Autora: Ana Muñoz
Los tipos de memoria
Se considera que existen dos “almacenes” de memoria: la memoria a largo plazo y la memoria operativa (también llamada de trabajo).
La memoria operativa es la que usamos para manejar la información que nos llega continuamente y trabajar con ella. Por ejemplo, nos permite mantener una conversación, recordando lo que la otra persona acaba de decir durante el tiempo suficiente como para poder responderle o para poder repetir la última frase que ha dicho. Nos permite también recordar, durante unos segundos, una serie de dígitos que acabamos de leer, pero si queremos recordarlos más tiempo debemos repetirlos continuamente hasta introducirlos en la memoria a largo plazo.
La memoria operativa está compuesta por un ejecutivo central, que es un sistema de control que se encarga de decidir qué hacer con la información que entra en la memoria y cómo gestionarla, y dispone también de varios “subsistemas esclavos”: el bucle fonológico, que se encarga de la información basada en el habla y la agenda visoespacial, que se encarga de crear y manipular imágenes visuales.
La memoria a largo plazo (permanente) contiene todos nuestros recuerdos de experiencias vividas, conocimientos adquiridos, así como el lenguaje, con sus reglas de uso y significados de las palabras. Se divide en memoria episódica (recuerdo de experiencias situadas en un lugar y tiempo concretos), semántica (los conocimientos adquiridos, como saber en qué año se inició una guerra o qué es la memoria operativa o el significado de una palabra) y memoria de procedimiento (conocimientos que nos sirve para llevar a cabo una habilidad determinada, como conducir un coche; es la que nos permite saber cómo se hace algo).
Otra clasificación importante divide la memoria en implícita y explícita. Esta clasificación se centra en el efecto de las experiencias pasadas que ya no están presentes.
Memoria implícita: es la que nos permite recordar algo aunque no recordemos cómo o cuándo lo hemos aprendido ni por qué lo sabemos. Sería una especie de memoria inconsciente.
Memoria explícita: requiere que la persona recuerde el episodio concreto en que aprendió algo.
Un ejemplo curioso del funcionamiento de la memoria implícita: en una ocasión, un médico de finales del siglo XIX escondió un alfiler en su mano y saludó a continuación a una paciente suya que padecía amnesia. Ella retiró instantáneamente la mano al pincharse, pero en los días siguientes era incapaz de recordar el episodio; sin embargo, la paciente no volvió a darle la mano para saludarle, alegando que “a veces la gente lleva alfileres en las manos”.
Las alteraciones de la memoria pueden afectar a uno u otro de estos sistemas o subsistemas de memoria. Por ejemplo, puede verse afectado solamente el bucle fonológico, en cuyo caso recordarías muy poco de lo que te acaban de decir, pero no tendrías problemas para recordar de forma normal las imágenes visuales.
Tipos de amnesia
1. Amnesia retrógrada
Es una incapacidad para recordar el pasado. Suele producirse como consecuencia de una conmoción cerebral debido a un accidente o golpe fuerte. Puede olvidarse desde lo que sucedió solo unos minutos antes de la conmoción hasta varios meses o incluso años, según la gravedad de la lesión y suele recuperarse empezando por los recuerdos más antiguos.
La información permanece en la memoria pero no puede recuperarse o accederse a ella. A veces recuerdan trozos de información pero no pueden situarla en el tiempo o lugar en que ocurrieron.
2. Amnesia anterógrada
Es la incapacidad para aprender o retener información nueva. Es decir, las personas con este tipo de amnesia no puede retener información nueva y todo lo que viven lo olvidan minutos después de haber sucedido. Por tanto, viven siempre en el presente y no pueden hacer planes de futuro porque los olvidan enseguida. En cambio, pueden aprender nuevas destrezas y habilidades y pueden tener intacta la memoria implícita.
Amnesia psicógena o disociativa
Consiste en la incapacidad repentina para recordar información personal importante (por ejemplo, su nombre, edad, otras personas o episodios de su vida, etc.) como consecuencia de un suceso altamente estresante o traumático, sin que exista ningún daño cerebral (como sucedía en el síndrome amnésico). Se trata, por tanto, de una amnesia retrógrada. La información está en su memoria pero no puede acceder a ella. No pierden ni el lenguaje ni sus conocimientos. Es decir, afecta a la memoria episódica explícita.
La memoria implícita permanece intacta; por este motivo, una persona puede sentir miedo o angustia al acudir a algún sitio o ver una persona relacionada con el trauma o experiencia vivida pero no sabe por qué ni lo recuerda ni sabe que esa persona o lugar guarda relación con lo sucedido.
Este tipo de amnesia suele desaparecer abruptamente, aunque a veces permanecen lagunas de memoria para siempre.
Síndrome amnésico
Se produce cuando una lesión cerebral causa un déficit de memoria sin que se vean afectadas otras funciones intelectuales. En estos casos se produce amnesia anterógrada. La memoria operativa es normal, de manera que puede mantener una conversación. También puede aprender cosas nuevas, aunque de forma más lenta que el resto de las personas. En algunos casos, puede producirse también amnesia retrógrada.
Un ejemplo de este tipo de amnesia es el síndrome de wernicke-Korsakoff que consiste en un déficit de tiamina (vitamina B1) que ocasiona una lesión cerebral en el diencéfalo. Se produce sobre todo en alcohólicos a causa de la ingesta excesiva de alcohol y una mala alimentación basada sobre todo en carbohidratos. En primer lugar, aparece una encefalopatía, con diversos síntomas neurológicos (es la fase agua), seguida de una fase crónica (llamada síndrome de Korsakoff), caracterizada por amnesia anterógrada, amnesia retrógrada parcial, desorientación espaciotemporal y confabulación.
Trastorno de estrés postraumático
Las personas con trastorno de estrés postraumático pueden presentar amnesia. Entre las explicaciones propuestas se encuentra la teoría de que las experiencias demasiado estresantes o traumáticas no pueden integrarse en el yo porque no puede encajarse en los esquemas cognitivos que esa persona tiene (es como si fuera algo que no puede suceder) o bien porque no se establece una relación entre el yo y la representación del suceso; es decir no eres capaz de reconocer que esto te ha pasado a ti (no te reconoces como la persona que ha vivido ese suceso). De esto modo, esa información no se procesa y queda fuera de la conciencia, expresándose intrusivamente (en forma de flashbacks, pesadillas, etc.).
Un dato interesante a este respecto es que las experiencias emocionales muy intensas se recuerdan de un modo diferente. Cuanto más intensa es la emoción, mejor es el recuerdo de los detalles centrales y menor el de los periféricos. Es decir, se produce una especie de visión en túnel en la que solo ves lo verdaderamente relevante. Por ejemplo, si te apuntan con un arma puede que luego recuerdes el arma con gran detalle pero no la cara de la persona que la sostenía o si había más gente a tu alrededor o no.
Distorsiones de la memoria: “lo tengo en la punta de la lengua”
Nuestros recuerdos pueden estar a veces distorsionados. Recordar implica, en mayor o menor medida, hacer una reconstrucción, de manera que cada vez que recordamos algo podemos cambiarlo o distorsionarlo de algún modo. Algunas distorsiones son normales y nos han sucedido a todos en algún momento, mientras que otras resultan más patológicas. Se distingue entre anomalías del recuerdo y del reconocimiento:
1. Anomalías del recuerdo
Sensación de conocer. Se produce cuando estás convencido/a de que sabes algo pero cuando intentas demostrar que lo sabes, fracasas. Por ejemplo, sabes que conoces el nombre de un actor pero cuando intentas decirlo no puedes recordarlo.
Punta de la lengua. Es un caso más específico del apartado anterior (sensación de conocer). Estamos convencidos de que conocemos perfectamente una palabra pero no podemos recuperarla. Notamos que tenemos la información muy cerca e incluso podemos decir que la palabra lleva una G o una R o nos vienen a la mente sus iniciales, sinónimos, etc. Suele deberse a un uso poco frecuente de dicha información, que hace que se debilite en nuestra memoria. También es más frecuente en situaciones de estrés o agotamiento.
Laguna temporal. Probablemente te ha pasado alguna vez que ibas conduciendo y, de repente, has llegado a tu destino sin haber sido consciente de parte del trayecto, de manera que tienes una laguna en tu memoria (has olvidado ese espacio de tiempo). Sucede cuando estamos realizando una tarea que hemos hecho ya muchas veces, de manera que la podemos hacer de un modo automático. Eso hace que no prestemos atención a lo que estamos viviendo sino que dejamos vagar la mente con nuestros pensamientos y, por tanto, no somos conscientes de nuestra experiencia.
Reconocimiento sin recuerdo completo: “Tu cara me suena”. Se produce, por ejemplo, cuando sabemos que conocemos a alguien porque nos suena su cara pero no sabemos quién es ni de qué lo conocemos. Es más frecuente cuando vemos a esa persona en un contexto diferente al habitual.
Recuerdo atenuado. Por ejemplo, cuando recordamos a una persona y sabemos quién es pero no podemos recordar su nombre. A menudo, se debe a una falta de atención (por ejemplo, no prestamos atención cuando nos dijo su nombre pero sí a su aspecto físico y otra información).
Verificación de tareas. Acabas de aparcar el coche y lo cierras con llave pero tan solo unos segundos después no sabes si lo has cerrado y vas a comprobarlo. Sucede con actividades que son rutinarias y que hacemos de manera automática, sin prestarles atención. Si no prestamos atención a algo, es muy probable que no lo recordemos. Si eso te pasa a menudo puede ser debido a que no estás viviendo en el presente, sino en tu mente, dando vueltas a tus preocupaciones, fantasías, etc., sin prestar atención.
Confabulación. Una persona con amnesia inventa recuerdos, sin intención de mentir, para dar respuesta a cosas que no recuerda. A menudo, se trata de recuerdos reales pero de cosas que hizo en una ocasión diferente.
Pseudología fantástica o mentir patológico. Al igual que en la confabulación, se trata de recuerdos inventados peo no para rellenar lagunas de memoria sino por motivos emocionales. Son las personas que se creen sus propias mentiras. Estas mentiras suelen ser fácilmente refutables y a menudo son bastante imposibles. Cuando les pides más detalles de lo sucedido, van haciendo la historia cada vez más increíble. A menudo, lo que hacen estas personas es sustituir recuerdos que les resultan desagradables o amenazadores por otros que están más acordes con sus deseos o para obtener atención y afecto de otros. Si tras mostrarles una clara evidencia de que lo que dicen no es cierto, pueden llegar a reconocerlo pero no creen que estuvieran mintiendo sino que piensan que se han equivocado.
2. Anomalías del reconocimiento
Deja vu. Tenemos la sensación de que ya hemos visto o vivido algo aunque sabemos que no es así. Las personas normales pueden experimentar esto, especialmente las personas más jóvenes o en estados de fatiga. También se da en problemas psicológicos como la despersonalización, en la epilepsia o en lesiones del lóbulo temporal. No se conoce con claridad el mecanismo por el que se produce. Algunos autores han propuesto que sucede cuando percibimos algo de un modo no consciente, pasa a nuestra memoria y de ahí lo recuperamos (todo esto en unas milésimas de segundo). Al recuperarlo de la memoria tenemos la sensación de que se trata de un recuerdo.
Jamais vu. Aunque recuerdas y sabes que conoces una determinada situación, no te resulta familiar. Por ejemplo, sabes que has estado en un lugar pero no te resulta familiar. No es una experiencia muy común.
Pseudopresentimiento. Es un fenómeno muy frecuente que seguramente te ha pasado. Es cuando dices “sabía que iba a pasar” y crees estar seguro/a de ello (como si hubieras tenido un presentimiento) pero solo lo dices cuando ya ha pasado, nunca antes. Se trata también de un falso reconocimiento, como el deja vu.
Criptomnesia. Se produce cuando te viene algo a la mente y crees que es una idea tuya cuando en realidad es un recuerdo. Por ejemplo, lees un artículo donde se propone una determinada idea y, al cabo de un tiempo, viene a tu mente y crees que es una idea tuya. Se produce porque ese conocimiento no se ha asociado con otros contenidos de la memoria que ayuden a identificarlo en el espacio y tiempo (como sería, por ejemplo, recodar que un amigo determinado te dijo tal cosa mientras cenabais en un restaurante) y es como si quedara guardado de forma aislada.
Ilusión de Sosia (síndrome de Capgras). Cuando alguien percibe y recuerda bien a una persona pero no la reconoce como tal. Por tanto, cree que es un doble: “Pareces X pero sé que no lo eres”. Se da, por tanto, una anomalía del reconocimiento junto con una idea delirante.
Problemas de memoria en la depresión y la ansiedad
Tanto en la depresión como en la ansiedad pueden aparecer problemas de memoria. Uno de los motivos es que su mente está ocupada con sus problemas y preocupaciones y prestan menos atención a lo que sucede fuera de ellos. Si no prestas atención a la información nueva que recibes, es más difícil que la recuerdes. Al mismo tiempo, su memoria de trabajo puede estar saturada por dichas preocupaciones.
En general, los deprimidos tienen a recordar más la información negativa y a olvidar la positiva con más facilidad. Esto es debido a que este material negativo se codifica de un modo más elaborado, ya que se relaciona con uno mismo.
Por otra parte, las personas ansiosas tratan, en la medida de lo posible, de evitar la información amenazante (es decir, intentan que no llegue a su mente u olvidar aquello que les va a causar ansiedad) pero no siempre lo consiguen (sobre todo con sucesos especialmente estresantes para ellos) y una vez que llega a su memoria esta información, suele estar más accesible, les cuesta mucho más olvidarla y surge en su mente con más facilidad.
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