Autora: Ana Muñoz
Los padres y madres pueden ejercer una influencia, tanto positiva como negativa en la relación que tengan sus hijos con la comida, su imagen corporal y su autoestima, y todo esto, a su vez puede influir también en la aparición de un trastorno alimenticio. Estas son algunas cosas que las madres y padres pueden hacer para prevenir la aparición de este tipo de trastornos.
Ten cuidado con tus propias dietas y tu preocupación con el peso. Si tus hijos ven que estás siempre haciendo dieta y que te preocupas continuamente por tu peso y por lo que comes, les estarás enseñando a hacer lo mismo. Enséñales simplemente a comer sano para estar sanos.
No uses la comida como recompensa ni como un modo de hacer que tus hijos se sientan mejor cuando están tristes o enfadados, ni como un modo de controlar su comportamiento. Esto puede hacer que acabe recurriendo a la comida cada vez que se sienta mal en vez de usar modos más sanos de afrontar el malestar o los problemas.
No les trasmitas el mensaje de que no puedes nadar, bailar, usar cierta ropa o hacer ciertas actividades debido a tu peso o a tu aspecto físico.
No hagas comentarios acerca de su peso ni el de los demás o su apariencia física, ni positivos ni negativos. Esta ausencia de comentarios les transmitirá la idea de que el peso o apariencia física es algo secundario y no es realmente importante.
No les digas que no deben comer algo porque engorda. Si no quieres que tomen un determinado alimento, diles que no es bueno para su salud y que deben tomar poco, o que no pueden tomar dulces antes de comer porque les quitará el hambre, etc.
La persona que tiene una relación sana con la comida come cuando tiene hambre y no usa la comida por otros motivos ni la restringe pensando en su peso. Por tanto, anima a tus hijos a que coman cuando tengan hambre y no los fuerces si no tienen hambre. Así les enseñarás a guiarse por sus propias necesidades físicas de alimento.
Haz comentarios sobre cómo la gente es muy diferente en estatura, peso, tamaño, raza, inteligencia etc., y que todos merecen el mismo respeto y nadie es mejor que nadie por su aspecto.
Presta atención a los mensajes de los medios de comunicación para estar delgado y atractivo y resta credibilidad a dichos mensajes o contrarréstalos. Trasmíteles el mensaje de que el peso y la apariencia no definen el valor de una persona ni su identidad. Una persona es mucho más que eso.
Ayúdales a tener una buena autoestima. Trátalos con respeto, no te burles de ellos, no uses el castigo físico (en nuestra sección de psicología infantil encontrarás método más sanos y efectivos de educarlos), y haz que se sientan queridos y valorados incondicionalmente.
Habla con ellos con frecuencia y fomenta la comunicación entre vosotros. Que sepan que pueden contar contigo para escucharles y apoyarles cuando tengan algún problema. Ten en cuenta sus opiniones y sentimientos, anímalos a decir lo que piensan y enséñales a ser asertivos. Fomenta en ellos el pensamiento crítico. Enséñales a pensar en vez de decirles lo que tienen que pensar. Escúchalos cuando no estén de acuerdo con algo y valora su punto de vista. Enséñales a usar la mente, a generar alternativas, a plantear puntos de vista diferentes, etc.
No critiques tu propio cuerpo constantemente delante de tus hijos. Procura tener tú también una imagen corporal positiva.
Las niñas suelen recibir más comentarios relacionados con su aspecto físico, que hacen que aprendan que su físico es muy importante. En vez de halagarlas por su físico, hazlo por su comportamiento, ideas, personalidad, etc. Resta valor e importancia a cualquier cosa que fomente la idea de la mujer como objeto.
Ten en cuenta los signos que pueden indicar la existencia de trastornos alimenticios: negarse a asistir a comidas familiares, saltarse comidas, comentarios sobre uno mismo o los demás diciendo que está demasiado gordo o gorda, apartarse de sus amigos, sentirse estresados cuando van a comprar ropa, irritabilidad y depresión, dietas extremas, vómitos, atracones, uso de laxantes.