Autora: Ana Muñoz
El conflicto forma parte de las relaciones entre las personas, debido a las diferencias de opiniones, expectativas, creencias, valores o deseos que a menudo existen. Por este motivo, aprender cómo afrontar los conflictos es muy importante para poder mantener relaciones sanas con los demás.
El conflicto surge cuando las necesidades de una persona no se están satisfaciendo debido a que otra persona lo impide, generalmente porque sus necesidades están en contradicción con las del otro. Por ejemplo, si un compañero de trabajo no está haciendo su parte, de manera que te está sobrecargando a ti, no se está satisfaciendo tu necesidad de ser tratado justamente. Por otra parte, tu compañero puede pensar que no se está satisfaciendo su necesidad de descansar y de hacer el trabajo a su propio ritmo. Para que el conflicto se solucione es importante conocer cuáles son las necesidades de cada uno y tenerlas en consideración.
Según el tipo de necesidades que estén implicadas, los conflictos se vivirán con emociones más o menos intensas. Por ejemplo, el conflicto suele ser mayor y suele dar lugar a emociones negativas más intensas cuando una persona cree que no se están satisfaciendo necesidades que considera importantes, como la necesidad de ser tratado con respeto, de sentirse valorado, de intimidad, de seguridad, etc. Por el contrario, cuando no ves el conflicto como una amenaza a tu autoestima, tu valor personal o tu seguridad personal, tus emociones serán más moderadas.
Cuando el conflicto va a peor
A veces los conflictos se encarnizan y se vuelven más y más intensos debido a que no se maneja adecuadamente la situación y eso da lugar a más problemas. Por ejemplo, si crees que siempre te toca a ti ir a recoger a los niños del colegio, en vez de hacerlo tu pareja de vez en cuando, puede que no se esté satisfaciendo tu necesidad de descansar. Pero si discutes con tu pareja por este motivo y ella o él te insinúa que no quieres a tus hijos lo suficiente, entonces se añade una necesidad más no satisfecha: la de ser valorado como padre o madre. Esto hace que te enfades aún más y el conflicto se acentúe. Así, hemos pasado de una necesidad menor (la de descansar de vez en cuando) a otras más importantes, como el hecho de que se reconozca tu necesidad de descansar como una necesidad legítima y la necesidad de ser valorado como persona.
Tu visión del conflicto
El modo como veas el conflicto también va a influir en cómo se desarrolle. Si a través de las experiencias vividas desde tu infancia, has aprendido a temer el conflicto y a verlo como una gran amenaza o como algo destructivo, entonces le tendrás miedo y no sabrás cómo manejarlo, tendiendo a huir y a no resolver los problemas.
Si percibes el conflicto como una humillación o has tenido experiencias en las que el conflicto ha llevado a menudo a insultos, violencia o maltrato, puedes percibirlo como algo traumático y reaccionar con gran ansiedad o una ira defensiva.
La visión más realista del conflicto es aquella que lo percibe como dos personas que tienen necesidades opuestas que chocan entre sí y que necesitan hablar, conocer sus necesidades y llegar a un acuerdo que tenga en cuenta las necesidades de ambos. Es decir, el conflicto es visto como un problema para el que hay que encontrar una solución cooperando con la otra persona.
Qué hace una persona que responde de modo adecuado ante un conflicto
- Tiene en cuenta las necesidades del otro tanto como las suyas.
- Sus reacciones son calmadas y sus emociones no son intensas ni descontroladas.
- Trata a la otra persona con respeto, evitando comentarios que puedan herirle.
- Tiene una mayor disposición a perdonar y a olvidar el pasado sin guardar resentimiento.
- Intenta afrontar el problema sin huir y buscar soluciones que tengan en cuenta las necesidades de todos los implicados.
Los conflictos estancados
Cuando una persona tiene miedo al conflicto, tiende a evitarlo, pero eso no hace que desaparezca, sino que permanece ahí, sumergido, dañando la relación. En una pareja, por ejemplo, puede suceder que uno de los dos (o ambos) critique al otro por cosas que realmente no tienen importancia, como su modo de poner la mesa. Lo que sucede en este caso es que el verdadero conflicto, es decir, lo que realmente te está haciendo sentir mal permanece oculto, sin hablarse, bien porque le tienes miedo al conflicto o bien porque cada vez que lo intentas tu pareja lo evita, o bien porque intentar hablarlo solo trae discusiones que no van a ninguna parte.
Es decir, hay un estancamiento del conflicto, que permanece sin solución. En estos casos, lo mejor es que ambos habléis con una tercera persona que tome parte en la resolución del problema y os ayude, ya sea un amigo o familiar, o bien un psicólogo. En algunos casos puede basta una única sesión con un psicólogo para resolver un problema que, de seguir sin afrontarse, podría hacer peligrar el futuro de la relación. Una tercera persona puede ayudar a poner las cartas sobre la mesa sin que se descontrole la situación y llegar a la raíz del verdadero problema.
La importancia del lenguaje no verbal
Tendrás más éxito para resolver conflictos si prestas atención al lenguaje no verbal de la otra persona y tratas de ver cómo se está sintiendo y de entender por qué. ¿Está percibiendo el conflicto como una amenaza? ¿Está a la defensiva porque se siente atacada y despreciada? ¿Está teniendo reacciones exageradas porque tiene miedo al conflicto? Y, por supuesto, observa también tus propias reacciones y, si ves que no reaccionas de un modo adecuado, pregúntate que está pasando. Siempre puedes optar por decir: “Preferiría que lo habláramos mañana, ahora me siento demasiado nervioso como para tratar este tema con calma”, y así poder centrarte y pensar con tranquilidad.