Autora: Ana Muñoz
La extensión de la violencia asociada a la prostitución indica que la prostitución es, en sí misma, una forma de violencia contra las mujeres y debería eliminarse.
La prostitución implica que un hombre compre los servicios sexuales ofrecidos por una mujer. Las personas compramos constantemente servicios ofrecidos por otras personas y lo consideramos algo normal. Sin embargo, existe una gran diferencia entre los servicios ofrecidos por la prostituta y los servicios no sexuales ofrecidos por otras personas: la prostituta vende su propio cuerpo para que un hombre lo utilice para su propia satisfacción sexual.
Es decir, no vende un objeto o un producto que sea fruto de su trabajo, sino que se vende a sí misma. Y es casi imposible que esto no tenga un efecto negativo en ella porque implica ceder el control de si misma a un desconocido para que la utilice. Es ella quien se convierte en objeto para disfrute de otro. ¿Es realmente posible vivir esta experiencia una y otra vez sin que la autoestima se vea dañada? ¿Sin que la visión que tiene de sí misma se vea dañada? ¿Puede una persona convertirse en un objeto para el disfrute de otros sin verse afectada?
La respuesta es no. De un modo u otro y en mayor o menor medida, todas las mujeres prostituidas deben pagar un precio demasiado alto que suele presentarse en forma de baja autoestima, autodesprecio, valoración negativa de sí misma, ansiedad y depresión. Muchas padecen también trastorno de estrés postraumático y enfermedades de transmisión sexual o renales (como consecuencia de las múltiples cistitis). Muchas son víctimas de palizas, violaciones, humillaciones y desprecio por parte de sus propios clientes. Muchas acaban siendo adictas a las drogas que utilizan para poder prostituirse durante horas día tras día. Muchas son secuestradas para satisfacer esta demanda y violadas una y otra vez durante años.
Las consecuencias de ver la prostitución como algo aceptable
Legalizar la prostitución implica negar todo lo que acabo de escribir y decirles a los hombres que está bien comprar mujeres y no hay nada malo en ello. Inevitablemente, esta aceptación tiene como consecuencia un aumento del número de hombres que recurre a la prostitución, pues pasan a verlo como algo normal y socialmente aceptable. El aumento de la demanda tiene varias consecuencias negativas para las mujeres:
1. Hacen falta más prostitutas, lo que hace que aumente el número de redes dedicadas a secuestrar mujeres para obligarlas a prostituirse.
2. Al haber muchas prostitutas y muchos clientes, aumentan las ofertas de tipos de servicios, que se van volviendo cada vez más diversas y brutales. Esto es claramente una violación de la dignidad y los derechos humanos.
3. Aumento de la violencia. De hecho, en Alemania, desde que se legalizó la prostitución, los hombres se han ido volviendo cada vez más agresivos y sus exigencias son cada vez más brutales.
El perfil de las prostitutas
Solo un porcentaje muy pequeños de prostitutas son nativas del país en el que la ejercen; la inmensa mayoría son inmigrantes. Un perfil típico de la inmigrante que "accede" voluntariamente a convertirse en prostituta es una mujer joven procedente de un ambiente social y familiar miserable, posiblemente víctima de abuso sexual o maltrato en su infancia, que desea escapar de la vida que lleva y piensa que si trabaja como prostituta durante un tiempo en un país más desarrollado podrá lograr una vida mejor. Piensa que tendrá solo unos pocos clientes al día, podrá tener tiempo para estudiar o prepararse para hacer otro trabajo y salir así de la lamentable situación en que se encuentra.
Por desgracia, cuando empieza a trabajar en un burdel, se da cuenta de que pasa todo el día allí, que debe aceptar numerosos clientes, apenas tiene tiempo para dormir, debe hacer cosas que no desea hacer e incluso recibe golpes o palizas si no hace su trabajo. Además, le dan drogas, que ella acepta encantada como un modo de librarse del malestar que siente. Esa vida no es lo que ella quería ni es mejor que la que llevaba, pero queda atrapada en ella.
Es decir, la mayoría de las mujeres que se dedican a la prostitución no desean ser prostitutas. Si tan solo se dedicaran a la prostitución aquellas que de verdad desean serlo (no por por huir de la miseria o pobreza) y si se acabara totalmente con el tráfico de mujeres y niñas, el porcentaje de prostitutas en cada país sería tan pequeño que cada una de ellas podría permitirse cobrar una fortuna a cada cliente e incluso tener un guardaespaldas en la puerta para el cliente que se pase. La mujer que se dedica a esto deseándolo y con total libertad, lo hace bajo sus propias reglas: selecciona a sus clientes en internet, acepta solo a aquellos que le gustan después de hablar un rato con ellos y ver su foto, tiene clientes fijos, que son amables con ella y con quienes tiene una relación más parecida a una amistad con sexo. Además, tiene pocos clientes y no es este su único trabajo, sino un complemento (es decir, podría dejarlo en cualquier momento).
Pero la realidad está muy lejos de eso y las leyes no deben hacerse teniendo en cuenta solo a esa pequeña minoría, puesto que la mayoría de las prostitutas preferiría que la ayudaran a conseguir un trabajo mejor o a salir de la pobreza, la misera y el maltrato de un modo que no implique tener que prostituirse.
Para ello necesitamos leyes que castiguen con dureza a quienes compren prostitución (los puteros), que ayuden a las mujeres a salir de la prostitución, que impidan la explotación de mujeres procedentes de ambientes desfavorecidos o inmigrantes y que luchen de un modo efectivo contra el tráfico de mujeres y niñas.
La prostitución como experiencia traumática
La prostituta tiene un mayor riesgo de ser asesinada, apaleada o violada. El 68 % padece trastorno de estrés postraumático con un nivel de gravedad comparable al de los veteranos de Vietnam. Entre el 43 y el 69 % de las prostitutas han sido víctimas de abuso sexual en la infancia (una experiencia destructiva que las deja psicológicamente desprotegidas).
Aunque algunas personas piensan que legalizar la prostitución mejoraría la situación de estas mujeres, si analizamos lo sucedido en países europeos en los que es legal, vemos que su situación no ha cambiado o ha empeorado.
Una investigación realizada por el gobierno alemán en 2007 mostró una amplia gama de problemas de salud entre las prostitutas. Al rededor de la mitad mostraba síntomas de depresión, un cuarto tenía pensamientos de suicidio frecuentes u ocasionales, casi un tercio padecía ansiedad y ataques de pánico y 1 de cada 7 había intentado autolesionarse en el último año. Estos síntomas pueden estar relacionados con las condiciones de trabajo y el alto grado de violencia. El riesgo de ser infectada con VIH es 13,5 veces mayor en prostitutas. También tienen un mayor riesgo de padecer enfermedades de transmisión sexual, cáncer de cuello uterino, embarazo no deseado, problemas genitales y reproductivos, insomnio y trastornos de la alimentación.
En aquellos lugares en los que la prostitución es legal, hay un mayor tráfico sexual y las mujeres sin hogar o sin recursos tienen más probabilidades de acabar siendo víctimas de una red de tráfico de mujeres.
Una entrevista realizada a 785 mujeres prostituidas muestra que el 89 % deseaba escapar de la prostitución pero no tenía ninguna otra opción para sobrevivir.
El 68 % de las prostitutas han sido violadas mientras ejercían la prostitución. Algunas prostitutas son violadas entre 8 y 10 veces al año o más. El 82 % ha sido atacada físicamente y el 83 % ha sido amenazada con un arma.
¿Cómo son los hombres que compran sexo?
La prostitución implica que los hombres compren el derecho a abusar de las mujeres; es decir, implica pagar para violar a una mujer. ¿qué clase de hombre hace esto?
Las investigaciones que estudian el comportamiento de los puteros muestra que los hombres que compran sexo tienen más probabilidades de ser violentos con las mujeres y suelen presentar altos niveles de misoginia. Más de una quinta parte de ellos afirma que disfruta del sentimiento de poder sobre la prostituta y el 22 % piensa que si el cliente paga, tiene derecho a hacer lo que quiera con la mujer que ha comprado. Los puteros también usan más la pornografía y afirman que sus preferencias sexuales han cambiado debido al uso continuado de pornografía y prostitución.
Por tanto, la prostitución es un modo de ejercer violencia contra las mujeres perpetrado principalmente por misóginos. Los países que legalizan la prostitución están permitiendo y fomentado la violencia contra las mujeres.
Bibliografía
1. Does Legalized Prostitution Increase Human Trafficking?
2. 16 Years Since Decriminalizing Prostitution, Here's What's Happening in Sweden
3. Sexual explotation and prostitution and its impact on gender equiality