Autora: Natalia Korsun, Lic. en Psicologia
¡Sonría! Lo estamos filmando… ¿Cuántas veces hemos leído este tipo de anuncio? ¿Hemos hecho caso alguna vez? ¿Por qué será que nos tienen que pedir que sonriamos? A lo largo del día nuestro estado emocional varía en función de lo que nos ocurre. Las distintas situaciones pueden llevarnos a experimentar alegría, satisfacción, paz, o por el contrario tristeza, desilusión, pena o angustia. Al enorme caudal de emociones que sentimos podemos encerrarlo en dos grandes categorías complementarias entre sí: las emociones negativas y positivas.
Las emociones constituyen estados mentales y afectivos que incluyen sentimientos, cambios fisiológicos, expresiones corporales y predisposiciones a actuar de una manera definida. Así, las emociones nos preparan para actuar (huir o enfrentar) en las diferentes circunstancias. Por ejemplo ante una situación que nos provoca miedo nuestro organismo nos prepara para la huida.
Innumerables estudios han demostrado que tanto las emociones negativas como las positivas influyen en nuestra salud física y emocional. Las emociones negativas (ira, ansiedad, culpa, vergüenza, etc.) debilitarían el sistema inmunológico volviendo vulnerables a las personas a contraer enfermedades. Mientras que las positivas (alegría, buen humor, optimismo, etc.) deshacen los efectos nocivos que provocan éstas.
El desarrollar emociones positivas tiene sus ventajas, algunas de ellas son:
1) Mejoran la forma de pensar: originando un pensamiento más amplio, flexible y efectivo. Emociones como la alegría, el entusiasmo, la satisfacción, etc., amplían los repertorios de pensamiento y de acción de las personas y constituyen recursos intelectuales, psicológicos y sociales para momentos de crisis.
2) Nos fortalece ante la adversidad: induciéndonos a pensar desde una óptica más optimista. Las personas que poseen esperanzas desarrollan mayor resistencia, utilizando la risa y el buen humor como herramientas para enfrentarse a situaciones desagradables.
3) Protege nuestra salud: contribuyendo en la prevención de enfermedades y en la reducción de la intensidad y duración de las mismas. Además ayudan a soportar las dificultades y facilitan la recuperación.
4) Son útiles como recurso psicológico: favoreciendo la resistencia y resiliencia frente a la desgracia. Nos ayudan a desarrollar ciertas habilidades psicológicas generando vínculos sociales.
Cultivar las emociones positivas
Actualmente la inteligencia emocional se basa en percibir, comprender y regular las emociones, sobre todo las negativas, pero también es importante aprender a potenciar, generar y sobre todo disfrutar de las emociones positivas. ¿Cuáles son entonces algunas de las emociones que deberíamos cultivar?
Quizás las emociones positivas más conocidas sean la alegría y la felicidad que se manifiestan en el buen humor y la risa. Ellas liberan tensiones acumuladas y nos mantienen emocionalmente estables. Actualmente se han desarrollado terapias que incluyen esta práctica (risoterapia) como método curativo. La alegría intensifica la confianza y los vínculos sociales mediante el contagio de sensaciones positivas (por algo “el reírse es contagioso”). También, el encontrar el lado cómico y positivo de las circunstancias desfavorables, teniendo buen humor y optimismo, nos permite ver desafíos donde otros quizás ven dificultades.
Por otro lado, la experiencia interna de paz que existe independientemente de los eventos externos, conocida como la serenidad, nos ayuda a estar tranquilos aún en momentos difíciles. Otras emociones positivas son la gratitud y la simpatía, relacionadas al hecho de reconocer el valor que tienen los demás y poder sintonizar con la emoción que sienten.
Si bien experimentar emociones negativas es algo inevitable, existen numerosas técnicas que nos brindan herramientas para contrarrestar los sentimientos desagradables. Por ejemplo:
- Crea estados emocionales positivos o las condiciones para que éstos aparezcan. Se trata de favorecer condiciones para sentirse contento, como visitar algún amigo, ayudar a alguien, etc.
- Imagina escenas placenteras. Recuerda buenos momentos vividos y las emociones relacionadas a ellos.
- Aumenta el número de actividades satisfactorias.
- Disfruta de realizar cada tarea.
- Si eres creyente, medita y descansa en Dios. Un proverbio famoso dice:“…el que confía en el Señor es feliz” (Prov.16:20).
- Es importante pensar en qué tipo de emociones son las que predominan en nosotros.
Así que: ¡Sonríe! Hay personas que nos están filmando…en su mente, en su corazón, nos observan y esperan vernos gozosos. Contagiemos alegría y buen humor.