Autora: Ana Muñoz


Si tienes problemas para relacionarte con los demás, entablar conversaciones, interactuar en un grupo, etc., puede que necesites mejorar tus habilidades sociales.

Mejorar las habilidades sociales requiere práctica. Si tienes problemas de ansiedad social o timidez, es probable que tiendas a evitar muchos contactos sociales, lo que te impide practicar y habituarte.

1. Practica a lo largo del día con pequeños contactos sociales

A lo largo del día se te presentarán muchas oportunidades para practicar que, muy probablemente, nunca has aprovechado. Es hora de empezar a hacerlo. Para ello, empieza por hacer comentarios sencillos a cualquier conocido o desconocido. Por ejemplo, en un centro comercial puedes hacer cualquier comentario o pregunta a otro cliente. Puedes decir cualquier frase amistosa a cajeros, camareros, vendedores, etc. Puedes hacer algún cumplido a alguien que conozcas, interesarte por algo que lleva puesto o por algo que posee (como su coche, su móvil, etc.), preguntarle qué tal el fin de semana (mejor si se trata de alguien a quien no conoces demasiado y con quien no sueles hablar habitualmente).

Al empezar estas prácticas, no olvides que tu actitud y lenguaje corporal son importantes: mira a los demás a los ojos, con un gesto amable, una ligera sonrisa y una actitud abierta, que indique que aceptas el contacto social. Por ejemplo, el simple hecho de mirar a un compañero de trabajo al cruzarte por el pasillo, sonreír y decirle un “hola” amable puede incitarle a hablar contigo porque detecta en ti una actitud abierta y amistosa.

Puedes empezar haciendo cosas que te resulten más sencillas y luego ir proponiéndote mayores retos, conforme tu confianza vaya aumentando.

3. Afronta paso a paso las situaciones difíciles

Algunas situaciones sociales los afrontarás más fácilmente porque no te causan mucha ansiedad pero seguramente hay situaciones que te resultan especialmente complicadas. Para afrontar esas situaciones, conviene dividirlas en pequeños pasos para ir poco a poco. Empiezas enfrentándote al primer paso y lo repites hasta que dejes de sentir ansiedad. Entonces pasas al siguiente paso. Por ejemplo, si hablar con gente nueva en una fiesta te causa mucha ansiedad, puedes dividirlo en los siguientes pasos:

  • Ir a una fiesta y decir “hola” y sonreír a alguien.
  • Ir a una fiesta y hacer una pregunta simple a alguien, como preguntarle la hora.
  • Pedir a un amigo que te presente a alguien en una fiesta y te ayude a iniciar una conversación corta.
  • Acercarte a alguien en una fiesta, saludarle y hacer algún comentario.
  • Acercarte a un grupo de gente donde haya conocidos y desconocidos en una fiesta y escuchar la conversación. Puedes hacer algún comentario si te apetece pero lo importante es que estés ahí.
  • Lo mismo que el paso anterior pero tratando de participar más.

 

3. Iniciar y mantener una conversación

Iniciar y mantener una conversación con alguien no siempre resulta fácil porque puedes no saber qué decir. Para no quedarte sin palabras, puedes tener en cuenta lo siguiente:

Empieza por acercarte, sonreír y decir “hola”. Con eso puede ser más que suficiente para iniciar una conversación. Una actitud amistosa, sonriente y cálida será bien acogida por la mayoría de la gente.

Como frase de inicio, puedes centrarte en el lugar en que estáis y hacer algún comentario al respecto. Por ejemplo, puedes decir que te encanta la canción que está sonando y preguntarle si conoce el nombre del cantante.

Haz alguna pregunta abierta, cuya respuesta sea algo más que sí o no. Las mejores son preguntas que empiezan por quién, dónde, cuándo, qué, cómo o por qué. A la mayoría de la gente le gusta hablar de sí misma. Por tanto, puedes hacer alguna pregunta para saber más de esa persona, sin que sea algo demasiado personal.

Hazle algún cumplido. Por ejemplo, puedes decir algo como: “Me gusta tu pulsera. ¿Dónde la compraste?”

Observa algo que tengáis en común y luego haz alguna pregunta. Por ejemplo, si esa persona ha comentado que sale a correr puedes decir: “A mí también me gusta ir a correr, ¿por dónde sueles ir?“

Hablar de aficiones que mucha gente comparte, como leer, el cine, las series de televisión, etc., suele ser un buen tema de conversación. Por ejemplo, puedes preguntarle por el libro que está leyendo ahora o el último que ha leído.

Lleva temas preparados de antemano. Si piensas que, a menudo, no tienes nada que decir a los demás, no necesariamente significa que no tengas cosas que compartir con ellos sino que lo que pasa a menudo es que toda esa información que podrías compartir no está fácilmente disponible en tu mente. Imagina que las personas tuviéramos una especie de “bandeja de salida” de cosas que compartir. Las personas que siempre tienen cosas que decir suelen tener esa bandeja llena porque ponen cosas en ellas continuamente. Digamos que su mente está orientada a eso, sienten esa necesidad de compartir y todo está listo en su mente. Otras personas, en cambio, no están orientadas hacia ese compartir; tal vez hablen mucho consigo mismas y tengan muchas ideas estando a solas pero no se les ocurre nada que compartir con otros. Si este es tu caso, necesitas entrenar tu mente para guardar cosas en tu “bandeja de salida mental”. Para empezar a entrenarte, puedes ir anotando cosas a lo largo del día (ideas, artículos que has leído, vídeos que has visto, cosas que te han pasado, algo que te han contado, libros, películas, curiosidades, anécdotas, etc.). Luego lee esas anotaciones con frecuencia para tenerlas disponibles en tu mente al estar con gente.

Escucha con atención. No te limites a esperar que la otra persona termine de hablar para que llegue tu turno. Muestra interés por lo que dice, hazle preguntas para profundizar más en lo que está comentando, asiente con la cabeza… Esto hará que se forme una buena opinión de ti y se sienta bien a tu lado.