Autora: Ana Muñoz

La herencia genética ejerce una influencia importante en el desarrollo del alcoholismo porque predispone a una persona a reaccionar de un modo específico ante el uso de alcohol. Sin embargo, esta predisposición genética no es suficiente para convertirse en alcohólico; hace falta algo más. Veamos algunos de estos factores.

Padres alcohólicos

Además de la herencia genética, la familia ejerce también su influencia a través de su comportamiento con sus hijos, valores, enseñanzas, etc. The Ninth Special Report to the U.S. Congress on Alcohol and Health (NIAAA 1997) identificó varios aspectos en que los hijos de alcohólicos difieren de los hijos de no alcohólicos. En concreto, los hijos de alcohólicos tienen más probabilidades de padecer trastornos psicológicos, viven en ambientes familiares más adversos y tienen una respuesta fisiológica ante el alcohol que implica un mayor riesgo de desarrollar alcoholismo; en concreto, muestran una menor sensibilidad ante la intoxicación por alcohol o bien el alcohol tiene en ellos un mayor efecto como reductor de la ansiedad que en otras personas.

En las familias de alcohólicos, los hijos no siempre están bien atendidos. Hay más conflictos familiares, menos supervisión de los hijos y una relación menos estrecha entre padres e hijos.

Los niños de estas familias pueden no aprender a regular bien sus emociones y pueden tener problemas de habilidades sociales, lo que puede aumentar el rechazo por parte de sus compañeros. Este rechazo, a su vez, puede dar lugar a que acaben uniéndose a compañeros con problemas  que recurren al uso de drogas o alcohol.

Estrés ambiental

El estrés y los problemas que una persona tenga en su vida diaria pueden empujar a algunas personas a recurrir al alcohol como un modo de afrontarlos. El apoyo social con el que cuenten ejerce una influencia importante en estos casos, puesto que aquellas personas con un alto nivel de estrés pero que cuenta con alguien en quien apoyarse y que les ayude, tienen menos probabilidades de recurrir al alcohol.

Personalidad y temperamento

En un estudio1 evaluaron el temperamento de un grupo de niños de sexo masculino a los 3 años de edad. 18 años más tarde volvieron a evaluar a esos niños. Los investigadores encontraron dos grupos de niños que tenían más probabilidades de tener problemas relacionados con el alcohol a los 21 años de edad:

  1. a) Niños con un temperamento poco controlado (impulsivo, inquieto, que se distrae fácilmente).
  2. b) Niños con temperamentos inhibidos (tímidos, temerosos y que se sienten mal con facilidad).

Motivación para beber

Para que una persona desarrolle un problema de alcoholismo, tiene primero que empezar a beber altas cantidades de alcohol y mantener este comportamiento a lo largo del tiempo. ¿Qué motiva a un adolescente a beber de este modo? Los motivos pueden ser diferentes y diversos. Entre los más comunes se encuentran los siguientes:

  1. Reducción del malestar emocional. Algunas personas beben como un modo de afrontar el estrés y malestar emocional. Las personas que sienten emociones negativas como ansiedad o depresión, que piensan que el alcohol les ayudará a sentirse mejor y que tienden a evitar en vez de afrontar los problemas y el malestar, tienen más probabilidades de beber para afrontar el estrés.
  2. Aumentar las emociones positivas. Las personas con altos niveles de búsqueda de sensaciones y aquellas que piensan que el alcohol aumentará sus emociones positivas, estarán más motivadas para beber.
  3. Motivos sociales. Algunas personas beben por motivos sociales, como encajar mejor con su grupo de amigos o proyectar una determinada imagen social.

Las creencias acerca del alcohol

Lo que una persona piensa acerca del alcohol y sus efectos ejerce también una influencia importante en su consumo. Estas creencias empiezan a desarrollarse muy pronto, incluso antes de haber probado el alcohol. Por ejemplo, los adolescentes que les dijeron a los investigadores que pensaban que el alcohol les ayudaba a socializar, habían aumentado su consumo de alcohol a lo largo de los años más que aquellos que no compartieron esta creencia.

En resumen…

En primer lugar, partimos de una predisposición genética que hace que el alcohol afecte de un modo determinado a algunas personas y las predisponga a desarrollar una adicción al alcohol.

En segundo lugar, hace falta algo que empuje a una persona a empezar a beber alcohol de manera excesiva. Esto varía mucho de una persona a otra. Algunos beben para vencer la timidez, otros para aliviar el estrés, la ansiedad o depresión, otros como un modo de buscar sensaciones nuevas, otros porque no saben cómo afrontar sus problemas y desean huir de ellos, otros para encajar con su grupo de amigos, otros para aumentar sus emociones positivas...

De todos ellos, la mayoría dejará de beber en exceso con el paso del tiempo, mientras que otros lo seguirán haciendo hasta convertirse en alcohólicos. Este último grupo es, muy probablemente, aquél con predisposición genética para desarrollar adicción, que no conoce métodos más adaptativos de afrontar sus problemas, que sigue experimentando altos niveles de estrés o malestar emocional o que tiene problemas para controlar sus impulsos o un alto nivel de búsqueda de sensaciones y que no cuenta con un apoyo social adecuado.

Referencias

  1. Caspi, A.; Moffitt, T.E.; Newman, D.L.; and Silva, P.A. Behavioral observations at age 3 years predict adult psychiatric disorders: Longitudinal evidence from a birth cohort. Arch Gen Psychiatry 53(11):1033–1039, 1996.
  2. Resnick, M.D.; Bearman, P.S.; Blum, R.W.; Bauman, K.E.; Harris, K.M.; Jones, J.; Tabor, J.; Beuhring, T.; Sieving, R.E.; Shew, M.; Ireland, M.; Bearinger, L.H.; and Udry, J.R. Protecting adolescents from harm. Findings from the National Longitudinal Study on Adolescent Health. JAMA 278:(10) 823–832, 1997