Autora: Ana Muñoz
Este artículo está basado en el libro Fuir. La psicología de la experiencia óptima, de Mihaly Csikszentmihalyi, profesor de psicología de la Universidad de Chicago.
“El propósito de este libro es utilizar algunas de las herramientas de la psicología moderna para analizar esta pregunta tan antigua: ¿cuándo se sienten felices las personas?”
La experiencia óptima
El autor estudió durante años cómo se sienten las personas en los momentos en que más disfrutan de sí mismas y por qué. Descubrió así la experiencia óptima, que es aquella experiencia capaz de producir lo que llamó un estado de flujo: estado en que se encuentran las personas cuando son verdaderamente felices. Se trata de esos momentos en que una persona está tan absorta en lo que hace que se olvida de todo a su alrededor e incluso de sí misma, está en un estado de felicidad y creatividad y siente una sensación de profunda alegría.
Se trata de experiencias que tienen cierto grado de complejidad, de modo que precisan que centremos toda nuestra atención en lo que hacemos, pero al mismo tiempo nos sentimos capaces y con las habilidades suficientes para tener éxito en esta tarea, que fluye libremente al tiempo que nosotros fluimos con ella hasta sumergirnos por completo en lo que estamos haciendo.
Es decir, los mejores momentos de nuestras vidas no son momentos pasivos, sino activos. Es una actividad que requiere esfuerzo y concentración, pero que sentimos que vale la pena, porque nos gusta y nos motiva. En esos momentos, una persona se siente constructora de su vida, siente que está controlándola, participando en ella y creándola.
¿Cómo lograr experiencias óptimas?
El libro nos enseña qué podemos hacer para vivir este tipo de experiencias con más frecuencia y cómo podemos entrar en estado de flujo a lo largo del día a día, convirtiendo incluso las actividades que en principio parecen aburridas en experiencia de flujo. “La información que permitimos que entre en nuestra conciencia es lo que determina el contenido y la calidad de nuestra vida”.
Por tanto, para conseguir este tipo de experiencias, el primer paso consiste en aprender a controlar lo que pasa en nuestra conciencia y mantenerla ordenada. La tendencia natural de la mente es el desorden; es decir, si no controlas tu conciencia, aflorarán en ella todo tipo de contenidos indeseables. Para crear orden en la conciencia debemos controlarla y esto se logra controlando nuestra atención, decidiendo en qué queremos centrarla en cada momento, en vez de dejar que deambule al azar. Debemos buscar objetivos y concentrarnos en ellos.
Una persona debe aprender a disfrutar por sí misma, en vez de depender continuamente de lo que el exterior pueda ofrecerle. Es decir, controlar nuestra propia experiencia, encontrando recompensas en los acontecimientos del día, disfrutando de cada momento de nuestras vidas y dotándolo de significado, en vez de centrarnos solo en las recompensas que la sociedad ofrece (como todos esos objetos que vemos en los anuncios).
La diferencia entre el placer y el disfrute
El autor establece una diferencia clara entre el placer y el disfrute. El disfrute es una experiencia que nos aporta algo y nos hace crecer, y está relacionado con las experiencias óptimas. Tras una experiencia de este tipo, nuestra personalidad ha crecido, porque esa experiencia nos ha aportado algo. Por ejemplo, si te gusta tu trabajo, es posible que hayas vivido más de una experiencia de flujo al llevar a cabo algún proyecto y esto te ha enseñado algo y te ha hecho crecer.
El placer, en cambio, produce bienestar tan solo mientras dura, pero luego desaparece sin dejar rastro. Por ejemplo, si te comes un dulce sientes placer mientras lo comes, pero no ha enriquecido en absoluto tu personalidad ni te ha hecho crecer como persona; por eso el placer nunca podrá ser tan satisfactorio como el disfrute y, a menudo, nos deja con ganas de más.
No obstante, cualquier actividad, incluso lo que en un principio no era más que un rato de placer, puede convertirse en una experiencia de disfrute. Por ejemplo, para un chef de cocina, comer puede ser mucho más que un rato de placer vacío si centra toda su atención en la comida, en los diversos sabores, en detectar aromas, en aprender algo nuevo, en generar nuevas ideas para futuras recetas… De este modo, cualquier experiencia puede hacernos entrar en estado de flujo y convertirse en experiencia óptima si nos esforzamos en buscar el modo de hacerlo.
Controlar la atención
Las personas que son más capaces de centrar su atención intencionalmente a lo largo del día, son las que más disfrutan de su vida, al contrario de aquellas personas cuya atención va de un sitio a otro indiscriminadamente. Tu manera de centrar la atención es lo que hace que disfrutes de la vida o que la sufras. Si tu atención se centra en objetivos indeseables, como el resentimiento o el dolor, te crearás sufrimiento (además de desorden en tu conciencia), si dejas tu atención descontrolada, no es raro que se centre en objetivos indeseables y acabe invadida por pensamientos desagradables.
Tener una meta hacia la que dirigir tu atención crea significado y da sentido a tu vida. Incluso si tienes problemas y preocupaciones, puedes optar por fijar un objetivo para cambiar las cosas y centrar toda tu atención en él, en vez de dejar tu conciencia descontrolada llenándose de pensamientos desagradables, preocupaciones y miedo.
Controlando tu atención aprenderás a disfrutar mucho más de cada momento de tu vida, creando experiencias óptimas.
Título original: Flow. The psychology of optimal experience.
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