Autor: Autor: Dr. Robert M. Arkin, The Ohio State University
(Traducido del inglés)

El tema de este artículo es una especie de odisea personal que me llevó desde mis primeros intereses de investigación, hace más de dos décadas, hasta ahora. Comenzó con un interés en la timidez y las relaciones sociales. Las personas tímidas actúan de un modo precavido y cauto.

Son inversores conservadores en el mercado de las relaciones humanas y no asumen los riesgos sociales que otros asumirían. La posibilidad de ser avergonzado o rechazado resulta excesiva para la persona tímida, de modo que la evitación del rechazo puede superar el deseo de aprobación y todo el disfrute que las nuevas relaciones pueden traer consigo.

La ansiedad ante los exámenes fue otro campo de interés para mí. El componente principal de la ansiedad ante los exámenes es la preocupación por hacerlo mal y sufrir las consecuencias (por ejemplo, pobres resultados, vergüenza, impotencia). Paradójicamente, es la interferencia cognitiva resultante de la preocupación, la que interfiere con la ejecución, de manera que la ansiedad ante los exámenes es una de las reacciones más contraproducentes e inútiles ante la presión de ejecución que se puede imaginar.

Otra serie de diferencias individuales que llamaron después mi atención fueron la baja autoestima y la depresión. Una de mis áreas de interés la constituyeron las bases cognitivas de la disforia. Por ejemplo, encontramos que las personas suelen esforzarse en realizar tareas en las que se consideran hábiles, y cuando tienen éxito como resultado de sus esfuerzos, suelen inferir que tienen la habilidad necesaria para seguir haciéndolo bien. En cambio, los individuos disfóricos pueden pensar demasiado en las causas de su conducta. Parecen aplicar un principio (llamado el principio de la desestimación) por el que una causa potencial de un resultado es desestimada cuando se consideran otras causas posibles. Los individuos disfóricos tenían menos probabilidades que sus amigos felices de inferir que tenían habilidades cuando habían invertido un gran esfuerzo. Por el contrario, consideraban que el esfuerzo era la causa de su éxito y terminaban con más dudas acerca de su capacidad.

Mis intereses de investigación estaban basados en aquello que es erróneo en el pensamiento, sentimientos y acciones de las personas. En la actualidad, a la luz de la saludable psicología positiva (ej. Seligman y Csiksxentmihalyi, 2000), lo que yo estaba estudiando podía fácilmente denominarse psicología negativa. El objetivo de la psicología positiva consiste en dejar de preocuparse solamente por reparar las peores cosas de la vida diaria, y centrarse en construir las mejores cualidades. No obstante, está claro que saber más acerca de los procesos asociados con la timidez, ansiedad y disforia puede suponer una gran contribución hacia un modo de vida positivo y saludable también.

En ese momento, no vi las conexiones existentes entre estos temas. Pero las hipótesis de investigación parecían estar relacionadas. La conexión se hizo aparente cuando leí por primera vez y comencé a investigar la auto-obstaculización (Berglas y Jones, 1978). El fenómeno de la auto-obstaculización parecía "contenerlo todo" y mis intereses se unieron para centrarme en un programa de investigación sobre este tema.

Auto-obstaculización

Una característica definitoria de la sociedad occidental actual es el extraordinario énfasis en logro y el éxito. La lucha por el éxito impregna la interacción humana en clase, en el campo de juego o en la oficina. Este énfasis en el éxito implica que las personas deberían estar altamente motivadas a utilizar todos sus recursos para maximizar su potencial. Las personas deberían utilizar todas y cada una de sus ventajas para facilitar sus logros.

No obstante, el fenómeno de la auto-obstaculización sugiere lo contrario. La auto-obstaculización es una estrategia mediante la cual las personas que no están seguras de su probabilidad de éxito, paradójicamente sabotean su propia ejecución. En la demostración original de este fenómeno, se les encomendó una primera tarea a los participantes en la investigación, después les dieron algún feedback sobre su ejecución y luego una segunda exposición a una tarea similar.

Para la mitad de los participantes la tarea fue difícil, pero solucionable y probablemente les hacía pensar que lo habían hecho bien. Para la otra mitad, muchas de las tareas no tenían solución (no había respuestas correctas). En ambos casos, el experimentador les decía a los participantes que lo habían hecho muy bien. Era casi seguro que el éxito se sentía como inmerecido, aunque fuese legitimo, para los individuos que respondieron al test compuesto de cuestiones sin solución (llamado grupo no contingente, porque sus resultados no parecían estar asociados a sus esfuerzos).

Antes de repetir la tarea por segunda vez, se les dio a los participantes la oportunidad de tomar uno de dos fármacos experimentales. Uno llamado Actavil, que aumentaba el rendimiento, y otro llamado Pandrocrin, que interfería con el rendimiento. En realidad, todas las pastillas eran inocuas y no producían efecto alguno. El grupo no contingente (aquellos que realizaron el test sin respuestas correctas) tenían una mayor probabilidad de seleccionar Pandrocrin. De este modo obstaculizaban su ejecución.

La noción de auto-obstaculización le da un giro a la idea de la sabiduría popular de que la gente busca excusas para su pobre rendimiento. Las personas no sólo buscan excusas después del suceso, sino que también planean acontecimientos sociales para que las excusas protectoras estén ya presentes. Mediante la auto-obstaculización eran capaces de protegerse a sí mismos de la perspectiva de fracaso en el segundo intento de la tarea. Desde este primer estudio, se han realizado otros muchos sobre la auto-obstaculización (por ejemplo, seleccionando tareas imposibles, conteniendo el esfuerzo, usando alcohol, etc.).

La evidencia de que las personas se protegen de las amenazas a su auto-concepto es sólida y clara y esta investigación muestra que tiene lugar con anticipación, como si se preparara un escenario.

La auto-obstaculización era un fenómeno interesante para estudiar porque unía muy diversas partes de la psicología social y de la personalidad. Existen diferencias individuales. Algunas personas se obstaculizan a sí mismas más que otras (por ejemplo, las personas con una autoestima frágil.)

La estrategia tiene también elementos interpersonales: la gente es más propensa a auto-obstaculizarse en público que en privado, lo que sugiere que es una estrategia designada en parte para proteger la postura ante otros. El individuo que tiene éxito pero no ve su capacidad como responsable de dicho éxito, acaba dudando de que pueda tener la misma capacidad de nuevo, cuando lo vuelve a intentar para un éxito futuro. Esto constituye una duda de sí mismo, una duda de su capacidad o competencia. Esta falta de confianza en sí mismo sucede cuando las personas sienten incertidumbre sobre su competencia.

Berglas y Jones (1978) lo captaron bien al observar que "es mejor fracasar por ser perezoso que por ser estúpido" (p. 205). En esta ilustración está claro que la auto-obstaculización implica un intercambio entre dos tipos de estigmas que alguien puede mostrar. Y suele preferirse proteger la estimación de la propia competencia incluso a costa de parecer vago. La amenaza a la sensación de valía personal es poderosa cuando la habilidad de una persona es cuestionada; comprometer otras cualidades personales, aunque pueda suponer un precio alto a pagar, es mejor que ver confirmada la propia incompetencia. El auto-obstaculizador opta por la incertidumbre acerca de su competencia porque es preferible a la información que le diga que no es tan competente como desearía creer.

Antes de abandonar el tema de la auto-obstaculización me gustaría mencionar algunos hallazgos interesantes de las investigaciones. En primer lugar, son las personas con niveles moderados de autoestima las que tienen más probabilidades de auto-obstaculizarse (Tice, 1991). Estos individuos pueden tener la mayor incertidumbre acerca de su competencia y, por tanto, dudan de sí mismos. Tanto los hombres como las mujeres describen los obstáculos en sus vidas (por ejemplo, mal humor, muy poco tiempo para prepararse, etc.) pero sobre todo son los hombres los que se implican en conductas de auto-obstaculización (no esforzarse, dejarlo para después, abuso de drogas).

Una variación de la estrategia de auto-obstaculización consiste en ensalzar a los otros (Shepperd y Arkin, 1991). En contextos competitivos o comparativos, el desempeño se juzga mediante estándares relativos más que absolutos. En una serie de estudios, encontramos que los participantes proporcionaban al competidor una ventaja que incrementara su desempeño (por ejemplo, algún tipo de música que facilitara la ejecución en vez de música neutra o música que interfiriera con el desempeño).

Entonces, si el participante es superado por su competidor, existe cierta ambigüedad sobre la causa del fracaso. Una ventaja de esta estrategia es que el individuo no hace nada para interferir con su propio desempeño (que puede ser óptimo), pero puede preservar cierta incertidumbre sobre la base de un desempeño relativamente pobre, si llega a suceder. Además, proporcionar ventajas a un competidor puede parecer altruista.

Rendir más de lo esperado

Rendir más de lo esperado es otra estrategia de conducta designada para proteger la autoestima. Para usar una metáfora biológica, el auto-obstaculizador y el supercompetente no serían diferentes fenotípicamente.

El primero tiene más probabilidades de esforzarse menos, y el segundo es más dado a realizar esfuerzos heroicos. Al contrario del auto-obstaculizador, el supercompetente evita el fracaso y lucha por el éxito mientras que el otro flirtea con el desastre. Por el contrario, genotípicamente, las dos conductas pueden estar inspiradas en la misma fuerza motivadora: la duda sobre uno mismo.

Encontramos que el tema del rendimiento por encima de lo esperado casi no ha recibido atención en la literatura psicológica. Esto puede ser debido a que la supercompetencia es vista como algo deseable, al estar el logro y el éxito tan valorado en nuestra cultura. Cuando se ha mencionado, se ha definido en términos objetivos, como comparar las notas medias de un universitario con una predicción de su rendimiento (realizada usando test estandarizados).

En lugar de eso, nosotros decidimos desarrollar un inventario que utilizara la experiencia de ser un supercompetente. Nuestra idea era que estas personas tienen dudas acerca de su capacidad y la compensan poniendo un esfuerzo extra. Así, las dos subescalas que creamos eran: a) preocupación por el rendimiento, y b) dudas sobre uno mismo. Después exploramos el impacto de obtener puntuaciones altas en ambas escalas.

Los supercompetentes muestran patrones diferentes de cognición, afecto y conducta. Hemos encontrado recientemente que no disfrutan de su trabajo duro, tienden a sentirse aliviados (no alegres) cuando alcanzan el éxito, tienden a evitar tareas si pueden (pero trabajan duro si la tarea es inevitable) experimentan poderosas emociones negativas si fracasan y a menudo describen sus acciones como motivadas externamente, más que internamente. En términos de conducta, los supercompetentes estudian más que sus compañeros y sus notas son algo más altas que las de los demás en la universidad. No obstante, la escala no mide la supercompetencia real, sino la sensación de serlo que tiene una persona.

Una ilustración de rendimiento por encima de lo esperado fue desvelado en una disertación doctoral (lynch, 1999). Se hizo que los participantes sintieran dudas acerca de sí mismos o que se sintieran confiados. La mitad de cada grupo leyó luego un artículo de un periódico que creamos que enfatizaba la capacidad como un ingrediente esencial (para los sentimientos de autoestima), o bien enfatizaba el desempeño como el ingrediente esencial. Un artículo se centraba en destacar el trabajo agotador sobre el talento. El otro se centraba en la capacidad natural o talento por encima del trabajo duro. La auto-obstaculización se encontró cuando la duda sobre uno mismo se combinó con el mensaje de que la autoestima debería juzgarse en base de la capacidad natural.

La supercompetencia surgió cuando las dudas sobre uno mismo se combinaron con el mensaje de que la autoestima debería juzgarse sobre la base del desempeño. Ninguna de estas estrategias se produjo entre las personas que se sentían seguras de sí mismas.

Falta de confianza en uno mismo

El papel central que representan las dudas respecto a uno mismo en dos estrategias de autoprotección tan diferentes como son la auto-obstaculización y el rendimiento por encima del esperado, nos lleva a centrarnos con más intensidad en las dudas sobre uno mismo.

En una serie de estudios recientes, vimos que las personas con sentimientos continuos de dudas en sí mismos se sentían más amenazados cuando estas dudas emergían y su autoestima disminuía (Hermann, Leonardelli y Arkin, en prensa). Se pidió a los participantes que recordaran un número grande o bien otro pequeño de ejemplos de sus vidas en los que se sintieron confiados acerca de su capacidad para rendir bien en algún área importante. El irónico hallazgo fue que, entre las personas que dudan de sí mismas, cuantos más ejemplos de confianza en sí mismos se les pidió que generasen, mayor era la falta de confianza en sí mismos que sentían, y su autoestima caía en picado. Se centraban en sus sentimientos de dificultad para generar un gran número de ejemplos de autoconfianza, se tomaban demasiado en serio sus problemas para recordar y su autoestima caía en picado.

Esto resulta irónico porque los participantes estaban implicados en una actividad que debería aumentar su autoconfianza y como consecuencia, su autoestima, al generar una larga lista de experiencias positivas. Los individuos que no dudaban de sí mismos no mostraban esta caída de su autoestima, Por el contrario, la tarea tendía a consolidar su ya positiva autoestima. Parecían verse afectados por el contenido de los recuerdos que listaban, más que por la dificultad que pudieran tener en el proceso.

¿Cuál puede ser el origen de la falta de confianza en uno mismo? Berglas y Jones (1978) especularon que algunas personas pueden crecer con una historia de reforzamiento caótica, que produce incertidumbre acerca de la propia valía. Algunos padres pueden enviar enérgicos mensajes acerca de cómo juzgar la propia valía. Consideremos las implicaciones de dos mensajes relacionados con la propia valía ("lo que cuenta es la capacidad" frente a "lo que importa es lo que hagas") que los padres y otras figuras significativas pueden emitir. Cuando la propia valía está asociada a alcanzar dichos estándares, puede surgir una autoestima incierta y sentimientos de dudas sobre uno mismo si los estándares son inciertos o la perspectiva de alcanzarlos no está clara (Crocker y Wolfe, 2001).

Las dudas sobre uno mismo pueden impulsar a las personas que buscan sentido a sus vidas a tratar de sostener su autoestima. Un ejemplo es el materialismo, en el que las personas ponen un gran énfasis en algún objeto de valor, adquisición o reconocimiento. Las dudas en uno mismo constituyen un predictor de la orientación materialista y también encontramos que el hecho de provocar sentimientos adicionales de dudas sobre uno mismo incrementa las tendencias materialistas entre las personas que dudan de sí mismas (Chang, Arkin, en prensa). Pero es arriesgado utilizar esto como base para juzgar la valía personal. El materialismo se ha asociado a un pobre funcionamiento psicológico, baja autoestima y poca satisfacción con la vida.

Conclusión

Las dudas acerca de uno mismo son una poderosa fuerza motivadora. Hemos visto que producen una variedad de estrategias protectoras para tratar con dicha incertidumbre; estrategias inspiradas por el miedo y la ansiedad, conservadoras y orientadas hacia la seguridad. Por desgracia, también hemos visto que estas estrategias para afrontar las dudas sobre uno mismo tienden a mantenerlas, más que reducirlas.

Es fácil que las personas entren en una espiral en las que las dudas pueden convertirse en una fuerza impulsora, dando lugar a estrategias de auto-obstaculización, rendimiento exagerado, materialismo, etc. Esperamos que cuanto más sepamos acerca del papel de las dudas sobre uno mismo, sus causas y las estrategias que la acompañan, más podremos saber acerca de cómo evitar esta espiral autoderrotista.

Referencias

Arkin, R. M., & Oleson, K. (1998). Self-handicapping. In J. M. Darley & J. Cooper (Eds.), Attribution and social interaction: The legacy of Edward E. Jones (pp. 313-347). Washington, DC: American Psychological Association.
Berglas, S., & Jones, E. E. (1978). Drug choice as a self-handicapping strategy in response to noncontingent success. Journal of Personality and Social Psychology, 36, 405-417.
Chang, L. C., & Arkin, R. M. (in press). Materialism as an attempt to cope with uncertainty. Psychology and Marketing.
Crocker, J., & Wolfe, C. T. (2001). Contingencies of self-worth. Psychological Review, 108, 593-623.
Hermann, A. D., Leonardelli, G. J., & Arkin, R. M. (in press). Self-doubt and self-esteem: A threat from within. Personality and Social Psychology Bulletin.
Lynch, M. E. (1999). Self-handicapping and overachievement: Two strategies to cope with self-doubt (coping strategies, competence). Dissertation Abstracts International, 59(10), 5621B.
Oleson, K. C., Poehlmann, K. M., Yost, J. H., Lynch, M. E., & Arkin, R. M. (2000). Subjective overachievement: Individual differences in self-doubt and concern with performance. Journal of Personality, 68, 491-524.
Seligman, M. E. P., & Csikszentmihalyi, M. (2000). Positive psychology: An introduction. American Psychologist, 55, 5-14.
Shepperd, J. A., & Arkin, R. M. (1991). Behavioral other-enhancement: Strategically obscuring the link between performance and evaluation. Journal of Personality and Social Psychology, 60, 79-88.
Tice, D. M. (1991). Esteem protection or enhancement? Self-handicapping motives and attributions differ by trait self-esteem. Journal of Personality and Social Psychology, 60, 711-725.