Autora: Ana Muñoz
PRIMERA PARTE: LA FELICIDAD Y EL SENTIDO DE LA VIDA
Puede ser que exista por ahí alguien que nos diga que no desea ser feliz. Sin embargo, para la inmensa mayoría no sólo es una meta deseable, sino algo que habitualmente nos esforzamos por conseguir. Algunas personas se sienten desgraciadas, deprimidas, insatisfechas con sus vidas, con sus relaciones, consigo mismas. No hay nada que deseen más que librarse de ese dolor que arrastran como un saco de piedras sobre sus espaldas que los agota un poco más cada día hasta dejarlos exhaustos. Tal vez lo tienen todo: un trabajo, una casa, una familia, unos amigos... pero, a pesar de eso, no son felices. Algo falta; algo en su interior está gritando, pero, ¿qué es lo que dice? ¿Qué es eso que falta en sus vidas? ¿Cómo descubrirlo? ¿Cómo encontrarlo?
El siguiente relato puede ser un punto de partida: El médico
Un joven médico empezó a trabajar en un nuevo hospital de una ciudad lejana. El primer día estaba radiante de felicidad. Caminaba orgulloso por los largos corredores con su bata blanca y su amplia sonrisa. El edificio era una joya arquitectónica, con salas amplias y soleadas, iluminadas por grandes ventanales con vistas a un silencioso jardín. Los enfermos, cuyas dolencias no eran especialmente graves, tenían habitaciones individuales perfectamente equipadas y el material médico era el más moderno que existía.
El hospital estaba dividido en dos: el ala este, donde fue destinado el joven médico y el ala oeste, ambas unidas en su centro por una gran puerta de gruesa madera maciza que permanecía siempre cerrada. Él pasaba ante ella cada día, pero jamás sintió curiosidad hasta que un día sucedió algo imprevisto: al pasar por delante, como cada mañana, escuchó unos gritos espantosos; la puerta se abrió bruscamente de par en par y una niña sucia y harapienta salió corriendo de su interior, emitiendo alaridos aterradores y arañando su cara con sus uñas hasta hacerla sangrar. Los enfermeros que corrían tras ella la agarraron y se la llevaron en volandas, sujetando sus brazos y sus piernas, a través de un pasillo gris, débilmente iluminado por alguna bombilla. Después, la puerta se cerró.
El médico tuvo tanto miedo que ni siquiera quiso preguntar. Siguió su camino, trató de invocar su eterna sonrisa y se centró en el trabajo intentando olvidar. Pasó el tiempo y empezó a estar enfermo, dejó de sentir esa felicidad que le había acompañado hasta entonces; ya no encontraba en su trabajo la misma satisfacción y extrañas pesadillas volvían insomnes sus largas noches.
Empezó a pensar que tal vez la medicina no era para él, que quizás se equivocó de profesión, que ver a tantos enfermos día tras día lo había acabado deprimiendo. No quería pensar en aquella puerta ni quería recordarla, porque sabía que, de hacerlo, no tendría más remedio que atravesarla.
Lo primero que tenemos que saber es qué es la felicidad
Esa felicidad ciega que se empeñaba en mantener el médico de nuestro relato y que consiste en la negación de todo dolor y sufrimiento es tan falsa como efímera. Sus murallas son frágiles; tarde o temprano sucede algo que las derrumba y tenemos que gastar buena parte de nuestra energía en reconstruirlas una y otra vez mientras se empeñan en desmoronarse ante nuestros ojos.
Algunos recurren a las drogas y el alcohol, a las largas y continuas horas de diversión. Salir a la calle, centrar su atención en otra cosa, olvidar esa tristeza, esa insatisfacción que aguijonea sus corazones en cuanto bajan la guardia. Desterrar de la mente todo sufrimiento y preocupación sigue siendo una de las metas principales de mucha gente. Vivimos en una sociedad donde la consecución del máximo bienestar es casi un imperativo.
Pero la felicidad no es la ausencia de dolor, no es tenerlo todo y que cualquier cosa que hagamos nos salga bien, sino el hecho de percibir sentido en eso que tenemos y hacemos. Es esa sensación de que nuestra vida tiene sentido la que nos llena de felicidad y de energía.
¿Qué hace que nuestra vida tenga sentido? ¿Cómo logramos eso?
Nuestro camino hacia la felicidad comienza con la satisfacción de nuestras necesidades tanto fisiológicas como psicológicas básicas. Entre las primeras se encuentran aquellas que aseguran nuestra supervivencia, como cobijo y comida (pues no hay duda de que para ser feliz hay que estar vivo primero.) Cuando éstas no están satisfechas puede resultarnos más difícil centrarnos en las necesidades psicológicas básicas, pero ambas son necesarias para nuestro bienestar y satisfacción y no se excluyen mutuamente. Las necesidades psicológicas básicas son las siguientes:
1. Libertad y autonomía: es la sensación de que lo que hacemos lo hemos elegido libremente y no nos hemos visto obligados a ello.
2. Creer en uno mismo: básicamente significa tener la certeza de que somos fieles a nosotros mismos y hacemos aquello en lo que creemos.
3. Mantener relaciones personales satisfactorias.
4. Sentir que somos competentes en algo.
Los dos primeros puntos son, posiblemente, los más complicados, pues muchas veces sentimos que la vida nos arrastra en una dirección que no es la que elegiríamos libremente, y mantenernos fieles a nosotros mismos no siempre es fácil. ¿Cómo lograrlo?
La clave está en el autoconocimiento
Es muy difícil que una persona sea fiel a sí misma si no sabe quién es, si no tiene claras sus metas en la vida, sus deseos, su vocación.
Si nos preguntamos qué es lo que hace que nuestra vida tenga sentido, la respuesta a esta pregunta está en nuestro propio interior, en el lugar donde se encuentra nuestra verdadera esencia, nuestro yo más profundo, nuestra vocación, la fuente de nuestra vitalidad y la fuerza que nos empuja en una dirección determinada. Cuando lo que hacemos con nuestra vida está de acuerdo con nuestro verdadero yo y estamos totalmente comprometidos con lo que hacemos, es entonces cuando nos sentimos más vivos y auténticos que nunca, porque nos estamos permitiendo ser quienes realmente somos. La felicidad al estilo más hedonista es pasiva, implica estar tranquilos, lejos de los problemas, pero es probable que tengamos que pagar el precio de ver reducida nuestra vitalidad, que ha dejado de ser necesaria y va menguando en nuestro cuerpo y nuestra mente mientras ese estado de sopor que acompaña a la quietud la sustituye. La verdadera felicidad, en cambio, está mas asociada con el reto y el esfuerzo. Primero es necesario conocerse lo suficiente como para descubrir nuestra verdadera naturaleza y vocación y después es necesario luchar por realizarnos de acuerdo con ella.
El miedo a conocerse
El camino hacia la felicidad nos exige ser fieles a nosotros mismos, pues quien se miente a sí mismo jamás sabrá quién es ni hacia dónde se dirige. Pero oculto en lo más profundo de nosotros está también nuestro lado oscuro, lo que más tememos, lo que no queremos admitir, ni ver, ni saber; nuestros traumas del pasado, nuestros miedos y debilidades, nuestra vergüenza.
El joven protagonista del relato jugaba a ser médico en un hospital de juguete mientras su verdadera vocación se iba atrofiando, hasta que se abrió la puerta del ala oeste. ¿Qué había tras ella? Probablemente la verdadera enfermedad y la miseria; personas desahuciadas que necesitaban algo más que una operación de apendicitis; el enfrentamiento con la muerte.
Tal vez meterse de lleno en ese mundo y tratar de hacer algo por sus tristes habitantes era la verdadera vocación de ese médico, aquello a lo que le empujaba su verdadero yo. Quizás un camino doloroso, pero el suyo, aquél que le habría provocado satisfacción y felicidad si hubiera tenido el valor de atravesar la puerta y enfrentar sus miedos.
SEGUNDA PARTE: ¿QUIÉN ES MÁS FELIZ?
¿En qué países es más feliz la gente? ¿Cuál es la forma de ser de las personas más felices? ¿Qué es lo que nos hace más felices? ¿Somos felices los españoles? Los psicólogos han tratado de responder a estas preguntas estudiando grandes grupos de personas en diferentes países.
Felicidad y matriarcado
Según Erich Fromm cada ser humano tiene un derecho incondicional a la felicidad en la vida y esta felicidad reside básicamente en el despliegue armónico de la propia personalidad. Afirma que el tipo de organización social que más puede contribuir a la felicidad es un matriarcado, cuyos valores, instituciones y actitudes se oponen a las de la sociedad patriarcal capitalista en la que hemos estado viviendo durante unos 4.000 años, demasiado preocupada por el deber y la obediencia.
"El individuo y la sociedad patriarcales se caracterizan por una serie de rasgos entre los que predominan los siguientes: un superego estricto, sentimientos de culpa, amor dócil hacia la autoridad paternal, deseo y placer por dominar al débil, aceptación del sufrimiento como castigo por la propia culpa y una capacidad para ser feliz dañada.
La sociedad matriarcal, por el contrario, se caracteriza por un sentimiento de confianza optimista en el amor incondicional materno, muchos menos sentimientos de culpa, un superego más débil y una mayor capacidad para el placer y la felicidad. Junto con estos rasgos también se desarrolla la idea de la compasión maternal y el amor por los débiles y otros necesitados de ayuda".
De todo lo que tenemos, ¿qué nos hace más felices?
En un estudio realizado en 22 países, incluida España, se vio que, de todo lo que tenemos, lo que más feliz nos hace son, en primer lugar, las relaciones con familiares y amigos (el 40 % dice sentirse muy feliz con ellas), después el nivel de confianza en sí mismos y en tercer lugar la religión. Más abajo está la vida sexual (19 %), los bienes materiales (17%) y la cantidad de tiempo libre (15 %). Sólo un 8 % se siente muy feliz con la cantidad de dinero que tiene.
En 20 de los 22 países, con lo que la gente está más feliz es con las relaciones personales. Las dos excepciones son Nigeria, donde la mayor felicidad se relaciona con la religión y Venezuela, donde la mayor felicidad tiene que ver con la autoestima. Los más felices con su vida sexual son los venezolanos, seguidos de los brasileños y los estadounidenses. Los más decepcionados con su vida sexual son los chinos y los franceses.
En cuanto al dinero, su relación con la felicidad es complicada y contradictoria. En general la gente no se siente muy feliz con el dinero que tiene (sólo el 8 %, como hemos indicado) y piensan que serían más felices si tuvieran más, pero las investigaciones contradicen esta afirmación.
Cuanto más énfasis ponga una persona en el dinero y los bienes materiales a la hora de conseguir la felicidad, más probabilidades tiene de no alcanzarla, mientras que si su felicidad está asociada con la confianza en sí mismo es más probable que consiga ser feliz. Es decir, para la gente más feliz la clave de la felicidad está en creer en uno mismo: elegir tus propias metas, ser fiel a ti mismo...
¿Cómo son los "países felices"?
Un estudio realizado en 48 países, mostró que la gente es más feliz en los Países Bajos, seguidos de Islandia, Dinamarca, Suecia, Irlanda, Suiza, Australia y Estados Unidos. España se encuentra en el números 20, con una puntuación de 6´8 en una escala de felicidad del 1 al 10.
Las características que tiene que tener un país para que sus ciudadanos sean más felices son las siguientes: riqueza; seguridad; autonomía y libertad, tanto personal como política; igualdad, principalmente entre mujeres y hombres y entre clases sociales, ya que la falta de igualdad da lugar a frustraciones e impone restricciones que impiden ser feliz; cultura; espiritualidad, definida como la creencia en un ser superior que hace que la vida tenga sentido; tolerancia.
La gente es también más feliz en los países más individualistas, donde se rechaza el autoritarismo. Cuanto más implicado esté un país en ONGs más felices son sus habitantes. Cuanto más militarizado esté un país, más infelices.
Y por último, parece ser que la gente es más feliz en los países con más índices de desempleo. Aquí hay que matizar que si bien la persona cuyo trabajo se corresponde con su vocación suele ser feliz haciéndolo, aquellos en los que no es así, tienden a ser más felices cuando están desempleados. La felicidad no está relacionada con la densidad de población ni con su crecimiento, como podría pensarse. Por lo visto, apiñados también podemos ser felices. Y, en definitiva, cuanto más moderno es un país, más felices sus habitantes.
¿Cómo son las personas felices?
- Mantienen relaciones personales de calidad (aquellas en las que nos sentimos comprendidos, nos divertimos y podemos expresar nuestros sentimientos).
- Realizan un trabajo que les aporta satisfacción personal.
- Son más abiertas a las experiencias y piensan que controlan los acontecimientos de sus vidas, mientras que los más infelices se ven como marionetas del destino y tienden a reprimir sus emociones.
- Tienden a ver las cosas de forma más positiva, se ven menos influidos por los resultados negativos y tienden a rechazar más las oportunidades que no están disponibles para ellos.
- Se ha visto que la edad, inteligencia, estatus social, ingresos y educación no parecen tener mucha influencia en la felicidad de la gente.
- Cuanto mayor sea la salud física y mental, la resistencia psicológica y el nivel de energía mayor felicidad.
Y si además vivimos en un país rico y moderno, tanto mejor. Pero, ¿qué pasa si no tenemos todo esto? En ese caso, la clave está en aprender a ser felices con el mismo proceso de búsqueda de felicidad y a través de nuestro camino, más o menos tortuoso, hacia ella, (siempre y cuando caminemos la senda de nuestro verdadero yo). Porque si la felicidad se nos resiste, bien sabido es que la esperanza se encuentra en todas partes.
TERCERA PARTE: EL CAMINO HACIA LA FELICIDAD
Hasta ahora hemos hablado de la importancia de conocerse a uno mismo.
Ahora vamos a ver algunas técnicas que pueden ayudarnos en esta complicada pero fructífera tarea.
La mujer loca: una historia acerca del miedo a la vida
Guy de Maupassant escribió en el siglo XIX, un sobrecogedor relato de una mujer que permaneció en la cama sin hablar ni moverse durante 15 años a raíz de la muerte de su marido, su padre y su hijo recién nacido en el plazo de un mes.
Estalló la guerra y los soldados ocuparon las casas. El oficial al mando, un hombre violento y orgulloso, se empeñó en que ella debía levantarse y presentarse ante él. Como ella no respondía, ordenó a los soldados que se la llevasen y estos la alzaron, con colchón incluido, y la sacaron de la casa.
Nunca más volvió a saberse nada de ella, hasta que el narrador de la historia se adentró en el bosque varios meses después, cuando los soldados ya se habían retirado. Allí fue a toparse por azar con un cadáver humano e inmediatamente supo que pertenecía a aquella mujer.
Los soldados la dejaron allí, pensando que de ese modo no tendría más remedio que levantarse y volver por su propio pie, pero ella simplemente se dejó morir.
¿Por qué esta mujer no fue capaz de afrontar esas muertes? ¿Qué sintió? ¿Qué sombra emergió de las profundidades de su subconsciente?
A veces, simplemente no podemos. No sin ayuda. Somos humanos y estamos limitados. Pero la mayoría de nosotros no estamos postrados en una cama negando la vida. Tenemos recursos, energía, salud, deseos de ser felices, de evolucionar y desarrollarnos. Estamos capacitados para emprender el viaje del autoconocimiento, con o sin ayuda de otras personas.
Comenzando el viaje: afronta tus sentimientos. ¿Qué hago? ¿Qué pienso? ¿Qué siento?
Saber responder a estas tres preguntas es fundamental. Tenemos que aprender a estar en contacto con nuestros verdaderos sentimientos, reconocerlos, aceptarlos y trabajar con ellos en caso necesario. Eso supone analizarnos a nosotros mismos, pensar e interpretar nuestro comportamiento.
1. ¿Qué hago? Obsérvate; observa tu comportamiento, tu forma de reaccionar ante los demás y ante las distintas situaciones de tu vida. Observa también las reacciones de los demás ante tu conducta. No vayas siempre por la vida olvidando continuamente el pasado.
2. ¿Qué pienso? Observa lo qué pasa por tu mente en cada situación, lo que te dices a ti mismo. Trata de saber por qué piensas lo que piensas y no algo diferente, por qué adquieres ese punto de vista y no otro de los muchos posibles. Esto te dará una información valiosa acerca de quién eres.
3. ¿Qué siento? Analiza tus sentimientos cuando surjan. ¿Se trata realmente de rabia o hay algún miedo asomando detrás? ¿Qué es esa tristeza, de dónde viene, que marcha mal en tu vida para que te sientas así? A veces sencillamente no sabemos lo que estamos sintiendo. Averígualo y ponle nombre. No tengas miedo de reconocerlo. Admite que son celos, envidia, resentimiento, miedo. Sólo admitiéndolos ante ti mismo podrás manejarlos de forma adecuada.
4. Tu reflejo en los demás. Busca lo que más detestas o admiras en los demás; pueden darte una pista sobre tus virtudes y tus defectos. Si una persona te resulta odiosa es posible que estés viendo en ella una parte de ti mismo que te desagrada. Por el contrario, si te sientes atraído, por ejemplo, por los artistas, es posible que lleves un artista dentro que quiere salir al exterior.
5. Tus deseos. ¿Qué es lo que quieres? ¿Qué necesitas? ¿Están satisfechas esas necesidades y esos deseos? ¿Te estás dejando llevar por los deseos de los demás, por lo que deberías querer en vez de lanzarte en busca de lo que deseas de verdad? Hazte estas preguntas y respóndelas con sinceridad. Te ayudarán a vislumbrar cuál es tu verdadero camino.
Otras formas de autoconocimiento
1. La psicoterapia
La psicología profunda y la humanista incluye las grandes corrientes que más hincapié han hecho en el desarrollo del individuo. La más conocida, dentro de la psicología profunda, es el psicoanálisis de Freud, pero tal vez la que más ha profundizado en esta búsqueda del verdadero yo es la psicología analítica de Carl G. Jung. Para él la terapia consiste fundamentalmente en integrar las distintas partes de nuestra psique, llamadas arquetipos, que podríamos considerar como diversas subpersonalidades dentro de nosotros que muchas veces funcionan de forma aislada, empujándonos en direcciones diferentes e incluso opuestas y nos llevan a sabotear nuestra propia vida, nos impiden hacer aquello que deseamos, nos hacen sentir a veces como marionetas o nos dan la sensación de que no controlamos nuestra propia vida. Una de las partes más difíciles de integrar es lo que Jung llamó la sombra, que es todo lo negativo que hay en nosotros y que hemos excluido de la conciencia, pero también todas esas cualidades positivas que no queremos aceptar por ser consideradas inapropiadas (lo que no se considera propio de nuestro sexo, lo que es visto como infantilismo, debilidad, etc.).
Este proceso que lleva a una persona a realizarse como ser completo e integrado es lo que llamó proceso de individuación y se manifiesta en la terapia a través de los sueños, la imaginación activa y la transferencia/ contratransferencia entre paciente y terapeuta
2. El arte
El arte es probablemente el medio más antiguo que ha utilizado el ser humano para expresar sus emociones y sentimientos más profundos. Cuando pintamos, esculpimos, escribimos relatos o poemas, componemos canciones o llevamos a cabo cualquier otra forma de expresión creativa espontánea, estamos adentrándonos en nuestro mundo interior y sacando de allí algo que expresa quienes somos, qué sentimos o qué nos preocupa. El simple hecho de expresarnos de este modo ya nos acerca más a nosotros mismos, pero el trabajo será más completo si después analizamos nuestras obras, tratamos de traducir a palabras lo que ya hemos dicho con imágenes y acabamos de hacer consciente su significado. No es necesario tener dotes artísticas especiales, ni hace falta llegar a realizar una magnífica obra de arte, basta con que sea un trabajo creativo. Cualquier persona tiene la capacidad necesaria para hacerlo, sólo necesita encontrar el modo más adecuado para ella.
3. Los sueños
Generalmente, lo que aparece en nuestros sueños guarda relación con algún tema que nos preocupa. Pero la mayoría de las veces no sabemos de qué se trata porque los sueños tienen su propio lenguaje, que es el lenguaje del subconsciente, forma parte de nuestra personalidad más profunda y puede ser diferente para cada persona. Podemos soñar, por ejemplo, con un pájaro posado en el alféizar de una ventana. Pero, ¿qué es para nosotros un pájaro? Su significado no tiene por qué ser el mismo para todas las personas y la "traducción" de la palabra pájaro usada en el sueño a un lenguaje que nos sirva para interpretarlo puede ser diferente según quién sea el soñador en cuestión. Para una persona determinada, pájaro puede significar libertad; para otra, fragilidad. Somos nosotros los que creamos el lenguaje de nuestros sueños y la principal autoridad a la hora de interpretarlos. Para ello podemos imaginarnos que somos nosotros los elementos que aparecen en nuestros sueños y luego tratar de dar una definición más amplia de lo que somos, lo que sentimos, de nuestra utilidad.
Por ejemplo: "Soy un pájaro en el alféizar de la ventana que no se atreve a volar"; "soy un vaso de cristal que cae al suelo y, a pesar de eso, no llega a romperse". Cada detalle que aparece en nuestro sueño ha sido escogido por nuestro subconsciente porque tiene un significado especial que podemos llegar a averiguar de esta manera.
4. El conocimiento
La sabiduría de otros puede ser también tu sabiduría. La persona que se centra en conocerse sólo a sí misma sin tratar de ampliar su conocimiento a nivel general, estará haciendo algo parecido a tratar de dilucidar qué objeto tiene delante observando uno sólo de sus átomos: nunca lo descubrirá. Cada persona forma parte de la historia de la humanidad, en general, y de la historia de su país, en particular. Una niña o un niño cualquiera pudo haber sido educado por una persona que vivió una guerra, quien, posiblemente, le transmitirá unos valores y puntos de vista diferentes de los de una persona que ha vivido siempre en tiempos de paz. De nuestros padres y de nuestros abuelos hemos heredado algo más genes. Su pasado es también nuestro pasado y conocerlo es fundamental para saber quienes somos.
Los grandes (o pequeños) pensadores de todos los tiempos han examinado el alma humana y a través de sus escritos nos hablan todavía de nosotros mismos y nos ayudan a descubrirnos. ¿Acaso no seguimos sintiendo las mismas emociones que con tanta maestría plasmó Shakespeare en sus obras a pesar de haber pasado tanto tiempo? ¿Acaso no podemos sentirnos todavía identificados con el tumulto de emociones contenidas que estallan en los poemas de Emily Dickinson? ¿No seguimos viendo a Epicuro al mirar a algunos de nuestros amigos? ¿No escribió Miguel Delibes una novela llamada El camino hace ya 50 años?
Si no tienes claro quién eres o hacia dónde te diriges... No tengas prisa
Necesitarás meses o incluso años para encontrar el sentido de tu vida, y el proceso de autoconocimiento durará hasta tu muerte. Al fin y al cabo, sería aburrido si fuese de otra forma. En numerosas ocasiones podemos recurrir a la mitología para encontrar aquél mito que parece describir el lugar de nuestro camino donde nos encontramos en cada momento. El mito de Perséfone es quizás uno de los más significativos.
Perséfone era la hija de la diosa Deméter. Un día, mientras se entretenía recogiendo flores en una pradera, fue secuestrada por Plutón (también llamado Hades), el señor de los muertos, para que reinase con él en el mundo subterráneo. Deméter, encolerizada y afligida, juró que la tierra no volvería a ser fértil nunca más mientras su hija no le fuese devuelta. Entonces Zeus ordenó a Plutón que liberase a Perséfone y éste le dijo que lo haría a condición de que ella no se llevase nada de su mundo.
Sin embargo, Perséfone no pudo evitar coger una granada, de manera que Zeus estipuló que tendría que pasar dos tercios del año con su madre y otro tercio con Plutón en el mundo inferior. De este modo, cuando ella regresa, el mundo se llena de flores y fertilidad, mientras que cuando está con Plutón las semillas quedan ocultas bajo la tierra. Este ciclo de la vida y la naturaleza se repite también en nosotros, que al fin y al cabo somos parte de ella.
Cualquiera que aspire a un conocimiento profundo de sí mismo, debería sumergirse en su interior cíclicamente y traerse de allí algo que pueda sacar al exterior y enriquecer así su personalidad, su vida y la de los demás. ¿De qué nos sirve conocernos, adentrarnos en nosotros mismos y analizar una y otra vez nuestros sentimientos si luego no hacemos nada positivo con todo eso? Igual que Perséfone, cada vez que nos adentremos en nuestro interior deberemos salir de allí con una "granada" en las manos. Existe y debe existir una interconexión entre lo que sucede en nuestro interior y lo que sucede fuera. Es imposible lograr un desarrollo personal y un autoconocimiento pleno si no somos conscientes de que formamos parte de un sistema mayor y de la misma naturaleza, cuyos recursos no debemos consumir sin ofrecer algo a cambio. El camino del autoconocimeinto debe ser, por tanto, una espiral que avanza hacia delante al mismo tiempo que nos vamos orientando alternativamente hacia dentro y hacia fuera de nosotros mismos, hacia nuestro interior y hacía el mundo, tomando y ofreciendo, enriqueciendo nuestra personalidad y ayudando al enriquecimiento de los demás.
¿Cómo puedes saber si estás siguiendo tu camino?
Tal vez algunas de las cosas que nos suceden en la vida dependen del azar y la suerte. Pero todos sabemos que no encontraremos lo que necesitamos si estamos buscando en el lugar equivocado. ¿Qué pasa si en este camino que es nuestra vida hemos seguido un sendero erróneo? ¿No es de esperar que en ese camino que no es el nuestro no encontremos nada que nos satisfaga por completo?
Cuando una persona está siendo fiel a sí misma y está, por tanto, en su camino, encuentra más fácilmente aquello que necesita. Algunos se lamentan, por ejemplo, de ir a dar siempre con las personas equivocadas, que aparecen en su vida "por azar", que son siempre el mismo tipo de gente inapropiada, con quienes no se siente a gusto y que nada tienen que aportarle. No sólo en las relaciones, sino también a nivel laboral y en otras muchas áreas de sus vidas, la mala suerte parece perseguirles hagan lo que hagan. Quien está en su camino, en cambio, está siendo fiel a sí mismo y está mostrando al mundo su verdadero rostro, no un yo falso, por lo que no es extraño que atraiga a un tipo de personas que hacen que se sienta bien y le aporten algo. Por lo tanto, el principal indicador de que no estamos en el lugar correcto es esa sensación de que nada de lo que nos sucede, sea bueno o malo, es adecuado para nosotros y nuestro crecimiento y no sentimos nada más que estancamiento estéril y vacío.
No obstante, aquí conviene recordar cómo los protagonistas de la conocida novela La ciudad de la alegría encuentran satisfacción personal en uno de los barrios más pobres y miserables de Calcuta, rodeados de muerte, enfermedad, suciedad y hambre. Da igual si tu camino es un lecho de rosas o un sendero de piedras y espinas. Te sentirás bien si estás en él, porque es tu lugar en el mundo y el sentido de tu vida sólo lo encontrarás allí.
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