Autora: Ana Muñoz

El intestino tiene su propio sistema nervioso, conocido como el sistema nervioso entérico (SNE). Este sistema está compuesto por millones de neuronas (se estima que entre 200 y 600 millones) distribuidas a lo largo del tracto gastrointestinal, desde el esófago hasta el recto. Además, el SNE se comunica con el sistema nervioso central (SNC) mediante el eje intestino-cerebro, una conexión bidireccional que influye en la digestión, el estado de ánimo y la respuesta inmunitaria.

Por esta razón, al intestino se le llama a veces el "segundo cerebro". Controla funciones digestivas como la motilidad intestinal, la secreción de enzimas y la absorción de nutrientes, además de estar implicado en la producción de neurotransmisores como la serotonina, que influye en el estado de ánimo. De hecho, más del 90% de la serotonina del cuerpo se produce en el intestino, lo que explica por qué los problemas digestivos pueden estar relacionados con trastornos como la ansiedad y la depresión.

Organización del SNE en el tracto digestivo

El SNE está compuesto por dos redes principales de neuronas, conocidas como plexos nerviosos, que se localizan en las paredes del tubo digestivo:

El plexo mientérico (de Auerbach) se encuentra entre las capas musculares del intestino y controla la motilidad intestinal, es decir, los movimientos peristálticos que impulsan el alimento a través del tracto digestivo.

El plexo submucoso (de Meissner) se localiza en la capa submucosa del intestino, más cerca de la luz intestinal y regula la secreción de enzimas digestivas, la absorción de nutrientes y el flujo sanguíneo intestinal. Influye en la respuesta del sistema inmunitario frente a patógenos o sustancias extrañas.

Ambos plexos trabajan en conjunto para garantizar que el proceso digestivo ocurra de manera coordinada y eficiente.

Comunicación con el sistema nervioso autónomo

Aunque el SNE es capaz de operar de forma independiente, mantiene una comunicación constante con el sistema nervioso central (SNC) a través del sistema nervioso autónomo, que se divide en:

  • Sistema nervioso simpático: reduce la actividad digestiva en situaciones de estrés o peligro (respuesta de "lucha o huida").
  • Sistema nervioso parasimpático: aumenta la actividad digestiva en momentos de descanso y favorece la digestión.

El principal canal de comunicación entre el intestino y el cerebro es el nervio vago, que transporta señales en ambas direcciones.

Relación del SNE con la microbiota intestinal

El intestino alberga miles de millones de microorganismos que forman la microbiota intestinal, la cual interactúa con el SNE y el sistema inmunitario. Estas bacterias influyen en la producción de neurotransmisores, como la serotonina, modulando la digestión y el estado de ánimo.

Funciones del sistema nervioso entérico

El sistema nervioso entérico desempeña un papel fundamental en la regulación del aparato digestivo. Su red neuronal permite que el intestino funcione de manera autónoma, controlando la motilidad, la secreción de enzimas y la absorción de nutrientes sin necesidad de órdenes directas del cerebro. Además, el SNE interactúa con el sistema inmunitario y el sistema nervioso central (SNC) a través del eje intestino-cerebro, influyendo en la salud general y el estado de ánimo. Las principales funciones del SNE pueden agruparse en los siguientes procesos:

1. Control de la motilidad intestinal. El SNE coordina los movimientos musculares del tubo digestivo para garantizar el avance de los alimentos a lo largo del sistema digestivo. 

2. Regulación de la secreción de enzimas y moco. El SNE controla la liberación de sustancias digestivas que facilitan la descomposición de los alimentos y produce moco intestinal que protege la mucosa intestinal.

3. Absorción de nutrientes y regulación del flujo sanguíneo. El SNE regula la absorción de nutrientes en el intestino delgado y grueso, optimizando el transporte de moléculas esenciales hacia el torrente sanguíneo. Controla qué sustancias pueden atravesar la barrera intestinal e impide la entrada de toxinas y microorganismos dañinos.

4. Interacción con el sistema inmunitario. El intestino es una de las primeras líneas de defensa del organismo contra patógenos y el SNE desempeña un papel crucial en la respuesta inmunitaria intestinal ya que regula la actividad de los linfocitos y otras células inmunitarias en el intestino y modula la inflamación intestinal en respuesta a infecciones o sustancias irritantes. El SNE ayuda también a controlar la población de bacterias intestinales beneficiosas e influye en la producción de sustancias antimicrobianas naturales.

5. Conexión con el sistema nervioso central (eje intestino-cerebro)

El SNE se comunica con el cerebro a través del nervio vago, enviando señales sobre el estado digestivo y la microbiota intestinal. Esta conexión explica por qué las alteraciones intestinales pueden afectar el estado emocional y viceversa. Los problemas en el SNE pueden contribuir a trastornos como la ansiedad y la depresión, y la inflamación intestinal y la disbiosis pueden alterar la comunicación con el cerebro. En el intetino se producen los siguientes neurotransmisores:

  • Serotonina (el 90% se produce en el intestino): regula la motilidad intestinal, la percepción del dolor y el estado de ánimo. Bajos niveles de serotonina están relacionados con depresión y ansiedad.
  • Dopamina: influye en el placer y la motivación. Se estima que el 50 % de la dopamina del cuerpo se produce en el intestino. Influye en la regulación de los movimientos intestinales.
  • GABA: reduce la ansiedad y el estrés. Tiene un efecto calmante sobre el sistema nervioso.
  • Acetilcolina: participa en la comunicación entre neuronas y el control de la motilidad intestinal. También está implicada en funciones cognitivas como la memoria y el aprendizaje.

Influencia del estrés y las emociones en el funcionamiento intestinal

El estado emocional puede tener un impacto significativo en la actividad del SNE y en la salud intestinal. Por ejemplo, el estrés y la ansiedad activan el sistema nervioso simpático, reduciendo la actividad digestiva y pueden producir síntomas como estreñimiento, dolor abdominal o diarrea. En casos crónicos, pueden estar relacionados con trastornos como el síndrome del intestino irritable (SII).

Se ha observado también que personas con depresión presentan alteraciones en la microbiota intestinal y la producción de neurotransmisores en el intestino. Por otra parte, los problemas digestivos pueden agravar el estado de ánimo y aumentar los niveles de inflamación en el cuerpo.

La conexión intestino-cerebro explica por qué las emociones pueden manifestarse en el aparato digestivo y por qué muchas terapias psicológicas y psiquiátricas tienen un impacto en la función intestinal.

Papel de la microbiota intestinal en la comunicación intestino-cerebro

El intestino alberga una enorme comunidad de microorganismos conocida como microbiota intestinal, que influye en la salud digestiva, el sistema inmunitario y el cerebro. Algunas bacterias intestinales producen serotonina, GABA y dopamina. Por tanto, una microbiota equilibrada favorece una mejor salud tanto mental como digestiva.

La microbiota modula la inflamación intestinal y su impacto en el cerebro. Un desequilibrio en la microbiota (disbiosis) puede contribuir a enfermedades neurológicas como la depresión y el Parkinson.

La microbiota intestinal interactúa con el eje hipotálamo-hipófisis-adrenal (HHA), que regula la respuesta al estrés. Por tanto, un intestino sano ayuda a reducir la producción excesiva de cortisol, la hormona del estrés.

Por tanto, los probióticos y prebióticos pueden mejorar la salud del eje intestino-cerebro al favorecer una microbiota equilibrada y reducir la inflamación intestinal.

Relación entre el sistema nervioso entérico y enfermedad

El sistema nervioso entérico (SNE) juega un papel fundamental en la salud digestiva y en la conexión entre el intestino y el cerebro. Cuando hay alteraciones en el funcionamiento del SNE, pueden surgir diversas enfermedades y trastornos que afectan tanto al aparato digestivo como a la salud general.

Las principales patologías relacionadas con el SNE incluyen trastornos funcionales intestinales, enfermedades inflamatorias, trastornos neurológicos y psiquiátricos, y su estudio ha permitido comprender mejor la relación entre la salud digestiva y el bienestar mental.

1. Síndrome del intestino irritable (SII)

Se ha asociado con ansiedad y depresión. El SII está vinculado a una hiperactividad del SNE, una comunicación alterada en el eje intestino-cerebro y cambios en la microbiota intestinal. El estrés y la ansiedad pueden agravar los síntomas, ya que afectan a la motilidad y la sensibilidad intestinal.

2. Enfermedades inflamatorias del intestino (EII)

Las enfermedades inflamatorias del intestino incluyen la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa, ambas caracterizadas por inflamación crónica del tracto gastrointestinal. En estas enfermedades, el SNE juega un papel fundamental en la regulación del sistema inmunitario intestinal. Se ha encontrado que hay un desequilibrio en la comunicación entre el SNE y el sistema inmunitario, lo que provoca respuestas inflamatorias excesivas. La disfunción del SNE contribuye a una motilidad intestinal alterada y al desarrollo de síntomas como diarrea, dolor y urgencia defecatoria. El estrés y las emociones negativas pueden exacerbar la inflamación intestinal debido a su impacto en la función nerviosa y en la microbiota. Por este motivo, el tratamiento de las EII no solo debe incluir medicamentos antiinflamatorios, sino también enfoques que regulen la actividad del SNE y reduzcan el estrés.

3. Trastornos neurológicos y psiquiátricos

Dado que el SNE está conectado con el cerebro a través del eje intestino-cerebro, los desequilibrios en su actividad pueden estar implicados en trastornos neurológicos y psiquiátricos:

Depresión y ansiedad. Se ha demostrado que la alteración del SNE y de la microbiota intestinal puede contribuir a la aparición de depresión y ansiedad. Esto puede deberse a varias razones:

  • Producción alterada de serotonina, un neurotransmisor fundamental en la regulación del estado de ánimo (recordemos que el 90 % de la serotonina del cuerpo se produce en el intestino).
  • Inflamación intestinal crónica, que puede afectar al funcionamiento cerebral y el comportamiento.
  • Alteraciones en el nervio vago, que influyen en la respuesta al estrés.

Los estudios han encontrado que los probióticos y prebióticos pueden mejorar síntomas de depresión y ansiedad al equilibrar la microbiota intestinal y fortalecer la comunicación intestino-cerebro.

Enfermedades neurodegenerativas (Parkinson y Alzheimer). Las enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson y el Alzheimer también tienen una relación con el SNE. En el Parkinson, se ha descubierto que las alteraciones en el intestino pueden preceder a los síntomas motores de la enfermedad. De hecho, el estreñimiento crónico es un síntoma temprano en muchos pacientes, lo que sugiere que la degeneración de neuronas en el SNE ocurre antes que en el cerebro. En la enfermedad de Alzheimer, la inflamación intestinal y el desequilibrio de la microbiota pueden contribuir al deterioro cognitivo al aumentar la inflamación en el cerebro.

Autismo. Algunos estudios sugieren que alteraciones en la microbiota intestinal pueden influir en los síntomas del trastorno del espectro autista.

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