Autora: Ana Muñoz


La persona con auto-confianza tiene una visión positiva, aunque realista, de sí misma y de su capacidad. Son personas que confían en sus habilidades, tienen la sensación de tener control sobre sus vidas y creen que, dentro de unos términos razonables, son capaces de hacer lo que han planeado o alcanzar sus metas. Esto no significa que se crean o que sean capaces de hacer cualquier cosa, sino que tienen expectativas que son realistas, conocen sus capacidades y saben lo que pueden lograr en el momento presente y lo que no. Y saben también que si en el presente no tienen la capacidad para lograr una determinada meta, pueden prepararse y aprender las habilidades necesarias para lograrla en el futuro. E incluso cuando fracasan o se equivocan al pensar que podrían lograr lo que se habían propuesto, consiguen mantener una actitud positiva y seguir aceptándose a sí mismos.

Por el contrario, las personas con falta de confianza en sí mismas dependen en exceso de los demás para poder sentirse bien consigo mismas. Evitan asumir riesgos porque tienen miedo de fracasar. Por lo general, esperan el fracaso, no se consideran lo bastante capacitados para tener éxito en lo que emprendan y suelen criticarse y castigarse a sí mismos, así como ignorar o despreciar los cumplidos que les hacen los otros.

En cambio, la persona con confianza en sí misma no teme arriesgarse a obtener la desaprobación de los demás porque por lo general confía en sus propias habilidades y espera hacerlo bien. No piensa que tenga que conformarse para ser aceptada por los demás y es más libre para ser ella misma y expresar sus opiniones, deseos, preferencias, dudas o inquietudes.

La persona con falta de confianza confía más en los demás que en sí misma, no lleva a cabo nuevos proyectos o tareas porque no se considera capaz de hacerlos y evita las situaciones que la obligan a competir con otros. Piensa que no es lo bastante inteligente, lo bastante competente, lo bastante atractiva, lo bastante interesante para los demás, lo bastante fuerte, etc.

La falta de confianza hace que las personas pierdan oportunidades de progresar en sus trabajos, de aprender cosas nuevas o de relacionarse con los demás, pues su miedo a no saber hacerlo bien, a no ser capaz, o a fracasar se lo impide. Los sentimientos de inferioridad de estas personas minan su capacidad para llevar vidas satisfactorias e independientes. La confianza en nosotros mismos determina si somos capaces de valorar adecuadamente las oportunidades que la vida nos presenta y ejercer nuestro derecho a ir a por ellas y usarlas en nuestro favor.

Cuando una persona se siente inferior, débil o con falta de capacidad para emprender una determinada tarea o relacionarse con ciertas personas, está llena de miedo al fracaso, lo cual es también un miedo a acontecimientos futuros imaginados, miedo a todas las cosas "terribles" que podrían pasar debido a su supuesta torpeza, falta de habilidad o fracaso. No es extraño, pues, que estas personas estén constantemente llenas de ansiedad.

La falta de confianza no es una característica que esté presente en todos los aspectos de la vida de una persona, sino que puede darse sólo en ciertas áreas pero no en otras. Por ejemplo, puedes tener una gran confianza en tus habilidades profesionales, pero faltarte confianza en tus relaciones con los demás, o al revés.

El desarrollo de la confianza en uno mismo

Diversos factores influyen en el desarrollo de la confianza (o falta de ella) en una persona. La actitud de los padres juega un papel muy importante, sobre todo en los primeros años de la vida de los niños. Si los padres son demasiado críticos o exigentes o si son sobreprotectores e impiden la independencia y autosuficiencia de sus hijos, los niños pueden llegar a creer que no son capaces, que son torpes, inferiores o inadecuados.

En cambio, si los padres aceptan a sus hijos como son, los animan a ser independientes, los escuchan, y aceptan sus errores sin darles especial importancia, los niños aprenderán a confiar en sí mismos. Los niños también pueden absorber los sentimientos de inferioridad de sus padres, aprendiendo este comportamiento al verlo en ellos. En otras ocasiones, la falta de confianza puede ser el resultado de crecer en un ambiente que no encaja con la naturaleza del niño. Por ejemplo, un niño con talento y sensibilidad artística que nace en una familia que valora sobre todo el deporte rudo.

La falta de confianza no está relacionada con la falta de capacidad. Más bien es el resultado de centrarse demasiado en exigir a un niño algo poco realista, sobre todo los padres, los amigos y la sociedad en general. Desde muy pequeños, los propios niños nos dicen sin palabras qué cosas les interesan y qué cosas no les interesan. Por lo general, aquello que le interesa a un niño o niña será en lo que más hábil y capaz se mostrará en el futuro.

Si ignoramos las preferencias y habilidades innatas de los niños y pretendemos que sean hábiles en lo que nosotros decidamos, estaremos llevándolos hacia un terreno donde sus posibilidades de fracasar (y, por consiguiente, desarrollar falta de confianza) son mayores

Las creencias que conforman la base de la falta de confianza

En respuesta a las influencias externas, las personas desarrollan creencias y asunciones que les sirven para pensar y actuar ante los diversos acontecimientos de sus vidas. Algunas de estas creencias son sanas y constructivas, mientras que otras son dañinas. Varias de las creencias que pueden interferir con el desarrollo de una autoconfianza sana son las siguientes:

Todas las personas significativas de mi vida deben quererme siempre y aprobar siempre en todo lo que haga.

Esta es una creencia inalcanzable, porque los demás no van a estar en todo momento de acuerdo contigo, incluso aunque tú estés siendo de lo más razonable. Es más realista desarrollar valores y estándares personales que no dependan de la aprobación de los demás, sino que estén en función de tus propias preferencias y capacidades.

Tengo que ser completamente competente, capacitado/a y tener éxito en todo lo que me proponga y todas las áreas de mi vida.

Esta creencia es también inalcanzable y excesivamente perfeccionista y sugiere que el valor de una persona está determinado por sus logros. El logro puede hacer que te sientas satisfecho, pero no te hace más o menos valioso. La valía personal es una cualidad inherente que todo ser vivo posee.

Mi pasado controla mis emociones y conductas en el presente

Aunque es cierto que las experiencias vividas en tu infancia ejercieron una gran influencia sobre ti, conforme creces vas adquiriendo un mayor conocimiento acerca de cuáles fueron esas influencias y cómo te afectaron. Al hacer eso puedes elegir qué influencias deseas que sigan afectando tu vida y de cuáles deseas librarte. El cambio es posible a cualquier edad.

Estas asunciones pueden llevarte a adquirir los siguientes patrones de pensamiento perjudiciales, que minan tu autoconfianza:

Pensamiento dicotómico (de todo o nada): "O lo hago todo perfecto, o soy un fracaso total".

1. Ver sólo lo negativo y exagerar. Si tiendes a esperar y a centrarte siempre en lo peor, todo parecerá más negativo de lo que en realidad es. Por ejemplo, una pequeña crítica puede hundirte si te centras demasiado en ella, exageras su importancia o exageras las "terribles" consecuencias que puede tener en ti, o si piensas que eres un/a inútil total porque te han criticado una vez.

2. Usar un pensamiento rígido basado en "deberías". Por ejemplo, "dado que hace un año que terminé los estudios, ya debería estar trabajando y ganando dinero...", y castigarte por no poder cumplir con esos deberías ("... por tanto, soy un fracasado incapaz de lograr nada).

En vez de eso, usa un pensamiento basado en preferencias y deseos, como "me gustaría tener ya un trabajo, pero el hecho de no haberlo encontrado aún, no significa que sea un fracasado o un incapaz, seguiré intentándolo y tarde o temprano lo lograré".

Qué hacer para desarrollar la autoconfianza

Conoce tus capacidades. En primer lugar, tenemos que aprender a conocer mejor y de un modo realista nuestras habilidades y capacidades, así como nuestros límites. Si estás en el lugar adecuado para ti y usas tus habilidades, sean cuáles sean, de un modo apropiado, nunca puedes fracasar.

La mayor parte de las veces, el fracaso procede de tratar de ser la persona que no somos. Por tanto, el primer paso para aumentar la confianza en nosotros mismos consiste en conocernos, saber lo que nos gusta y lo que no, lo que deseamos, lo que nos hace sentir bien, lo que nos desagrada, y aceptar que tenemos derecho a ser como somos. A veces una persona dice: "yo no sé contar chistes ni hacer reír a la gente", cuando lo que sucede en realidad es que no le gusta contar chistes. Pero, ¿acaso debería gustarle? ¿Por qué? ¿Sólo porque a las personas que la rodean les gusta? Si tratas de ser lo que los demás desean que seas, en vez de ser aquello para lo que estás preparado/a y capacitado/a y te gusta, entonces tienes muchas posibilidades de fracasar. Y, por lo general, la persona con falta de confianza no se atreve a ser ella misma, lo cual agrava su problema y crea una especie de círculo vicioso difícil de romper.

Si te mides a ti mismo/a con los instrumentos de medida de otras personas, no es raro que te sientas en inferioridad de condiciones. Si has crecido en una casa donde se valoraba sobre todo la extraversión y la impulsividad y eres una persona introvertida y reflexiva, no es raro que, al ser juzgada en base a los valores de los otros, te sientas inferior, cuando lo cierto es que simplemente eres diferente a ellos. Por tanto, conoce tus capacidades y valóralas, pues valen tanto como las de cualquier otra persona, por muy diferentes que sean. Son tus capacidades, y si las usas bien y las explotas (en vez de usar las que los demás dicen que deberías usar), no sólo te sentirás más a gusto con lo que hagas sino también más capaz.

La sensación de inferioridad o falta de capacidad es, en su mayor parte, subjetiva y no siempre puede tratarse con lógica o razonamientos, sino que el mejor modo de afrontarla es la experiencia directa, que nos demuestra que sí somos capaces de hacer eso que en un principio temíamos. Por tanto, asume riesgos. Haz una lista de las cosas que no te atreves a hacer pero que te gustaría hacer y empieza por la más sencilla.

En muchas ocasiones, las personas se centran en los resultados más que en el proceso. De ese modo, si no logran algo, consideran que han fracasado, pero esto no tiene por qué ser cierto. Si te has propuesto una meta, has estudiado o adquirido habilidades nuevas para alcanzarla y has resuelto problemas en el proceso, entonces has tenido muchos pequeños éxitos por los que puedes felicitarte, aunque no hayas llegado a la meta final.

Lo que las personas se dicen a sí mismas es también muy importante a la hora de moldear nuestra autoconfianza. Si repites a menudo frases como: "Yo no soy capaz, no creo que pueda, no sabré cómo hacerlo, no sabré qué decir, no creo que yo les interese..." entonces estarás alimentando tu propia falta de confianza y haciéndola crecer. Por tanto, en vez de pensar: "No sé cómo hacerlo", piensa: "Ahora mismo no imagino cómo puedo hacer esto, así que voy a ponerme a pensar con calma cómo hacerlo y cuáles son mis opciones, y trazar un plan de acción". En vez de pensar: "No creo que yo les interese", piensa: "No sé si les voy a interesar, puede que sí o puede que no, pero eso no depende de mí, sino de sus gustos; yo intentaré mostrar lo mejor de mí y si no les gusto o no les intereso, pues qué se le va a hacer, no es una tragedia". En vez de pensar: "Seguro que lo haré mal", puedes pensar: "Me he estado preparando, sé lo que tengo que hacer, no hay motivo para pensar que lo voy a hacer mal, tengo las habilidades necesarias; además, no tengo que hacerlo perfecto, sólo hacerlo".

Por último, es importante que aprendas a evaluarte a ti mismo/a de un modo independiente, en vez de confiar siempre en la opinión de los demás. Céntrate en cómo te sientes tú respecto a tu propia conducta. Tal vez has dedicado mucho esfuerzo a hacer un determinado trabajo, te has informado, has aprendido, has tenido autodisciplina y te ha aportado cosas, en cuyo caso tienes motivos para sentirte orgulloso/a de tu trabajo. Si luego otra persona juzga que ese trabajo no es bueno, ¿qué importa eso? Lo que importa es que a ti te ha servido y te ha enseñado.

Si el resultado no ha sido el que la otra persona esperaba, puedes tenerlo en cuenta o incluso repetirlo ateniéndote a sus instrucciones, pero la opinión de la otra persona no invalida en absoluto tu propia opinión. No existe un único estándar para juzgar una tarea realizada, sino muchos, y tú tienes derecho a tener el tuyo propio.

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