Autora: Ana Muñoz
Diana estaba viendo la televisión después de un día normal de trabajo. De repente, sintió una fuerte sensación de mareo y ahogo, como si no hubiera suficiente oxígeno en el aire que respiraba. Entonces su corazón empezó a palpitar con tanta rapidez y fuerza que se sintió aterrorizada, pensando que podía morir de un ataque cardíaco. Empezó a sudar, se sintió temblorosa e inestable. Todo esto alcanzó su máxima intensidad en 60 segundos. Era el octavo ataque de pánico que tenía ese mes.
Definición
El ataque de pánico consiste en una intensa y repentina sensación de miedo y peligro, un gran deseo de escapar, así como síntomas físicos relacionados con la ansiedad. Los síntomas pueden diferir de una persona a otra pero suelen aparecer cuatro o más de lo siguientes:
- Palpitaciones
- Sudoración
- Temblor
- Sensación de ahogo o falta de aire
- Dolor o molestias en el pecho
- Nauseas o malestar abdominal
- Mareo
- Sensación de irrealidad
- Miedo a perder el control o volverse loco
- Miedo a morir
- Entumecimiento, hormigueos
- Oleadas de calor o escalofríos
El trastorno de pánico es bastante frecuente, dándose en 1 de cada 75 personas en todo el mundo. El primer ataque suele aparecer durante la adolescencia o principios de la edad adulta, de forma repentina e inesperada, generalmente durante una etapa de estrés prolongado (enfermedad y/o muerte de un ser querido, traslado a otra ciudad o país, nacimiento de un hijo, presiones en el trabajo o estudios, etc) y deja a la persona que lo ha padecido sumida en un estado de gran preocupación y ansiedad pensando que puede tener alguna enfermedad grave o que podría tener otro ataque en cualquier momento. La primera reacción suele ser ir a urgencias, pero tras un reconocimiento, los médicos le dicen que todo está en perfecto estado y no tiene nada.
Las situaciones en las que ocurren los ataques son muy variadas: caminando por la calle, conduciendo e incluso durante el sueño y parece surgir de repente, sin que haya nada en concreto que los desencadene, al contrario de lo que sucede en la fobia simple en la que los síntomas de ansiedad aparecen tras ser expuestos al objeto temido (por ejemplo, cuando una persona con fobia a las serpientes ve uno de estos reptiles). Sin embargo, en otros casos, antes del ataque han vivido un periodo de semanas o meses durante el cual notaban su corazón más acelerado de lo normal.
Del pánico a la agorafobia
Después de varios ataques, el miedo y la preocupación aumentan. Muchas personas empiezan a evitar las situaciones en las que tuvieron esos ataques, las situaciones en las que sería difícil escapar o encontrar ayuda si se diese un ataque o las situaciones en las que se sentirían avergonzados si tuviesen dicho ataque, como reuniones sociales. De este modo, su vida se va viendo cada vez más y más restringida, hasta que puede llegar un momento en que no se atrevan a salir de casa por miedo a tener un ataque. Esto es lo que se llama agorafobia, y se da en un gran número de personas con trastorno de pánico, aunque no en todas.
Conforme el trastorno se agrava y va pasando el tiempo sin que cambien las cosas, algunas personas acaban deprimidas o recurren al alcohol y medicamentos para tratar de controlar sus síntomas. Pueden tener problemas laborales e incluso llegar a perder el trabajo o abandonarlo. Uno de cada 5 intenta suicidarse. Con frecuencia son mal diagnosticados debido a que se confunden sus síntomas con enfermedades físicas, como problemas cardíacos, hipertiroidismo y ciertos tipos de epilepsia.
Situaciones y actividades que suelen evitar los agorafóbicos
Estar lejos de casa, estar solos (sin la compañía de alguien que pudiera ayudarlos en caso de ataque), esfuerzo físico, lugares de los que es difícil escapar en caso de ataque de pánico (restaurantes, cines, grandes almacenes, transporte público), lugares en los que se sentirían avergonzados si tuviesen un ataque (reuniones, encuentros sociales...).
¿Cuáles son las causas del trastorno de pánico?
1. Predisposición biológica
Predomino del sistema cardiorespiratorio. Cuando una persona siente ansiedad, se producen una serie de respuestas físicas de varios tipos: cardiorespiratoria (taquicardia, respiración acelerada, sensación de falta de aire...), músculo-esquelética (temblores, hormigueos...) y gastrointestinal (náuseas, malestar abdominal, etc). En cada persona puede haber un predominio de uno u otro sistema y parece ser que es el primero (cardiorespiratorio) el que está más relacionado con el pánico.
Hiperventilación. Se trata de una respuesta común a la ansiedad, que es mayor en aquellas personas en las que la ansiedad activa preferentemente el sistema cardiorrespiratorio. Los síntomas de la hiperventilación son: respiración entrecortada, mareos, palpitaciones, dolor en el pecho, etc. Algunas personas hiperventilan no sólo en situaciones de ansiedad, sino de modo crónico, debido a que no respiran correctamente (respiración superficial y frecuente, predomino de la respiración oral) o a problemas de salud física como trastornos nasales o hipertiroidismo.
Los ataques de pánico suelen aparecer por primera vez durante una etapa de estrés prolongado. En estas situaciones, las personas con predominio cardiorrespiratorio están teniendo una respiración superficial e ineficaz, tienden a hiperventilar, sus músculos están tensos, su corazón se acelera para compensar esta mala respiración, hasta que llega un momento en que los síntomas de hiperventilación aumentan. Aquí entran en juego los factores psicológicos y de personalidad para acabar provocando un ataque de pánico.
2. Factores psicológicos
Las personas con tendencia al ataque de pánico suelen tener las siguientes características:
- Toleran mal el estrés y tienden a responder intensamente ante situaciones que les resultan estresantes.
- Gran sensibilidad a las reacciones corporales (como corazón acelerado, mareo, etc.), que interpretan como peligrosas y pueden llegar a verlas como amenazas serias para su salud, cuando en realidad se trata de reacciones normales e inofensivas, como la reacción al miedo. Responden a estas reacciones con ansiedad y síntomas físicos.
- Tendencia a responder con miedo ante los síntomas de ansiedad y hacer interpretaciones catastrofistas. Por ejemplo, las palpitaciones son interpretadas como indicio de ataque cardíaco, la sensación de irrealidad la interpretan como indicio de que se están volviendo locos, etc.
De este modo, en cuanto aparecen los primeros síntomas de hiperventilación durante una etapa de estrés prolongado, estas personas se asustan mucho, piensan que algo malo les pasa, el miedo hace que su corazón se acelere aún más y que aumenten los síntomas, los cuales son a su vez interpretados como una amenaza muy seria contra su salud. Piensan que puede ser un infarto, que se van a morir, que perderán el control del coche y se estrellarán (si van conduciendo), etc. y el miedo va aumentando hasta transformarse en verdadero pánico. Después, el miedo a que vuelva a suceder los mantiene tensos y ansiosos, aumentado así las posibilidades de que, efectivamente, acaben teniendo un nuevo ataque de pánico.
Por tanto, el ataque de pánico es la respuesta psicofisiológica normal (e inofensiva) que sucede ante situaciones de gran peligro (como cuando un enorme perro furioso se abalanza contra ti con intención de atacar), con la diferencia de que en el caso del ataque de pánico, no existe ningún peligro real.
Creencias típicas de las personas con trastorno de pánico
1. Creen que si su corazón late tan deprisa es que van a tener un infarto o tienen una enfermedad del corazón. Y piensan que la sensación de falta de aire significa que se va a asfixiar. Sin embargo, las palpitaciones y los síntomas respiratorios son reacciones normales que se producen en situaciones de peligro y estamos biológicamente preparados para soportarlas. ¿Te imaginas que cada vez que a nuestros antepasados prehistóricos les persiguiera una fiera les hubiese dado un infarto o se hubiesen desmayado o asfixiado?
2. Piensan que el mareo significa que están a punto de desmayarse. Sin embargo, en una situación en la que desmayarse suponga un peligro real para la vida (al ir conduciendo), la misma respuesta de miedo y ansiedad se encargará de mantenerte alerta el tiempo necesario.
3. Piensan que durante un ataque pueden perder el control y tener un accidente de tráfico, actuar de forma impulsiva y salir corriendo y gritando, etc. Pero la realidad es que la gente con ataque de pánico no pierde el control, pueden seguir conduciendo, aumentar o disminuir la velocidad, aparcar el coche, etc., y si están en alguna habitación o local, salen caminando de allí (no corriendo descontrolados).
4. Piensan que la sensación de irrealidad significa que van a volverse locos. Pero es un hecho que la gente con problemas de ansiedad no se vuelve loca. Esa sensación es solamente un síntoma de hiperventilación inofensivo.
5. Incluso aunque aquello que temen no suceda nunca en ninguno de sus ataques de pánico, siguen pensando lo mismo, diciendo: “esta vez es diferente”. Pero no hay ningún motivo para pensar que esta vez vaya a ser diferente. Tus ataques de pánico son siempre los mismos y la evidencia de tu propia experiencia te demuestra que tu corazón puede soportar las palpitaciones igual que las soporta cuando haces deporte.
6. Creen que un determinado suceso sería una catástrofe cuando, de hecho, sólo sería una molestia o un fastidio.
7. Exageran la posibilidad de que aquello que temen, suceda.
¿Qué puedes hacer si tienes trastorno de pánico?
1. Aprende todo lo que puedas sobre este trastorno.
2. Aprende a respirar correctamente. Haz ejercicios respiratorios varias veces al día: coge aire por la nariz hasta llenar los pulmones desde abajo hacia arriba (como si quisieras llenar el abdomen de aire), retén el aire unos segundo y luego expúlsalo por la boca lentamente. Hazlo cada vez que te acuerdes. Durante un ataque tiendes a respirar de forma superficial y rápida. Intenta cambiar este tipo de respiración por el que has ensayado.
3. Aprende técnicas de relajación que puedas utilizar durante un ataque. Practica regularmente. También puedes utilizar otras técnicas como el yoga, la meditación, etc., que te ayudarán a liberarte del estrés acumulado.
4. Anota las sensaciones y pensamientos que tienes durante un ataque, observa cómo tus pensamientos e interpretaciones de esas sensaciones hacen que aumente tu ansiedad. Luego trata de cambiar tus pensamientos por otros más realistas y objetivos. Por ejemplo, si piensas: “me estoy volviendo loco”, trata de cambiar esos pensamientos por estos otros: “nadie se vuelve loco por tener un ataque de pánico. Sólo son síntomas de ansiedad y pasarán dentro de poco. Puedo soportarlo”. Busca evidencias que te ayuden a cambiar tus creencias erróneas: Pregúntate: ¿Qué explicación ha sido hasta ahora más acertada según mi experiencia? ¿Cuál de las dos es más razonable? La sección sobre Terapia Racional-Emotiva puede servirte de ayuda para hacer esto.
5. Durante un ataque de pánico te resultará más difícil pensar de forma objetiva y realista. Por eso, conviene que además de intentar modificar tus pensamientos durante un ataque, lo hagas también después, anotando tus sentimientos, pensamientos e interpretaciones alternativas. Puedes usar estas notas para ayudarte a pensar mejor durante el siguiente ataque.
6. Busca ayuda profesional. Un psicólogo puede ayudarte a superarlo y con una psicoterapia apropiada la mayoría de las personas con trastorno de pánico logran recuperarse por completo.