Autora: Ana Muñoz


Muchas personas se dejan arrastrar en sus vidas hacia un camino determinado. De niños, es normal que sean otros los que dirijan nuestras vidas. Los padres llevan a sus hijos al colegio y, de este modo, están decidiendo por ellos cómo van a pasar el tiempo durante buena parte del día.

Después, durante la adolescencia y al principio de la edad adulta, los padres con frecuencia siguen ejerciendo presión sobre sus hijos y el camino que han de seguir en sus vidas. Pero no sólo ellos, pues la sociedad también tiene sus propias normas no escritas sobre cómo debe ser la vida de sus miembros: debes buscarte un trabajo estable, debes casarte, debes tener hijos, etc.

Por tanto, no resulta extraño que muchas personas adultas se encuentren en una situación insatisfactoria, viviendo vidas que los demás, la sociedad o sus propios miedos a ser diferentes han establecido para ellos y no las vidas que desearían estar viviendo.

De vez en cuando, la depresión se apodera de estas personas. Puede ser un leve estado de abatimiento y tristeza, una sensación de aburrimiento, de falta de sentido, el deseo de seguir durmiendo por las mañanas en vez de levantarse con ánimo y energía para emprender las tareas diarias. O pueden ser formas más graves de depresión. Aunque, por lo general, suelen aparecer sin que la persona tenga claro por qué, como si la oscuridad cayera sobre ellos de repente y sin ningún motivo aparente.

Observa tu vida

El primer paso para cambiar consiste en saber qué deseas cambiar. Pregúntate: ¿estoy viviendo la vida que deseo vivir? Mi trabajo o principal ocupación diaria, ¿la he elegido libremente y me resulta satisfactoria? Tal vez no sepas realmente cómo desearías que fuese tu vida y tengas que dedicar un tiempo a pensarlo, pero es muy posible que sí lo sepas. Tal vez sabes exactamente el tipo de trabajo que desearías estar haciendo, quizás lo intentaste durante un tiempo, pero la presión ejercida sorbe ti por otras personas o tus propios miedos te llevaron a abandonar.

Y es que si deseas vivir la vida que quieres, has de estar dispuesto a hacer dos cosas:

1. Arriesgarte
2. Seguir tu intuición

Correr riesgos

Si suena el despertador por la mañana y en tu mente aparece una imagen mental del día que tienes por delante y sientes deseos de seguir durmiendo; y si esto te sucede cada día, una y otra vez, tal vez significa que ha llegado el momento de arriesgarse.

Pero el miedo puede estar impidiéndote hacerlo porque piensas que, si decides seguir adelante y cambiar tu vida para hacer lo que de verdad deseas, podría salir mal, podrías perderlo todo, podrían mirarte mal las personas que no entiendan tu decisión, podrías recibir reproches de tu familia o amigos, y así sucesivamente hasta completar una larga lista de miedos que te bloquean. Aunque, en definitiva, el miedo es siempre el mismo: el miedo a arriesgarse.

Pero precisamente para vivir una vida satisfactoria es necesario tomar decisiones y arriesgarse. Si tienes una idea y consideras que llevándola a la práctica podrías tener una vida más satisfactoria, has de arriesgarte a llevarlo a cabo, porque sólo así podrás comprobar si estás en lo cierto o te has equivocado. Y sin duda es preferible equivocarse, pues es más fácil enmendar ese error que enmendar toda una vida errada, toda una vida siguiendo un camino equivocado.

El momento para cambiar tu vida (o ciertos aspectos de ella) puede ser cualquiera. No importa que tengas 25 años o 45, que tengas un esposo o esposa o hijos. Los impedimentos que puedes ver para llevar a cabo los cambios no necesariamente son muros infranqueables. Puedes buscar soluciones para ellos. Después de todo, si tú eres feliz, es más probable que tu familia también lo sea, mientras que eres infeliz harás infeliz a tu familia. En cualquier caso, si es tu propia situación de pareja o matrimonio lo que te resulta insatisfactorio, es importante tener el valor suficiente como para ser sincero con uno mismo y la pareja y ser capaz de descomprometerse. A todos nos enseñan que debemos ser generosos con los demás, pero no siempre nos enseñan a ser generosos con nosotros mismos. Y ser generoso con uno mismo es tan importante como serlo con los demás. Tienes una responsabilidad contigo mismo; tienes tu cuerpo y tu vida a tu cargo y has de ocuparte de ellos lo mejor posible.

Imagina un mundo en que ninguna persona cuidara de sí misma, sino que se despreciaran y odiaran a sí mismos. Sería un mundo depresivo y oscuro, lleno de dolor y tristeza, de personas desmotivadas, apáticas, suicidas. Si quieres ayudar a construir un mundo feliz empieza por hacerte feliz a ti mismo e irradiarás felicidad hacia los demás.

Sigue tu intuición

Antes de decir que no sabes qué hacer o que no sabes lo que deseas, piénsalo con detenimiento. Tal vez sí lo sabes, pero las cosas que deseas las descartas de antemano, considerándolas no válidas porque van en contra de lo que piensa o hace la mayoría de la gente, tus padres, amigos u otras personas, o porque lo consideras inapropiado o extravagante. "¿Dedicarme a esculpir, exponer mis obras en una galería de arte y tratar de vivir de eso? Imposible, jamás lo lograría, mi familia pensaría que estoy loca, apenas ganaría dinero..." Eso era lo que pensaba Clara, y de ese modo se mantenía a sí misma atrapada en un trabajo monótono e insatisfactorio mientras sus esculturas se amontonaban solitarias en el sótano. Hasta que una depresión ansiosa se apoderó de ella y la obligó, por las malas y a través de una dura crisis, a replantearse su vida y marcharse a otra ciudad. Allí decidió que debía arriesgarse o acabaría suicidándose (pues esa idea pasó por su mente en varias ocasiones). En su nueva ciudad empezó a construirse la vida que de verdad deseaba, haciendo caso omiso de lo que sus padres, que estaban absolutamente en contra de este cambio, le decían. Clara había tomado una decisión y, aunque tenía miedo de estar equivocándose y de fracasar rotundamente, estaba también ilusionada y ni siquiera necesitaba un despertador para levantarse temprano por la mañana y ponerse a trabajar en su nueva obra. Para su sorpresa, sus esculturas se vendieron bien. No se convirtió en una escultora de gran éxito (lo cual no impide que pueda lograrlo en el futuro), pero se ganaba la vida haciendo lo que de verdad deseaba y eso era suficiente para ella. Los días de depresión, insatisfacción y ansiedad habían desaparecido.

Resumiendo: deja de lado lo que dicen los demás o la sociedad y escucha tu intuición. Ella te dirá lo que de verdad deseas y lo que es mejor para ti, para sentirte satisfecho con tu vida. Sigue esa voz interior.

Pero, ¿y si de verdad no sabes qué hacer? Si no sabes qué camino seguir, sigue todos los caminos. No temas equivocarte. Los errores forman parte del aprendizaje. A veces no sabes lo que deseas por desconocimiento.

"No creía que pudiera sentirme satisfecho trabajando como vendedor", explicaba Ismael, "pero lo cierto es que se me da bien este trabajo y me gusta". Si te quedas inmóvil tal vez nunca encuentres la respuesta, sigue cualquier camino y observa lo que ocurre; siempre puedes dejar ese camino y probar otro hasta que encuentres aquél en el que te sientas a gusto.