados en nuestro desarrollo personal.
En su libro Antifrágil. Las cosas que se benefician del desorden, Nassim Nicholas Taleb explica que el caos, los errores, la incertidumbre y los acontecimientos imprevisibles no son algo que podamos elegir libremente sino que suceden porque forman parte de la vida. El autor llama a estos sucesos “cisnes negros”, un término acuñado en un libro anterior, llamado precisamente El cisne negro. A lo largo de toda tu vida, te has ido encontrando con muchos de estos cisnes negros o sucesos imprevisibles (positivos o negativos) que surgen sin más en nuestras vidas pero que tienen un impacto muy importante en ellas, ya sea un incendio en tu casa, una persona que te ayuda en un momento duro, un libro que te hace ver la vida de un modo diferente, la muerte de un ser querido…
Por lo general, tendemos a tener miedo a estos cisnes negros dolorosos: traumas, relaciones destructivas, fracasos, pérdidas… y pensamos que sería mejor evitarlos y que no sucedieran en absoluto. Pero tal vez nos equivocamos al pensar así.
Taleb ha inventado la palabra antifrágil para designar aquello que es lo opuesto a lo frágil pero que no es necesariamente algo fuerte. Frágil es aquello que se rompe ante el estrés. Fuerte es aquello que resiste ante el estrés sin que le afecte ni le cambie. Por el contrario, antifrágil es aquello que se fortalece a través del estrés, como los músculos de tu cuerpo se hacen más fuertes cuando los sometes al intenso estrés que implica el entrenamiento.
Por tanto, una persona es frágil cuando el dolor, el trauma, la pérdida, los fracasos o los errores la debilitan, la “rompen” o le hacen perder su identidad y la dejan a la deriva por la vida. Una persona es antifrágil cuando es capaz de volverse más fuerte como resultado de estas experiencias negativas.
Ser antifrágil no implica necesariamente ser fuerte. Tu primera reacción ante un suceso doloroso puede ser venirte abajo o experimentar intensos sentimientos de ansiedad, tristeza, miedo, incertidumbre, etc. Pero si luego eres capaz de encontrar la forma de hacerte más fuerte o de cambiar de algún modo positivo como consecuencia de tu lucha contra ese acontecimiento, entonces eres antifrágil.
Según Taleb, la persona antifrágil no se limita a resistir los cisnes negros sino que, en cierto modo, los busca. Los seres humanos somos organismos dinámicos y, como tales, necesitamos el cambio, la incertidumbre, el misterio, el desconcierto y el caos en cierta medida para seguir siendo dinámicos y poder crecer. Es decir, necesitamos el conflicto y los sucesos y cambios azarosos e impredecibles para seguir siendo esos organismos dinámicos y en continua evolución que somos.
Desde este punto de vita, podemos cambiar por completo la actitud que adoptamos ante los infortunios de la vida y pasar a verlos como oportunidades de crecimiento, superación, aprendizaje y fortalecimiento. Al fin y al cabo, si están ya ahí, ante nosotros, ¿qué otra cosa mejor podemos hacer con ellos?
La gente gasta una enorme cantidad de energía y tiempo intentando sopesar los riesgos, tanto físicos como emocionales, y prevenir acontecimientos futuros. Taleb nos recuerda que esto es, en su mayor parte, una pérdida de tiempo porque cuanto más complejo sea nuestro mundo, menos podremos predecir lo que va a pasar.
Lo que sí podemos hacer es trabajar todo lo que podamos por dejar de ser frágiles y volvernos antifrágiles; es decir, volvernos cada vez más capaces de usar los infortunios para fortalecernos. De este modo es como nos preparamos para afrontarlos: no tratando de prevenirlos e impedirlos, sino haciéndonos más fuertes para afrontarlos de un modo positivo y constructivo, sacando provecho de ellos.
¿Y cómo nos volvemos antifrágiles?
Para empezar, ten en cuenta que todos somos ahora mismo frágiles y antifrágiles a la vez. Ambos aspectos están ya en ti y probablemente puedas encontrar ejemplos de situaciones en las que fuiste frágil y en las que fuiste antigráfil. Conocer tus puntos débiles y fuertes es un buen punto de partida. Y para aumentar tu antifragilidad, empieza por cambiar tu actitud ante los infortunios y a considerarlos oportunidades de volverte cada vez más antifrágil y de crecer, mejorar tus habilidades o aprender formas nuevas de ser y comportarte.
Tal vez no puedas predecir si vas a tener el éxito profesional que deseas tener, por ejemplo, pero sí puedes prepararte para lograrlo y luchar por conseguirlo venciendo los obstáculos que encuentres en el camino. Si al final no lo consigues, no importará mucho porque tu lucha te habrá aportado algo muy importante: te habrá vuelto más antifrágil. El resultado será, al fin y al cabo, el que la vida quiera darte porque, a veces, no puedes alcanzar una meta por mucho que luches por ella y la desees, por mucho que te prepares o por muy capaz y competente que seas. Un simple accidente de tráfico puede acabar con los sueños de un excelente deportista. Pero si optas por afrontar tu vida desde la perspectiva de ser antifrágil, entonces lo que importa no es el resultado (alcanzar la meta o no) sino el proceso, el camino que has seguido en tu lucha por alcanzarlo y lo que has crecido al afrontar los obstáculos e infortunios acaecidos en el intento.