Autora: Ana Muñoz
El estrés laboral o burnout es el proceso gradual por el cual una persona, en respuesta al estrés prolongado y la tensión física, mental, y emocional, se desconecta o aleja de su trabajo y otras relaciones significativas.
El resultado es una disminución de la productividad, cinismo, confusión y una sensación de estar agotado, de no poder dar nada más.
Etapas del estrés laboral
Podemos diferenciar el estrés laboral en cuatro etapas que van apareciendo progresivamente, conforme los síntomas se agravan. Estas etapas son las siguientes:
1. Agotamiento físico, mental y emocional
En esta etapa todavía realizas bien tu trabajo, pero tan pronto como llegas a casa te derrumbas en el sofá sin ganas de hacer nada en absoluto. Tal vez tu trabajo te exige hacer mucho con muy escasos medios, afrontar numerosas responsabilidades sin tener la autoridad suficiente como para llevarlas a cabo adecuadamente o hacer juegos malabares con un horario imposible.
Normalmente, te enorgulleces de hacer un trabajo cuidadoso y tener un rendimiento de alta calidad. Pero ahora no tienes más remedio que buscar atajos para poder con todo. Esto corroe tu autoestima y puedes incluso sentir punzadas de culpabilidad. La tensión mental empieza a desarrollarse, acompañada por una escasez de energía y sensación de agotamiento. Si los niveles de estrés continúan de este modo, puedes acabar entrando en la segunda etapa.
2. Vergüenza y duda
Quizás este panorama te resulte familiar. Un supervisor (o profesor) te asigna un nuevo proyecto o tarea. Quieres emprenderlo pero una parte de ti desea salir corriendo. Notas que has pedido confianza y te sientes mal contigo mismo. Puedes incluso comenzar a despreciar tus últimos logros y quitarte méritos. Te preguntas si tus compañeros, amigos o miembros de la familia detectan que algo va mal. Mientras que siempre has proyectado una imagen de competencia, ahora una voz en tu interior grita que eres un impostor. Entonces empiezas a suspirar con frecuencia, algo que suelen hacer las personas cuando notan una sensación de profunda pérdida y cambio percibido como amenazante e incontrolable.
3. Cinismo y crueldad o insensibilidad
En respuesta a esa sensación de prolongada inseguridad o vulnerabilidad, algunas personas consideran que sólo hay una cosa que pueden hacer: ponerse una pesada armadura. Desarrollan una actitud similar a "mira sólo por ti", "cúbrete las espaldas", "nadie va a venir a por mí". A corto plazo esta estrategia suele funcionar. Si te vuelves lo bastante abrasivo o desagradable, la gente comienza a evitarte. Pero este exterior duro puede convertirse finalmente en una pesada carga, una estrategia contraproducente que te haga daño a ti mismo. Te sientes amargado y resentido y empiezas a no gustarte a ti mismo.
Juan poseía una gran empresa de fontanería. Era una persona agradable que se dio cuenta de que sentía cada vez más amargura, con una actitud dura y hostil que lo asustaba. Se encontraba en una situación que tiraba de él en múltiples direcciones: obligaciones, favores, quejas, sobornos. Pero el principal problema de Juan era que que no sabía decir "no". Era el tipo de persona que no sabe establecer límites adecuados con los demás, que tiene problemas con las figuras de autoridad (tanto al ser ellos la autoridad como al interactuar con alguna). Son personas agradables, que tratan de complacer a todos y evitar todo conflicto. No desean herir los sentimientos de nadie y se sienten incómodos ante emociones como la ira o no saben expresar su frustración o descontento de una manera adecuada. Tratan de ser justos y serviciales y adaptarse, mientras que sienten un profundo rechazo cuando otros no son justos o serviciales con ellos.
Estas personas, a pesar de tener una gran cantidad de trabajo acumulado, no pueden decir no cuando alguien le añade aún más trabajo a su larga lista. Sin embargo, ser un jugador de equipo no significa que tengas que sacrificar tu integridad o salud. Hay otra opción: establecer límites realistas, establecer prioridades y fechas límite y negociar qué trabajo es más importante, en qué centrarás tu atención y en qué plazo (realista) lo terminarás antes de empezar con el siguiente. El burnout no es un indicativo de fracaso, sino de que una persona ha dado de sí más de lo que podía y debía dar.
Pero el burnout no sólo puede producir endurecimiento y amargura. Cuando el estrés comienza a dar lugar a frustración e ira, aparecen la suspicacia y la desconfianza conforme te atrincheras en tu armadura. Esto no sólo endurece tu actitud, sino que puede endurecer tus arterias también. Complicaciones cardiovasculares, tensión arterial alta, e incluso ataques cardiacos prematuros pueden sobrevenir. Por este motivo, a veces es preferible caer en la cuarta etapa antes que permanecer demasiado tiempo bullendo en la tercera. Por supuesto, palabras como "fracaso, impotencia y crisis" suenan bastante mal, pero una vez que tocas fondo no puedes ir más abajo y no hay más dirección que la de volver a subir.
4. Fracaso, impotencia y crisis
El burnout es como intentar competir en una maratón. Incluso los corredores olímpicos deben establecer un ritmo adecuado, pues nadie puede correr todo el tiempo a toda velocidad sin caer al suelo agotado. En la cuarta etapa, las defensas psicológicas se vienen abajo. Es el momento en que ya no puedes más y comienzan a aparecer grietas en la armadura defensiva. Recuerdos dolorosos y viejas heridas, contenidos normalmente por las defensas emocionales, empiezan a escaparse a través de las grietas. Un leve golpe o revés emocional puede desencadenar una reacción exagerada. Ahora, un comportamiento algo molesto de un compañero produce una gran irritación o ira al recordarte tal vez un manierismo de tu padre o madre. Cualquier cosa puede despertar viejas heridas. Estando el vaso lleno hasta el borde, es fácil hacerlo rebosar.
Generalmente son las personas más fuertes las que caen en esta espiral del burnout. La mayoría deja el barco mucho antes, con las primeras olas, pero muchas personas alcanzan las etapas más lejanas del burnout debido a su tenacidad y espíritu de lucha, que llevan hasta el límite de sus fuerzas. Se trata de personas con un fuerte sentido de la responsabilidad que luchan con tenacidad por alcanzar sus metas. Todas estas son cualidades nobles, pero existe el problema de que se ven impulsados por un perfeccionismo demasiado rígido y la creencia de que sólo hay un camino correcto. Entonces, perseguir las metas se convierte en un modo de demostrar a otros sus errores y de superación de las humillaciones vividas.
Además, estas personas no sólo son responsables, sino que a menudo son el sostén de otros. Los demás recurren a ellos para pedirles ayuda con sus problemas. Si eres el apoyo para ciertas personas que dependen de ti en sus momentos de malestar emocional, es posible que no noten cuándo eres tu quien necesita ese apoyo o un hombro sobre el que llorar, pues a menudo su sentido de la seguridad está relacionado con el hecho de que eres fuerte y estás siempre disponible. Tal vez estás siendo la esponja emocional en la oficina, absorbiendo con frecuencia las quejas de tus compañeros.
Al límite
No es extraño que estas personas acaben abandonando el trabajo o escuela o rompan relaciones, a veces incluso de golpe. Y aquellos que no lo hacen pueden ir derechos hacia la cuarta etapa del estrés laboral o burnout.
Los cambios en el estado de ánimo son comunes, es decir, se dan etapas cortas de ánimo elevado, seguidas de prolongadas etapas depresivas.
La cuarta etapa es el punto de crisis. Una persona se recupera y aumenta sus fuerzas y posibilidades mediante una crisis cuando:
1) Consigue la ayuda adecuada.
2) Reconoce y afronta la negación, las falsas esperanzas, el cinismo, o la impotencia que siente. Es decir, adopta una actitud realista respecto a su estado, su capacidad en ese momento, sus límites y la situación, viéndola tal y como es: lo que es factible y lo que no lo es; en qué hay que perseverar y qué hay que abandonar.
3) Dedica un tiempo a llorar sus pérdidas pasadas y actuales al tiempo que convierte la culpabilidad, dolor, ansiedad, y agresión en energía focalizada. Es necesario sentir las pérdidas, sentir el dolor para poder digerir lo sucedido y superarlo.
4) Adquiere y aplica habilidades y tecnología para transformar nuevas opciones de solución de problemas en actitudes y acciones productivas.