Autora: Ana Muñoz
Cuando hablamos del significado, tenemos que tener en cuenta que no es una propiedad intrínseca de ningún objeto, sino que somos los seres humanos los que le damos significado a las cosas. El filósofo moderno Thomas Nagel escribió que el ser humano es capaz de mirar la vida desde dentro y también desde fuera y precisamente el hecho de que podamos adoptar un punto de vista objetivo es lo que hace que la vida pueda parecer absurda. Explica Nagel que, desde un punto de vista subjetivo, están presentes las condiciones que hacen que la vida tenga sentido (la felicidad y la desgracia, el logro y el fracaso, el amor y la soledad). Es decir, no se puede encontrar un significado objetivo a aquello que es una experiencia subjetiva.
A veces, esta pregunta acerca del significado de la vida nos lleva directamente a otra: ¿hacia dónde nos dirigimos en nuestra vida, cuál es nuestro propósito o meta en la vida? Al hacer esta pregunta dejamos de ver nuestra vida como una sucesión de hechos aislados para verla desde una perspectiva más amplia e integradora. No nos centramos sólo en el momento actual, el hoy y el ahora, y el dolor que podemos estar sintiendo en este momento, sino que tenemos presente también nuestro pasado y nuestro futuro, observando el momento actual como un eslabón de una larga cadena o camino que nos está llevando a alguna parte y cuyo significado es más visible al observar la vida en su conjunto, como cuando miramos al pasado recordando la experiencia de una dura crisis y vemos que aquellos meses o años tan difíciles tuvieron sentido, nos llevaron a alguna parte, nos empujaron a hacer cambios fundamentales, nos enseñaron algo que debíamos aprender o nos hicieron más fuertes, más sabios, más prudentes.
¿Por qué nos hacemos estas preguntas?
A veces la causa es una especie de angustia existencial, una insatisfacción, un estado de depresión y tristeza, de falta de significado. En definitiva, el dolor es con frecuencia el que lleva a una persona a plantearse una pregunta como esta porque, de algún modo, intuye que, si encuentra la respuesta, encontrará también un poco de alivio y paz. Por este motivo, las preguntas filosóficas, incluso el simple hecho de buscar una respuesta, aún sin encontrarla, tienen un efecto terapéutico y saludable porque nos sacan de la superficie (y la superficialidad) de esta sociedad para adentrarnos un poco más en nosotros mismos y nuestra sabiduría interior.
A veces, la pregunta es: "¿Por qué tengo que soportar estas desgracias que estoy viviendo? ¿Qué sentido tiene? ¿Cuál es su significado, si es que lo tiene?" De nuevo, podemos caer en el error de pretender buscar un significado objetivo, como si ese suceso en sí tuviese un significado intrínseco, porque entonces jamás lo encontraremos y la respuesta será siempre: "No tiene sentido ni significado alguno".
Al contrario, ese significado que tanto anhelamos hemos de dárselo nosotros porque somos constantes constructores de nosotros mismos, creamos significado, damos sentido a los sucesos y en ese acto creativo y voluntario de dotar de significado a los acontecimientos de nuestras vidas es como vamos creciendo, nos vamos construyendo y vamos aprovechando todos y cada uno de los acontecimientos vividos para que nos sirvan como ladrillos en nuestra obra: la construcción de nosotros mismos.
Crear significado
Si decides utilizar todos y cada uno los materiales que encuentras en tu camino para construir una casa, entonces no podrás decir que esos materiales no han servido para nada o no tienen sentido. Si en vez de usarlos, los desechas argumentando que son inservibles, feos o sucios, entonces serán material de desecho.
Debido a una enfermedad crónica y debilitante, Lucía tuvo que renunciar al trabajo que hasta entonces había dado sentido a su vida. Se encontraba en un estado altamente depresivo y suicida, pues su vida le parecía absurda y sin sentido. Por eso, a veces la pregunta que una persona se hace es: "¿Por qué molestarme en vivir esta vida sin sentido que tanto dolor me produce?" Pero esta pregunta no busca una respuesta al significado de la vida, sino una respuesta a la pregunta de cómo reducir el dolor. El problema es que sólo obtenemos la respuesta adecuada cuando hacemos la pregunta correcta. Si sólo te centras en el momento presente, en tu dolor aquí y ahora y te preguntas desesperadamente cómo hacerlo desaparecer, es posible que no encuentres ninguna respuesta. En cambio, si, como decíamos más arriba, dejas de centrarte en este momento concreto y observas tu vida como un todo (incluyendo el pasado y lo que está por llegar) entonces tal vez te preguntas: "¿Cómo puedo dotar de sentido a esto que me está pasando? ¿Qué sentido quiero darle a mi vida en general y cómo se relaciona esto que me está pasando con ese sentido? ¿Cómo puedo utilizar esta etapa dolorosa para crecer en aquello que da sentido a mi vida?
Muchas personas suelen responder que lo que da sentido a sus vidas es, sobre todo, el amor. Al perder el amor, pueden preguntarse, "¿Para qué vivir así, si nada tiene sentido sin amor?" Esta sería la pregunta incorrecta, que no trae más respuesta que la destrucción y la muerte. En cambio, la pregunta adecuada sería: "Si el amor es algo que da sentido a mi vida, ¿cómo puedo dotar de significado a esta pérdida de amor, cómo puede esta pérdida ayudarme a crecer en lo que al amor respecta? ¿Qué necesito aprender acerca del amor?" Después de todo, si el amor es tan importante para esta persona, ¿no es razonable pensar que quiera aprender más de él, que quiera vivirlo de un modo sano, sincero, auténtico, libre, sin miedos? ¿Y acaso puede aprender a hacer todo esto sin conocer todos los aspectos del amor, incluido el dolor de la pérdida, hasta haber aprendido de cada aspecto todo aquello que necesite aprender?
Cuando algo es muy importante para nosotros, nos vemos empujados y deseamos aprender todo lo posible acerca de eso. Aprender significa conocer todos los aspectos de algo, significa superar pruebas, verlo desde diferentes perspectivas, sentirlo desde todas las emociones.
Por eso, la persona para quien más importante es el amor, será la que más variadas e intensas emociones viva por amor (incluyendo tanto el dolor como la felicidad) y todo ese conjunto de emociones, vivencias y experiencias son las que podrían enseñarle lo que de verdad es el amor y llevar a esa persona a crecer en esa dimensión de sí misma, de manera que cuanto más capaz sea de dotar de sentido a sus experiencias, mayor será su crecimiento y más implicada estará en la construcción de sí misma.