Autora: Ana Muñoz


El trastorno afectivo estacional es un tipo de depresión que aparece de forma estacional. El tipo más común es la depresión que aparece en invierno. Suele comenzar al final del otoño o al principio del invierno y desaparece al llegar la primavera.

Este tipo de depresión puede estar relacionada con los cambios en la cantidad de luz durante las diferentes épocas del año.

Es más frecuente en mujeres que en hombres y suele comenzar después de los 20 años, siendo infrecuente en niños. La edad de aparición más frecuente es entre los 18 y los 30 años. El riesgo de padecer un trastorno afectivo estacional disminuye con la edad.

Se da tanto en el hemisferio norte como en el sur, pero es raro que aparezca en personas que viven dentro de los 30 grados del ecuador, donde los días son largos y la luz solar abundante y brillante.

Síntomas

Los síntomas suelen aparecer regularmente cada invierno, comenzando entre septiembre y noviembre y extendiéndose hasta marzo o abril. Se realiza el diagnóstico cuando los síntomas aparecen durante tres inviernos consecutivos o más. Incluye los siguientes síntomas:

  • Problemas de sueño. Suele haber un deseo de dormir más cantidad de horas, con problemas para permanecer despierto, aunque en algunos casos se dan perturbaciones del sueño y despertar temprano.
  • Letargo. Sensación de fatiga e incapacidad para llevar a cabo las tareas de la vida diaria normal.
  • Exceso de apetito. Aparece un deseo de carbohidratos y alimentos dulces, lo que suele dar lugar a un aumento de peso.
  • Síntomas depresivos, como tristeza, apatía, baja autoestima, desesperación, sentimientos de culpa y, en ocasiones, una capacidad para sentir disminuida.
  • Problemas sociales. Irritabilidad, deseo de evitar el contacto social, mayor sensibilidad al rechazo social.
  • Ansiedad. Tensión e incapacidad para tolerar el estrés.
  • Pérdida del deseo sexual. El interés en el sexo y el contacto físico está disminuido.
  • Cambios de humor. En algunos casos se dan estados de ánimo extremos y cortos periodos de hipomanía.

La mayoría de estas personas muestran signos de un sistema inmunitario debilitado durante el invierno y son más vulnerables a infecciones y otras enfermedades.

Los síntomas desaparece en primavera. Esto puede suceder bruscamente, con un corto periodo de hipomanía (por ejemplo, 4 semanas) o gradualmente, dependiendo de la intensidad de la luz solar en primavera.

Causas

Parece ser que este tipo de depresión está desencadenado por la respuesta del cerebro a la disminución de la exposición a la luz del sol.

No se sabe con seguridad cómo se produce, pero las investigaciones actuales se concentran en el papel que podría tener la luz solar en la producción en el cerebro de determinadas hormonas.

Melatonina y serotonina. Los expertos creen que dos sustancias químicas específicas en el cerebro, melatonina y serotonina, podrían estar implicadas. Estas dos hormonas ayudan a regular los ciclos de sueño-vigilia, la energía y el estado de ánimo.

Los días más cortos y las horas de oscuridad más largas en el otoño y el invierno pueden causar un aumento en los niveles de melatonina y una disminución en los niveles de serotonina, que podrían crear condiciones biológicas para la depresión.

El cuerpo produce melatonina en mayores cantidades cuando hay oscuridad o cuando los días son más cortos. Este aumento en la producción de melatonina puede hacer que una persona se sienta somnolienta y letárgica.

Con la serotonina, sucede lo opuesto: la producción de serotonina aumenta cuando una persona está expuesta a la luz solar, de modo que es probable que los niveles de serotonina sean más bajos durante el invierno, cuando los días son más cortos. Los niveles bajos de serotonina están asociados con depresión, de manera que aumentar la disponibilidad de serotonina ayuda a combatir la depresión.

Tratamiento

1. Terapia con luz

El tratamiento basado en a exposición a luz intensa se ha mostrado eficaz en el 85 % de los casos. La luz de las bombillas que suelen usarse habitualmente no es lo suficientemente intensa, siendo su intensidad de unas 200-500 lux (unidades de medida de iluminación), mientras que la luz del sol tiene unas 100.000 lux.

Para tratar el trastorno afectivo estacional se utiliza luz difusa, blanca y fluorescente con una intensidad de entre 2.500 y 10.000 lux. La exposición a esta luz tiene una duración de 30 minutos durante la mañana.

Las personas así tratadas recuperan su nivel de energía y recobran un estado de ánimo normal. Es la terapia que más se ha utilizado para tratar la depresión estacional.

2. Terapia con iones

Otras terapias incluyen la terapia con iones, en la que una persona recibe de manera pasiva partículas con carga negativa procedentes de un aparato electrónico, llamado ionizador. Se trata de pequeños aparatos silenciosos que producen un intenso flujo de electrones que carga las partículas del aire pero que no es detectable con los sentidos.

En un estudio realizado por Michael Terman, profesor de psicología del Columbia University Medical Center y publicado en el American Journal of Psychiatry, los participantes que recibieron altos niveles de iones respondieron tan bien como aquellos sometidos a terapia con luz.

3. Terapia cognitiva

Las personas que tienden a tomarse los sucesos negativos como algo personal y a rumiar continuamente sus síntomas, padecían niveles más serios de depresión estacional que aquellos que mostraban estas tendencias en menor grado. Esto no les resulta sorprendente a los psicólogos dedicados al estudio de la depresión, pues es una de sus características principales.

En dos estudios realizados por Kelly Rohan, psicóloga de la Universidad de Vermont, (uno de ellos publicado en el Journal of affective disorders -Vol. 80, Nos. 2–3-, y el otro aún no publicado) se demostró la eficacia de la terapia cognitiva para tratar este tipo de depresión.

Rohan comparó tres grupos de tratamiento diferentes: uno tratado con luz, otro con terapia cognitivo-conductual y otro con ambas terapias. Los tres grupos mejoraron tras seis semanas, pero un año después de terminado el tratamiento, era el grupo tratado sólo con terapia cognitiva el que tenía síntomas menos severos, así como una menor recurrencia de depresión, a pesar de que el grupo de terapia con luz había recibido instrucciones sobre cómo seguir aplicando por sí mismos el tratamiento.

"Esto indica que las personas tratadas con terapia cognitivo-conductual han aprendido algo durante la terapia que pueden llevar con ellos hasta el siguiente invierno", dice Rohan.

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